—Me sienta perfecto.
La muchacha suplantó la transparencia de sus prendas violetas por el uniforme de una empleada que extrajó del interior de una caja de bonitos trazos florales que estaba en el interior de un cajón.
—No te preocupes —dijo sonriente ante la atenta mirada que el chico le dirigía —Tengo grande semejanza con una sirvienta. Lo único que nos diferencia es el maquillaje y el tamaño del busto, pero de eso no hay de que preocuparse —se dio un suave golpe en los pechos, los que habían sido reducidos considerablemente a causa de una faja que la chica utilizaba y la que le privaba de cierta cantidad de oxígeno; un precio insignificante teniendo en cuenta que estaba en juego su libertad.
Ikki permanecía con una seriedad imperturbable, atento a todos los movimientos de la muchacha, que muy por lo contrario sonreía con amabilidad, ahora libre de cualquier signo de maquillaje, todavía hermosa, con sus dos joyas azules brillando en su perfecto rostro ligeramente moreno y con alguna peca salpicada en sus mejillas. Podía percibir algo distinto en su mirada, a lo contrario que la primera vez. Como si el peso del maquillaje se hubiera llevado una parte de ella.
—Poseo muchos nombres, pero Hikari fue el nombre que me otorgó mi difunta madre —la chica posó la mano en su pecho e hizo una breve inclinación con la cabeza —¿Puedo saber tu nombre?
Ikki titubea un poco cuando le formulaban dicha cuestión. Su pecho quemaba. No es que aborreciera aquel nombre, mas no era el suyo.
—Ikki —formó una pequeña sonrisa.
—Es un placer conocerle, Ikki. Antes de que abandonemos esta habitación, quiero dejarle algo claro. No pretendo ser una carga para vos en un futuro, apenas contaré con su fuerza para poder abandonar este lugar.
Entonces, Ikki comprendió. En aquellos dos orbes existía mucho dolor que se había ido acumulando por mucho tiempo. Seguramente habría soportado mucho, y aunque no le cuestionara comprendía la labor que la joven mujer había llevado a cabo. Eso comprendió al divisar la prenda y el maquillaje.
—No será sencillo —cruzó los brazos detrás la cabeza, hablando con sencillez.
Hikari sonrió. Le agradaba que finalmente la tensión entre ellos hubiera abandonado la estancia.
—Soy consciente de ello. Antes de venir aquí era una vulgar pordiosera con piojos que tenía que hurgar en los desechos de otros —sus ojos dejaron de visualizar el presente. Se vio a ella en su infancia, cosechando los restos de otros, palpándose su hueco vientre —Jamás me imaginé en semejante lugar —dio un vistazo a su alrededor —Es hermoso, pero el camino que tomé para alcanzar esta belleza física no es nada de lo que me enorgullezca.
No tenía reparos de hablarle a él, al que sería su salvador. De él percibía peligro, pero aquella era apenas una parte de él que iba dirigida a quienes no le inspiraban confianza. Su verdadera faceta era la de un hombre cálido, atencioso, que se preocupaba más por los suyos que por su propia vida. No podía ver la piel que la armadura cubría, pero casi podía adivinar las cicatrices que cargaba consigo.
Ikki no dijo nada, apenas sonrió con franqueza. Había algo extraño en su mirada. Como si hubiera logrado tocar una fibra sensible de su alma.
—Espere —Hikari le tomó del brazo, impidiendo que siguira avanzando —dígame que necesita y yo con gusto le tenderé la mano. Estoy segura que no ha venido a esta mansión con la intención de hacer turismo o de salvar a una bastarda como yo.
Ikki la observó una vez más. Sus delicadas manos envolviendo su brazo. Las que ella había manchado con polvo negro de su maquillaje, ocultando lo pulidas que estaban, impropio de una sirvienta.
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Akatsuki no Yona ~ El color de un recuerdo
FanfictionAhora, Yona se halla donde se inició su aventura, en su antiguo hogar. Ahora gobernado por el que un día creyó ser el amor de su vida. Entonces, una guerra se presenta, amenazando la estabilidad del reino que tanto desea proteger. Se alzan las arm...