Prefacio

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La vida de Yuuri Katsuki siempre fue dura, siempre siendo menospreciado por haber nacido Omega dentro de una familia de Alfas, sin embargo, él siempre fue feliz a pesar de las miradas de lástima y el mal trato, sin contar las humillaciones a las que era sometido por algunas de las personas a su alrededor. Él pensaba que si había nacido Omega era porque estaba destinado a algo grande o a alguien quien lo amará por quien era y no solo por ser un Omega.

Al ser Omega él no podría heredar el negocio familiar en su ciudad natal Hassetsu en Kyushu, que consistía en una estación turística con aguas termales, por lo tanto lo heredaría su hermana mayor Mari Katsuki, a pesar de esto él no sentía ningún rencor hacia su hermana, él trabajaba junto a ella en el negocio familiar, logrando así levantarlo dado que había decaído años atrás, al mismo tiempo que asistía a la universidad de esta manera él se sentía feliz, hasta el día que fue convocado a una charla por sus padres.

La primera en hablar fue su madre;

— Yuuri, hijo hemos llegado a la conclusión de que es hora de que te enlaces a un Alfa, y te hemos conseguido a alguien quien está dispuesto a ser tu pareja y casarse contigo.

Por su parte su padre lo único que hizo fue asentir a lo que su esposa dijo mirando a su hijo. Ellos querían a su hijo, pero creían que ya era necesario para Yuuri encontrar una pareja, y ya que este siempre rechazaba a quienes se lo proponían, decidieron buscar por su cuenta a alguien adecuado para él.

La mirada de Yuuri hacia sus padres era de sorpresa, no sabía qué contestar, pero no se había percatado que dentro de esa misma habitación había alguien más, hasta que esta persona habló.

— Hola, mi nombre es Tadashi Hiramatsu — este le tendió la mano, la cual no fue aceptada por parte de Yuuri. — Yo estoy dispuesto a ser tu pareja y a casarme contigo, sin embargo tengo que advertirte que serás mi esposo, pero eso no será impedimento para que tenga otras parejas y marque a uno que otro Omega y tenga hijos con ellos.

El rostro de Yuuri mostraba incredulidad, no podía creer lo que estaba escuchando, después de unos segundos mostró enojo, estaba consciente de que si sus padres querían, lo podrían obligar a hacerlo. Pero mientras él pudiera no aceptaría a nadie, no de esa manera.

— No, por favor padre, madre no me obliguen a hacerlo, saben bien que no es mi deseo enlazarme a alguien a quien no amo, es que acaso solo merezco ser una pareja más de un Alfa.

Fue todo lo que pudo contestar Yuuri, antes de salir corriendo de aquel lugar, huyendo al único lugar en donde podría encontrar calma y paz, pero sobretodo hacer lo que más le gustaba; patinar sobre hielo.

Él quién era alto, esbelto, con un cuerpo atlético y que poseía un cabello negro azabache y unos ojos color café, a sus 20 años había recibido propuestas para ser pareja de varios Alfas, a las cuales se negó rotundamente, ya que creía que algún día él podría encontrar a su pareja destinada, y que esta se encontraba afuera en algún lugar.

Normalmente él se escapaba todas las noches después de haber terminado todos sus deberes, y sin que nadie lo viera se dirigía hacia el Ice Castle, pero esta noche era diferente, necesitaba ir y calmarse después de la aquella conversación con sus padres.

Al llegar se encontró con Yuko Nishigori, su amiga de la infancia, quien se encontraba cerrando el lugar, al ver la cara que traía Yuuri entendió que no se encontraba bien, ya que reflejaba desesperación y unas grandes ganas de llorar, se sorprendió, lo hizo pasar de inmediato y lo llevó a los casilleros para que hablaran, Yuuri le contó lo sucedido con sus padres, quizás ella era la más indicada para escuchar los problemas de este, ya que al igual que él, ella era una Omega y había enfrentado una situación similar cuando su familia la intentó casar con un Alfa, y ella optó por escapar con un beta al cual amaba más que a nadie, y con el cual tuvo tres hermosas hijas.

Se preguntaba internamente si solo podría anhelar a ser pareja de alguien, quien en primer lugar no lo amaba y en segundo tener que compartir a su esposo no solo con una sino con varias personas.

Yuuri le pidió a Yuko si lo podía dejar solo y ella aceptó así sin más, antes de darse cuenta ya se encontraba en medio de la pista de hielo, le había dado play y la música empezó a sonar, era una canción tranquila, este se movía al ritmo de la bella melodía, reflejando en cada uno de sus movimientos los sentimientos que tenía guardados para sí mismos, miedo, angustia, enojo y tristeza.

Yuuri no era un profesional en el patinaje, pero había visto varias competencias internacionales por la televisión, así que trataba de imitar uno que otro salto de algún patinador, así como la coreografía, no sabía si era porque tenía las emociones a flor de piel pero no se dio cuenta cuando la canción había terminado, y él estaba todo agitado y lleno de sudor.

Yuuri sin saberlo estaba siendo grabado por las pequeñas trillizas, quienes amaban ver patinar a Yuuri, a pesar de que él no era un profesional en el patinaje artístico lo hacía con mucha gracia y pasión, lo cual era muy hipnótico, para aquellos que lo conocían era ver una faceta nueva de Yuuri, una que hacía que no apartaras los ojos de él, de sus movimientos y de cada uno de los saltos que lograba hacer.

Sin darse cuenta ya no se sentía tan mal, al contrario sentía que podría dejar esta situación atrás y avanzar. No le importaba lo que sus padres le pudiesen decir, si ellos decidían echarlo de su casa, él se iría asi sin más, sin dudar, así sería libre de elegir cómo vivir.

Sin imaginar que más tarde, las tres pequeñas traviesas pondrán este video en internet, sin saber que se volvería viral en todo el mundo.

Y Yuuri sin saberlo, ese sería el comienzo de una gran aventura, y que sin querer encontraría el amor.

Entre tus brazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora