Ready to run/II Part

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Wherever you are is the place I belong
'Cause I wanna be free
And I wanna be young
I'll never look back now I'm ready to run
I'm ready to run



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Caminaba tranquilamente hacia mi trabajo, no llevaba prisa, eran las siete y media de la mañana, desde que vivía con Paola, buscó un trabajo más cerca del departamento, pagaban lo mismo y era la misma jornada. De ella colgaba una pequeña mochila algo desgastada gris, donde traía su uniforme, el delantal y cartera, no pretendía andar por la calle con el uniforme, lo tenía que cuidar bastante solo tenía dos de ellos y aparte eran blancos, tenía que cuidar no mancharles.

Venia absorta por la música que retumbaba en sus oídos, pero algo capto su atención, letreros fosforescentes se miraban al cruzar la calle y gente rodeaba el establecimiento. No estaba atascado de gente, como para no poder echar un vistazo. Sus ojos se iluminaron al leer los carteles de adopción de animales.

Su corazón se contrajo, jamás había tenido una mascota, su hermano tenía un pitbull blue precioso, pero jamás dejaba que ella se le acercara. Sonrió y cruzo la calle. No pasaba nada si solamente echaba una miradilla, la tienda donde trabajaba solo se encontraba a una manzana de ahí.

Tenía tiempo de sobra, sabía que no podría adoptar uno, no tenía siquiera un techo propio, no se podía permitir una mascota.

Se acercó un poco temerosa, no tenía mucho contacto con animales, pero estos no parecían nada agresivos, había un circulo de gente alrededor de un cuadro hecho con pequeñas vallas, para que los perritos no escaparan. Sonrió al ver un cachorrito negro asustado en la esquina, se veía bastante nervioso por la gente y ladridos, se sintió identifico con ese pequeñito animal.

Wow, _______ se había comparado con un cachorro, rio internamente.

Ella se agacho para acariciarlo un poco y el perrito acepto su caricia.

-Está bastante asustado-.

Una voz hizo que volteara hacia arriba, un joven de... le calculaba menos de treinta años, traía una camisa blanca y nos jeans negros, era muy guapo, bastante podría decir.

Fuera de mis posibilidades.

Casi me trago mi lengua, pero logre contestar.

-Tiene miedo-. Eso fue lo único que salió de mi boca. Él se inclinó también para acariciarlo, yo hice un paso hacia el otro lado, tratando de no invadir su espacio personal. Su cara y su cuerpo quedarían grabados de por vida en mi memoria, no era de hablar con muchos chicos y pues este era guapísimo.

Acomode mejor mi mochila y buscaba entre todo el establecimiento algo que me distrajera de esos ojos color verde. Había una caja, tipo alcancía, y tenía un pequeño letrero donde mencionaban que las recaudaciones eran para mantener el hogar para los perritos.

Mi corazón se volvió a encoger, rebusqué en mi mochila tratando de encontrar mi cartera entre la ropa. Una vez encontrada la tomé y abrí, era una cartera que mi madre me había pasado, se veía de verdad desgastada, pero lo más triste era que cargaba solamente cinco dólares.

Eso sería para dos almuerzos en el trabajo, pero esos pequeños lo necesitaban más que ella, así que los tomo y se dirigió hacia la alcancía. Guardo todo de nuevo, verifico la hora en su móvil y era mejor seguir su camino hacia el trabajo. Mientras ajustaba su mochila de nuevo, vio que el chico depositaba un billete de cien dólares en la caja.

Probablemente, era una fracción mínima para él, se notaba desde sus lustrosos zapatos italianos hasta el reloj sencillo pero que brillaba a los pequeños rayos de sol que se filtraban.

Emprendió su camino de nuevo hacia el trabajo, suspiro una vez frente al pequeño locker que le habían asignado, se cambió y se puso su delantal verde.

Trabajaba en una tienda de alimentos orgánicos, era una tienda no muy grande y se encargaba de acomodar productos y a veces tomaba la caja.

No había tanto flujo de personas como en un supermercado normal, este era más caro, los productos eran más seleccionados, recuerdo que mi jefe me había dicho que por ser empleada me harían un 15% en cualquier producto. Volteo sus ojos, una manzana casi salía lo que le pagaban la hora, no podía costearse hacer sus compras ahí.

El pequeño ruido que emitía la puerta cuando entraba alguien, sonó, haciéndola dejar esos perfectos kiwis de lado, era rarísimo que alguien entrara apenas abierto cinco minutos. Cuando tenía más trabajo era entre once y dos de la tarde.

El mismo chico de los ojos verdes y camisa súper lujosa blanca había entrado, se puso roja rápidamente.

Dios.

Se estaba sonrojando como una adolescente de quince años.

Mariela no había llegado todavía, y Marcos estaba en bodega. Así que si el decidía llevar algo, tendría que cobrar ella.

El joven siguió pasando entre todos los pasillos, mientras tomaba unas cosas. Y ella se concentraba en poner esos kiwis de una manera atractiva al cliente.

- ¿Alguien cobra? -.

Se sobresaltó al escuchar esa voz por segunda vez en el día, y la pequeña torre de kiwis que llevaba como idiota formando por diez minutos se desmorono un poco.

-Sí, lo siento-. Me apresure a la caja, mientras restregaba mis manos en el delantal, lo cual era estúpido porque no tenía nada en las manos.

-Bienvenido, ¿Seria todo? -. Trate de sonreír y ver a sus ojos.

El achino sus ojos analizándome.

-Eres la chica del cachorro ¿Cierto? -.

Yo simplemente asentí, mi lengua estaba enredada y no podía formular palabra.

El sonrió mostrando su dentadura blanca, wow, hasta eso tenía perfecto, yo apreté mis labios no queriendo mostrar nada de los míos, eran un poco amarillos, consecuencia de antibióticos, café y cigarrillos.

-Bueno si, seria todo...-. Pausó por un segundo mientras buscaba un gafete con mi nombre, pero no lo tenía, ya que mi jefe se había demorado en hacerlo.

-_______-. Dije terminando su oración. El volvió a sonreír y yo volví a derretirme.

De nuevo achino sus ojos, pero esta vez frunció el ceño, luego sacudió su cabeza como sacando algún pensamiento.

-Es un nombre muy peculiar, pero bonito-. Dijo y yo sonreí como tonta embobada.

El me paso una tarjeta de crédito y yo trate de ingresar el plástico sin que me temblaran las manos en la terminal.

-Gracias...-.

-Harry-.

Mis ojos se agrandaron y me volví a poner roja, el capto todo eso y también se ruborizo un poco. El pitido de la terminal me indico que necesitaba que pusiera su firma electrónica, acerque la terminal a sus manos y tecleo.

Era imposible que fuera el chico con el que hablaba hace meses, era imposible, había miles de Harrys, ¿Cierto?

Acomode en una bolsa de papel, las cosas que había seleccionado y lo puse frente a él, no quería tener contacto o moriría ahí mismo.

-Gracias _______-.

-Gracias a usted y vuelva pronto-.

El volvió a sonreír y se dirigió hacia la salida.

Claro que era imposible que fuera él.

-Te envió un mensaje más al rato _____-

Mi boca cae casi al suelo, mientras él se pone sus gafas y sale por donde entro.

-Dios mío-. Susurré. 

One shots/Harry stylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora