11. No más.

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Un silencio incómodo se extendió por unos largos segundos. Ignacio miraba la escena con su cara inteligible mientras la culpa y el miedo se apoderaban de mí.

—Ella no es mi hija —informó Lupe claramente molesta. Volví mi mirada a ella, nunca había visto ese gesto en su cara. La mujer la miró desconcertada y me observó en silencio bajar la niña al suelo, quien no había podido permanecer quieta luego de ver a Ignacio.

Rápidamente caminó hacia él y se refugió en sus brazos mientras él sonreía con calidez y le susurraba algunas cosas imposibles de oír desde la distancia donde nos encontrábamos.

—Oh, lo lamento —dijo la mujer incómoda.

—Debería —aseguró la chica sin mover sus ojos de la mujer que se sonrojó con fuerza y se retiró con rapidez. Respiró un par de veces y me miró relajando su mirada. —El libro...

—Sí —dije tragando saliva e ingresando.

—Pasa Lupe —invitó Ignacio observándonos con Amelia firmemente atrapada entre sus brazos.

—Oh, no. Yo vine a buscar algo y ya me voy —dijo con nerviosismo asomándose un poco dentro del departamento mientras yo me apresuraba a mi habitación para buscar el objeto. —¿Cómo estás? —oí que preguntó.

Tengo un poco de resaca, pero estoy bien.

Nano me contaba que siguieron de fiesta con el otro chico.

Sí, ahora es cuando me arrepiento de no haberme ido a dormir inmediatamente —aseguró y hasta pude oír algo de simpatía en su tono. —Siempre odie las resacas.

También las odio —dijo ella y la vi sonriéndole cuando volví con el libro. Hizo una reverencia con la cabeza y se giró a Ignacio. —Nos vemos.

—¿No quieres quedarte a cenar? —consultó Ignacio, pero sin quitar los ojos de Amelia. —Cociné bastante, pero la verdad es que me siento descompuesto todavía, no quiero que se desperdicie.

—Oh, no. Lo lamento, me están esperando abajo y yo mañana curso muy temprano —dijo incómoda. —La próxima vez me quedo.

—Qué lástima —sonrió y volvió sus ojos a Amelia que llamaba por su atención. —¿Qué es eso? —consultó tiernamente mientras ella balbuceaba y gritaba con alegría.

—Nos vemos entonces —saludó mirándome incómoda y retirándose definitivamente.

Respiré un par de veces y me giré dispuesto a recibir alguna queja por lo que había pasado. Pero otra vez, Ignacio no dijo nada. Estaba entretenido jugando con la niña que se veía feliz en sus brazos.

—¿Dijo algo Eva? —consultó luego de rozar su nariz con la de Amelia.

—Nada, me preguntó por lo de la niñera, pero le dije que habíamos decidido que no la necesitaríamos por el momento.

—Oh, está bien —dijo tomando las mejillas de Amelia entre sus dedos. —Amelia se va a quedar con Nano durante un tiempo más entonces ¿No pequeña? —ella rió fuerte. —Awww ¿Estás contenta a qué sí? —besó su rostro y la separó de él para mirarla. —Oye Amelia... di... Pa-pá... —ello lo miró confundida. —Vamos... Paaaaa-pá.

—Daaaa

—Buen intento niña —aseguró cariñosamente. —Otra vez... paaaaa-pá.

—¿Quieres cenar? —consulté llamando su atención. Tragando duro para pasar el nudo en mi garganta. Lo que había pasado con Lupe segundos atrás en serio debió haberlo dañado.

Nítido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora