Por un momento, cuando él sugirió que volviéramos a tener esa relación de amistad en la que todo era raro pero que no pasaba nada entre nosotros, pensé que era una buena idea. Yo nunca me sentí obligado por él a hacer ninguna cosa de todas las que hicimos. Nunca. Pero no es que me sintiera cómodo tampoco. Yo no conocía ese lado de Ignacio, el lado que podía desear y querer tan avasalladoramente alguien. A mí. Y sinceramente me asustaba.
Muchas veces, en la calle, él me había besado sin siquiera mirar quienes estaban alrededor, sin siquiera preocuparse por lo que los demás podían pensar. También lo había hecho frente a los muchachos, y sí, eran nuestros amigos y todo eso, pero no era necesario aquellas demostraciones. No para mí. ¿Por qué debíamos mostrarle al mundo lo que éramos si ya sabíamos que nos queríamos? ¿Por qué no lo podíamos mantener en secreto? ¿Qué había de malo en ello?
En algún momento, Ignacio simplemente lo dejó de hacerlo. Dejó de buscar mis labios que huían de los suyos, dejó de divertirse cuando yo me tensaba a su alrededor y comenzó a mantener una distancia prudente todo el tiempo cuando estábamos con otras personas. Al principio se sintió bien, era bueno poder relajarme a su alrededor, no tener que estar en alerta todo el maldito tiempo. Pero luego ya no se sentía bien. Porque Ignacio ya no sonreía cuando me rozaba la mano sin querer y yo me tensaba, porque él ponía ese gesto triste cada vez que yo lo seguía en todos sus movimientos para estar prevenido por si él quería atacarme.
Pero me tranquilizaba diciéndome a mí mismo que lo había dejado de hacer porque había notado mi incomodidad. Y sí probablemente lo había hecho por eso. Pero entonces, el poco sexo que teníamos dejamos de tenerlo. En casa no me tocaba más de lo necesario y poco a poco los besos fuero desapareciendo también. Lo notaba más irritable y muy distante. Y sí. Me comencé a preocupar por lo que le estaba ocurriendo, pero él nunca decía nada. Solo me miraba con esos ojos triste y luego sonreía antes de alejarse de mí con alguna excusa.
Incluso comenzó a dormir solo. A mi gustaba dormir con él, pero simplemente lo comenzó a evitar también. Pero qué podía reclamarle con respecto a aquello si él había dejado de hacer todo lo que le gustaba para no verme incómodo, a pesar de que eso lo ponía triste. No podía enojarme porque él no quisiera amanecer a mi lado tanto como yo deseaba hacerlo.
Y sí, a pesar de no tener mucho sexo, me gustaba estar con él. Porque era amable, porque me sostenía como nadie lo había hecho nunca, porque sabía lo que me gustaba. Pero... pero yo tendía a evitar esos encuentros también, porque nunca me terminaron de gustar del todo, no sé... se sentía raro. Y claramente eso también lo pudo notar Ignacio, porque podía ser idiota, pero no era tonto. En realidad, yo no me podía quejar de nada con respecto a él.
Por eso cuando llegó esa noche y dijo que debíamos terminar, que debíamos continuar sólo como amigos, no me molestó mucho. Sí lo que dijo con respecto a Amelia, me enojé y me asusté al pensar que él me podía separar de ella por unos estúpidos celos. Pero luego él dijo que lo lamentaba, que no había querido ser tan malo y que no me quitaría a la niña, y pude volver a respirar.
Claro que se siguió comportando como un idiota con respecto a Lupe. Ella sólo era mi amiga, no quería terminar con ella, pero si él seguía así me vería en la obligación a hacerlo.
Al día siguiente de la primera discusión, la noche en que él me mostró que Amelia había empezado a caminar, me di cuenta que había algo más que me molestaba. Odiaba que él apenas me mirara, que no hubiera intentado tener ningún tipo de contacto conmigo. Yo quería un abrazo, no me molestaba besarlo si él me abrazaba unos segundos. Entonces me acerqué a su lado y lo acaricié para llamar su atención.
Ignacio respiró suavemente y se alejó un poco, con disimulo. Pero yo quería su abrazo, quería su atención.
—Oye... —dije acercándome un poco más y obteniendo sus ojos en mi persona. —Te extraño...
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Nítido.
Teen FictionSiempre que algo es difuso y los límites no son claros todo se vuelve confuso. Es por esta falta de nitidez en su relación que las cosas poco a poco comienzan a complicarse. ¿Podrán estos dos muchachos poner los puntos sobre las íes o todo quedará...