6-Frustración

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Las manecillas del reloj sonaban en aquella fría y solitaria habitación. No fue hasta pasadas unas horas cuando un ruido le despertó, era la alarma de este. Se había olvidado por completo de quitarla ya que desde hace un tiempo, el reloj estaba roto.

Se levantó de su cama mientras sostenía su cabeza, su cuerpo empapado unido a los mechones rosados que caían sobre su cara hacían que su aspecto dejase mucho que desear. Era como si estuviera débil, no tenía fuerzas, sentía un pequeño dolor en sus hombros.

—Estoy agotado—llevando su mano a la cara, se ayudo de esta para levantarse los molestos pelos que cubrían sus ojos.

Preparo un poco de comida antes de darse una buena ducha para recuperar fuerzas, estaba agotado y aquello le vendría bien. A diferencia de otras veces, ese día comió muy despacio.

Ya duchado, comido y algo mejor, salió para dar una vuelta, necesitaba respirar el aire puro y tal vez le sirviera para distraerse un poco de todo aquel tema. Saludó a muchas personas en su camino, era muy popular y muy querido por aquella gente.

—Me pregunto que tal estará el mercado—se dijo a sí mismo caminando hacía allí.

Le costó mucho poder andar entre tanta multitud, era increíble la cantidad de gente que era capaz de estar en un mismo lugar.

—El día que haya un virus suelto y sea contagioso, no sé que será de esta gente—pensaba su mente mientras salía de allí agobiado.

Resultaba un poco irónico que fuera allí precisamente a despejarse para tener que salir y respirar tranquilo. Fue entonces cuando su olfato capto un olor familiar.

—Este olor...es...¿Mira?—lo siguió cual perro olfatea comida.

Y entonces la halló metida en un restaurante, iba vestida de manera elegante, estaba preciosa. Aquel vestido rojo unido a su pelo albino que brillaba cuando era besada por los rayos del sol hacían de ella una autentica belleza.

Pero, al mirar a su lado, había un joven apuesto, pelo rizado y castaño, bien vestido y con una sonrisa que era acompañada por las risas de Mirajane. Fue como un balazo, como si toda la felicidad fuera absorbida por un agujero negro. Natsu sentía su cuerpo dar vueltas en círculos y su corazón ir muy despacio, casi ni bombeaba.

—Mira...—estuvo allí unos minutos observando por si acaso.

Nada, nada cambiaba en eso. El joven se marchó despacio, caminando casi en zig zag...era como si su vida hubiera sido arrebatada y ahora solo era un alma en pena. El joven se sentó en un banco del parque, mirando el suelo, con la cabeza gacha y la mirada perdida.

—Mira...Mira...—susurraba tan bajo que nadie podía escucharlo.

Una suave brisa de aire se levantó en ese momento y algo chocó con su pie, era un periódico de aquel día. Ojalá no la hubiera visto. Ponía; ¡Mirajane y Natsu no están saliendo, este es el novio de la mujer más bella de Fiore!. Venía la imagen de aquel tipo, suponía que había sido derrotado.

—¿Cómo voy a...salir de esta?—por primera vez en su vida, sentía un miedo tan sumamente aterrador que lo único que pudo hacer es abrazarse a sí mismo.

Poco a poco las lágrimas fueron saliendo de sus ojos, se sentía tan sumamente débil que hasta su respiración comenzaba a agitarse de tal forma que casi no podía respirar. Entonces, algo fue cubierto por algo, una especie de manta.

—Te veo mal...Salamander—era Gajeel que le había cubierto con una pequeña manta.

—Ga-Gajeel—al levantar su mirada pudo ver algo que hasta le desencajo por completo.

Llorando, ojos rojos, ojeras que le daban un aspecto muy débil e incluso envejecido a alguien que siempre había rebosado tanta vida.

—Calma, estás a salvo—dijo este preocupado.

—¿Qué haces aquí?—pregunto en un tono muy débil.

—He leído el periódico y me he preocupado.

—¿Cómo me has encontrado?.

—Por el olor, ¿olvidas que soy un dragon slayer?.

—Ah...si...es...verdad—parecía que cada palabra le costaba pronunciarla correctamente.

Gajeel al verlo de aquella manera le agarró y se lo llevó hasta casa. No era buena idea dejarlo allí en un lugar donde podría verlo tanta gente.

—Menudo desastre...es hasta desolador...—comentó al ver aquella casa tan revuelta.

—Es mi casa...me da...igual si te gusta...o no...

—Pues aquí no puedes seguir viviendo—este abrió las ventanas para que se airease el sitio.

Luego, tumbó al mago y le preparo algo de comer.

—¿Por qué haces esto?—Natsu estaba apoyado en el sofá porque sino, se caería al suelo.

—Porque...tú creíste en mí, me aceptaste a pesar de todo el daño causado...estoy en deuda contigo...—contesto de espaldas y preparando la comida.

—Gajeel, quiero preguntarte algo—se acomodo un poco para poder hablar.

—¿De qué se trata?.

Rascó su cabeza un poco, se sonó los mocos y tras beber un poco de agua, miro a su amigo.

—¿Soy tan idiota que Mira nunca se fijaría en mi?—aquellas palabras le hicieron voltearse.

Conocía a Natsu desde hace años, pero era la primera vez que sus palabras eran tan sinceras como profundas sobre él mismo. Al verle la cara, le dolía, era su amigo, un compañero e incluso familia. Y ahora estaba sufriendo de la peor manera posible.

—Eres un idiota, si...—Natsu estaba a punto de llorar—pero sino fueras idiota...no serías Natsu Dragneel—terminó de decir mostrando una sonrisa.

No pudo negar que aquello le saco una sonrisa aunque fuese tan solo por unos pocos instantes.

—Gracias—dijo sin fuerzas.

Ambos comieron la comida preparada por este. Sin duda, Gajeel sabía cocinar, seguramente Levy le había enseñado a preparar aquellos platos tan deliciosos.

—Muy bien, sal un rato fuera y túmbate en el césped—ordeno mientras se ponía a limpiar toda la casa vestido con delantal y mascarilla.

Y aunque al principio no lo podía imaginar, bajo aquella sombra y con la mirada perdida en las nubes, el mago pudo encontrar aunque fuera solo un rato de paz.

Continuara...

Los demonios también aman(NaMi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora