—¡Momo! ¡¿Dónde estás, Momo?!
La voz de Chiasa se reproducía varias veces por el panorama montañoso, sobreponiéndose a nuevas insistencias por su parte. La ropa se le pegaba a su húmeda piel. Su respiración era semejante a la de un toro alterado. Era con frecuencia que alejaba las fatídicas gotas de sudor que recorrían sus mejillas sonrosadas.
Momo, su hija de cuatro años era hiperactiva y constantemente se perdía, razón por la que tanto sus padres como Ikki y Hikari estaban siempre pendientes de ella, aunque había veces, que como una culebra escurridiza hallaba modo de escaparse y de ese modo alterar a la que era su familia.
Hacía un mes y medio desde que se hubieran mudado a aquel panorama desértico, pelado de vegetación, con apenas tierra y piedras por donde quier.
-¡Momo! -gritó otra vez, sintiendo un peso en su garganta. Estaba cansada. Hacía unos quince minutos desde que hubieran iniciado la búsqueda y la ninguno de los partícipes surgía con la niña.
El conejo había elaborado su madriguera con minucia en esta ocasión.
-¡Mo-!
Retuvo su grito ante la aparición de Ikki con la niña colgándole de un brazo, balanceándose en él como si fuera un columpio. La niña reía, ignorante de la enorme preocupación que había germinado en todos. Sus ojos verdes resplandecían vivaces y sus mejillas rellenas como dos bolas de algodón gozaban de un cálido rosado.
-¡Momo!
La niña engullió en seco sus carcajadas cuando escuchó la rígida voz de su madre. La halló delante, con los brazos en jarra y las manos en la cintura. Tenía el ceño muy arrugado y dos venas se marcaban en su frente. Y con ese aspecto venía en su dirección.
-¡Ikki! -Momo no lo pensó dos veces. Se puso tras su hermano mayor, sirviéndose de su protección, conocedora de su grande destreza.
Ikki esbozó una pequeña sonrisa divertida, viendo por encima de su hombro el alboroto de cabellos que yacía en bola sobre la cabeza de la menor.
-¡Momo, te he dicho mil veces que no te vayas sola por ahí! -le riñó Chiasa, asechando a la menor por un lado del cuerpo del guerrero -¡Deja de esconderte! -la agarró del brazo, pero la niña se aferró a la pierna de Ikki -¡No pienses que Ikki te salvará de unas buenas nalgadas!
-¡Ikki, sálvame! -chilló Momo, aferrándose muy fuerte a él -¡No es divertido! -soltó con indignación ante el semblante divertido de su hermano mayor.
Entre tanto ajetreo, Ikki se hizo con el cuerpo de la niña, la puso sobre sus hombros y sin reparo se escabulló del lugar, corriendo como si estuviera brincando.
-¡Ikki! -Chiasa cerró las manos en puño e hinfló sus mejillas, viendo como el joven desaparecía ante sus ojos -Cielos...
Aquella era una de esas veces en las que Ikki accedía a hacer de guardaespaldas de la mocosa, arrancándole a ella el papel de progenitora.
-Chiasa -Hikari apareció agotada, sudando tanto o más que ella -¿Ya encontraste a Momo?
Le pareció haber escuchado la voz temperamental de Chiasa que apenas surgía cuando ésta pretendía reñir a su hija.
-Sí -suspiró, dejando que el peso de su cuerpo recayera en una sola pierna -Pero Ikki decidió ocuparse de ella. Cielos -bufó un mechón suelto de su cola de caballo -Soy un desastre como madre. No pensé que los niños fueran tan difíciles...
-Momo es una niña más energética que cualquiera que he conocido -Hikari suspiró. También se sentía cansada.
Aquella niña era una alborota hogares. La vida desde su nacimiento se había convertido en una especie de terremoto. Tenía más energía que cualquiera de ellos, excepto Ikki, el único capaz de seguirle el ritmo, quizás esa fuera la razón de que se llevaran tan bien.
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Akatsuki no Yona ~ El color de un recuerdo
FanfictionAhora, Yona se halla donde se inició su aventura, en su antiguo hogar. Ahora gobernado por el que un día creyó ser el amor de su vida. Entonces, una guerra se presenta, amenazando la estabilidad del reino que tanto desea proteger. Se alzan las arm...