Siete.

278 25 5
                                    

—Se lo agradezco muchísimo.

Las lágrimas resbalaban por entre la mugre que yacía en su rostro. Apenas podía ver la figura femenina que se hallaba sentada junto a él, viéndole con suma ternura, adornada por el atardecer de sus cabellos.

—No tienes que agradecerme —Yona posó la frente con cuidado sobre la del niño.

Escuchó su llanto ahogado. Percibió su pequeña mano envolviendo la suya. Le dolía el estado lastimero en el que se hallaba aquella pequeña criatura. Ya no podía considerarse ropa los arrapos que vestía. Los dedos le temblaban cuando pretendía abrazar aquel cuerpo, apenas hecho de huesos.

—Yona. Tiene que tomarse su medicina.

La princesa se hizo un poco para atrás, dejando que Yoon le diera la medicación al niño. Para sentarse requeriría de su ayuda. No podía sostenerse sobre su columna vertebral. Sus párpados permanecían a la mitad, todo lo que podía alzarlos.

El país había ido mejorando después de que Soo Won ocupara el trono, pero todavía habían muchos ciudadanos que padecían el mal reinado del antiguo rey, cuya responsabilidad recaía en la princesa; o al menos en la que un día lo fue. Ahora, después de lo tanto que había perdido, no podía pensar en la posibilidad de regresar a palacio.  Ya no le importaba. Apenas deseaba seguir ayudando al pueblo del modo que habían estado haciendo y por ello le había pedido a Yoon que le fuera enseñando todo lo que sabía sobre la medicina.

—¡Yoon! —el dragón verde apareció repentinamente por la puerta —¡El señor ha comenzado a temblar!

—¡Yona, te encargo al niño! —exclamó Yoon, saliendo apresurado de la vieja barraca.

La pelirroja volvió a acercarse al pequeño. Tomó su pequeña mano, la cual carecía de su color natural. Ahora yacía tranquilo, dormido. 

De repente, la imagen de su niñez suplantó la del niño. Se vio a ella misma, aterrorizada en la oscuridad, tras haber roto la regla de no salir de palacio. Había sido secuestrada tras haberse separado de Hak y Soo Won. Encogida, pensaba en sus amigos, rogaba que la encontraran, y fue entonces, de entre las nieblas, que la mirada azul de Hak surgió, acompañada de su mano extendida en su dirección. Iba a tomarla, pero entonces despertó en la actualidad, donde Hak ya no estaba más.

—Hak...

Rompió en llanto. Era incapaz de pensar en él y no llorar. Su corazón sangraba. Su ausencia la estaba matando día tras día.  Era insoportable el no poder acudir a él.  La carencia de sus brazos envolviendo su figura.  Sus bromas. El sonrojo que había descubierto en su rostro. 

Apretó la punta de los dedos contra sus antebrazos. Hak ya no estaba. Lo sabía, pero no podía hacerse a la idea. No podía soportarlo.  Aceptarlo significaría morir en aquel mismo instante. Nunca antes su corazón había sufrido tanto, siquiera cuando Soo Won la traicionó.  Ningún dolor suplantaba aquel.

—Princesa.

—Hak.

Cuando una calidez la envolvió, creyó ser víctima del recuerdo, de su añoranza, mas entonces fue consciente de una esencia real, cuya correspondía al dragón blanco, el que la abrazaba con fuerza, tratando de oprimir la punzada clavada en su pecho.

Una débil sonrisa nació entre las líneas húmedas yacentes en su rostro.

—Kija, lo siento —se limpió las lágrimas con la manga del vestido —Estoy bien.

El abrazo se profundizó por parte del dragón.  Entonces, Yona percibió un suave temblor que procedía de él.  Se sentía culpable.

—Lo siento, princesa. En verdad lo siento.

Akatsuki no Yona ~ El color de un recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora