Dieciocho.

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—Señor.

No pensó que algún día volvería a ver aquella sonrisa, pero él parecía pensar de un modo distinto.

—¡Ikki!

El príncipe desocupó la secretaría abarrotada de papeles que requerían su atención. Abrió los brazos, dándole una calurosa bienvenida al que por muy poco tiempo había sido su guardaespaldas. Hak nunca había sabido ver en él genuina sinceridad. Sus sonrisas parecían siempre tener algo que ocultar.

—¡Vaya, Ikki, qué agradable sorpresa! —estrechó la mano del guerrero —No esperaba que vinieras a visitarme.

—Señor —Hak no correspondió su dudable amabilidad.  No podía pensar en nada más que en la seguridad de sus amigos, dos personajes que formaban parte de aquella familia que la carencia de memorias le había conllevado a crear, como una venda para una grande herida —Necesito pedirle un grande favor.

—Oh —le observó con sus claros ojos con una línea violeta, adaptando también cierta seriedad, dejando latente la sonrisa —Así que un favor —fingió decepcionarse —Vaya, así que no has venido a visitarme.

Se acercó a una mesilla redonda que estaba en una esquina de la amplia y lujosa habitación y ocupó una silla, ofreciéndole otra al guerrero.

—¿Qué tipo de favor sería? —cuestionó el de sangre noble una vez Hak se sentó junto a él.  Hizo una señal a la sirvienta que allí se encontraba y ésta le sirvió a ambos dos tazas de té verde caliente.

Tras las dos hileras de humo, asomando por encima de la taza, Hak podía percibir la sonrisa nada inocente que existía en el rostro del príncipe.  Como sí anticipara que obtendría mucho de aquel favor.

—Señor —hizo un gesto a la sirvienta pidiendo que ya no echara más azúcar a su té —Le pido que libere a los dos jóvenes que han sido apresados ayer por la tarde. Chiasa y Koji.

—Oh —por primera vez, el príncipe mostró una expresión verdaderamente sincera: la de sorpresa —Vaya —volvió a sonreír con arrogancia —De todos los favores que podrías pedirme, nunca imaginé que me pidieras que libertara a esa mujer y a ese criminal. Así que has estado con esas personas desde que te fuiste de palacio.

Hak no esperaba hallar en aquel rostro ningún tipo de compasión, y en efecto, no lo hubo. La historia parecía parecerle graciosa, además de repulsiva. Porque a ojos de todos ahora Chiasa era una prostituta que no había osado en romper la fidelidad y acostarse con un criminal que no contenía ninguna gota noble.

—Ikki, esa mujer es la esposa de un noble y fue secuestrada por un soldado de quinta. Al menos eso era lo que todos creían en un principio —desaprobación, repulsa y un cúmulo de diversión, todo eso bailaba en su mirada, en su voz —Con todo respeto, esa mujer no merece tu compasión ni la de nadie.  Lo único que se merece es la muerte.

No titubeó a la hora de soltar semejante crudeza. Su expresión cambió, a una seriedad tan afilada como el filo de una espada. Hak estuvo seguro que él sería capaz de cortarle la cabeza a Chiasa sin pensárselo y recibir los gritos y aplausos con una sonrisa repleta de orgullo, alzando su arma manchada de sangre. 

—Señor, estoy dispuesto a hacer lo que sea. No importa qué.

Hak anticipaba aquella respuesta, al igual que su crudeza. Conocía el pensar de los nobles y lo que respectaba a la infidelidad.  Las mujeres lo pagaban muy caro. La muerte o ser obligadas de convertirse en prostitutas. 

El noble ingirió hasta la última gota de su té y observó a Hak.

—Mi guardaespaldas —una sonrisa victoriosa se apoderó de sus pálidos labios —Para siempre. Ese será el precio que pagarás por la libertad de esas dos personas.

Akatsuki no Yona ~ El color de un recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora