Yacía sobre el futón, con su pequeña mano sobre la empuñadura del arma ensangrentada que el guerrero desde hacía mucho había llevado consigo, lo único que habían hallado en el campo de batalla, además de un pedazo de la tela azul que ella fácilmente reconoció.
Se suponía que la victoria era un hecho, pero entonces muchas figuras oscuras se alzaron sobre las cimas de las montañas.
Flechas de fuego consumieron a los suyos.
—¡Nos atacan por detrás! —Gritó un soldado, cayendo a continuación, tras recibir varias flechas en su espalda.
No era apenas por detrás, se avistaron a enemigos en todas direcciones. Caballería, soldados enfundados en gruesas armaduras de hierro. Un ejército todavía fresco, preparados para asestarles un golpe mortal. ¡Estaban atrapados!
—¡General, deberíamos retirarnos!
El amante de la batalla continuaba derribando a los soldados enemigos con ligereza. Sin embargo era evidente el detonante cansancio en su rostro. Su pecho se alzaba con mayor frecuencia y el sudor camuflaba su piel.
—¡Rayos! —Escupió con fastidio, frunciendo el ceño. No quería admitir la derrota, dejar el campo de batalla como un perro con la cola entre las patas, mas sería imprudente seguir con la lucha sabiendo que iban a perder —¡Ni modo! ¡Retirada!
Zeno permaneció detrás, usando su cuerpo como un escudo para que los suyos pudieran escapar. Eran un sinfín de flechas las que se fundían con su carne, intenso el dolor que sufría, mas la muerte no le alcanzaba nunca.
Entonces, sus ojos dorados avistaron una escarcha de sangre manchando el cielo. Un guerrero pereció en el campo de batalla, dejando bajo su ser un inmediato charco de sangre. Entre el metal de las armas, las pisadas de los caballos, los gritos de la guerra, logró percibir el grito ahogado del dragón blanco.
—¡Hak!
Zeno intervinó entre las espadas, las que no dañaron mínimamente su piel al ya poseer su cuerpo cubierto de la dureza de las escamas de un dragón. Embistió a todo aquel que se cruzó en su camino.
—El dragón amarillo.
Zeno alzó la mirada. Un hombre a caballo permanecía a unos metros de él, sin aplicar violencia, observándole con ojos impregnados de curiosidad, además de admiración.
Sus demás compañeros dragones se hallaban demasiado ocupados con sus enemigos. Ninguno podía acercarse y tenderle una mano al que era su grande amigo. Zeno era el único que podría avanzar aun cuando cientos de metales se clavaran en su carne. No cedería. No le importaba padecer muchos males con tal de salvar a los que más atesoraba.
Decidió ignorar al extraño de cabellos grises que flotaban en el ambiente de guerra y continuó con su correría, mas fue entonces cuando el filo de una espada chocó contra su escamoso abdomen.
—Así que es real la existencia de los dragones —El extraño le veía con sumo interés a la par que una intensa seriedad. Blandía su espada ante él sin titubear.
Zeno no lanzó palabra alguna, apenas arremetió contra el arma con su poderoso brazo, la que hizo pedazos al instante, dejando al individuo inerte, pero con ningún aire de sorpresa en su rostro.
El dragón amarillo estaba destinado a salvar al guerrero, mas fue entonces cuando el nombre de Yona cruzó por sus oídos. Giró la cabeza, mostrando pánico en su mirada. La joven de cabellos rojizos yacía ya en el suelo, a disposición de ser muerta con facilidad.
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Akatsuki no Yona ~ El color de un recuerdo
FanfictionAhora, Yona se halla donde se inició su aventura, en su antiguo hogar. Ahora gobernado por el que un día creyó ser el amor de su vida. Entonces, una guerra se presenta, amenazando la estabilidad del reino que tanto desea proteger. Se alzan las arm...