Aquel día, un soleado día me daba los buenos días, nada podía pedir un niño pequeño como yo, tenía el amor de mi madre sin pedirlo.
Bajé rápidamente a verla, me esperaba en el comedor con mi desayuno favorito, no sabía que ese sería el último día que vería su sonrisa, esa cálida y amable sonrisa, una que llenaba mi joven corazón. Lo era todo para mí.
Mi padre a su lado, devolviendo la sonrisa para comenzar a comer juntos, como familia, una que pronto crecería ya que el abultado vientre de mi madre crecía con quien sería mi hermano.
Mi madre comenzó a cambiar su semblante a uno de dolor en medio de la comida, intentó disimularlo pero todos nos habíamos dado cuenta. Mercedes corrió al ver sangre entre las piernas de mi madre. Ella no debía dar a luz dentro de un mes, el pánico y miedo se hizo presente en su rostro.
Mi padre la tomó en brazos llevándose a mi madre hasta su vehículo. No me llevaron consigo, solo escuchaba a mi padre llamar por teléfono a quien consideraba su hermano.
Me quedé impactado en la mesa viendo la sangre en el puesto que estuvo mi madre. Mercedes me llevó a mi habitación, me quedé allí esperando que mi madre volviera con mi hermano en sus brazos ... me quedé esperando toda mi vida que aquello ocurriera.
El funeral fue en un día radiante y cálido, como lo era mi madre, había bastantes personas aquel día, una pareja no se separaba de mi padre, pero él no estaba aquí, estaba sumido en su dolor olvidándose que no era el único.
Sentí la cálida mano de una mujer en mi cabeza revolviendo mi cabello, aparte mi mirada de la lápida para mirarla. Era hermosa, morena y de bellos ojos obscuros, me sonrió abrazando mi cuerpo, pude llegar a sentir ese calor que alguna vez mi madre me dio, cerré los ojos reconfortandome sin saber que esa también sería la última vez que mi madrina me abrazara como solía hacerlo desde pequeño.
Los días pasaban, ya no era consciente de nada, no me interesaba jugar con la montaña de juguetes en mi habitación, ni los abrazos de Mercedes me lograban sacar del profundo dolor que sentía, extrañaba a mi madre... a mi padre, no lo veía de hace meses, no se digna a venir a ver a su hijo, ni preguntarme como estoy.
Estoy solo, siempre solo en estas cuatro paredes viendo por mi ventana el patio donde alguna vez mi madre acarició los suaves pétalos de esas flores que tanto amaba. Siempre miraba esperando algún día volver a ver como las flores la rodeaban.
El día en que Mercedes me había dicho que mis padrinos habían muerto, solo pude sentir nuevamente ese vacío, recordaba los cálidos brazos de mi madrina dándome consuelo aquel día... mi padre había vuelto a perder a sus seres queridos, nuevamente me alejaba aún más de mi padre.
Mercedes me había dicho que la hija de mis padrinos se había venido a vivir aquí, que pronto llegaría, pero yo no iría a recibirla. No me interesaba recibir a una niña, a penas la conocía, era una bebé la última vez que la vi. Escuchaba los ruidos del primer piso pero aún que tenía algo de curiosidad preferí acercarme a la ventana y ver como las primeras lluvias del año hacían un camino colorido en el suelo por las flores que caían. Solo podía recordar a mi madre en ellas, hasta que la vi.
Una pequeña niña corría por los charcos de agua, tocaba las flores, tocaba todo lo que podía y reía como la niña que era, era como una luz de vida en aquel jardín que sucumbia ante la lluvia. Era una niña hermosa y en mi inocencia no pude evitar compararla con una bella rosa.
Pocas veces bajaba hacia algún lugar de la casa, a veces lo hacía para buscar en aquella biblioteca los libros que tanto amó mi madre, aún no sabía que había escrito en ellos, pero allí, en esa estantería había un álbum de fotos, deseaba ver su rostro, la foto que tengo de ella escondida en mi habitación es hermosa, escondida de mi padre, pero deseaba verla en otras, deseaba romper la cerradura que había puesto mi padre para evitar que alguien más las viera.
Al abrir la puerta no esperé encontrarme a quien estaba allí. De cerca pude apreciar la belleza de aquella mujer que me abrazó en el cementerio, eran realmente muy parecidas, me miró igual de sorprendida que yo.
- Tu eres Elizabeth.- Era una afirmación para mí, estaba frente aquella niña, una realmente tierna e inocente que asintió ante mí dándome la razón.
Ladeo su cabeza preguntando mi nombre, sentí como mi corazón se aceleró al escuchar su voz, era tan suave que me estremeció, le dije mi nombre para salir lo más rápido de allí.
Me deleitaba viendo como crecía, la evitaba todo lo que podía pero la miraba por la ventana, cada vez más hermosa, algunas veces se escondía de todos y ni yo sabía donde, solo Mercedes volvía con ella cuando la necesitaba, me mataba saber en que lugar del jardín se escondía.
Me deleitaba verla en aquel jardín, ese que mi madre hizo con tanto amor, extrañaba verla rodeada de esas flores que acariciaba, pero ahora había una nueva mujer allí, ahora había una niña de belleza infantil tocando esos suaves pétalos haciendo que mi corazón se acelerara cada día que pasaba.
Su largo y suave cabello se movía con el viento, su piel morena reluce ante el sol y solo puedo pensar en tocarla. Poco a poco, a medida que crecía ya no la veía como un niño, ya no solo quería jugar con ella, deseaba tocar aquella rosa, pincharme con sus espinas, tocarla, besarla.
Durante la escuela solo podía pensar en ella, mi despertar sexual se estaba obsesionando con aquella muchacha y me sentía enfermo, un jodido desquiciado por querer corromper a una inocente chica que no sabe nada del mundo.
Cada vez ese deseo de perderme en aquella curvas que cada día se acentuaba más y más, en ver alguna expresión en ese rostro de muñeca, aquella mirada fría e inexpresiva la deseaba con locura bajo mi cuerpo.
Lo reconocía, estaba loco, enfermo, obsesionado con ella queriendo hacerle cosas impuras aquella muñeca inerte.Era tal mi obsesión que no pude más aquel día, sería mía sin importar nada, me acerqué al despacho de mi padre fuera de mis cabales. Aquel hombre me daba lo que deseaba, evitaba verme porque sabía que le recordaba a mi madre pero eso no era motivo para evitarme y dejarme totalmente abandonado en mi habitación.
Abrí la puerta enojado y cerrando la tras de mí, dejé salir el aire de mis pulmones relajándome. Apenas me vio lo vi tenso, sabía de sobra que no me quería allí.
- Quiero a esa niña.- Era una orden.
Vi como se horrorizó por mi pedido, había confirmado que yo estaba desquiciado. Tantas veces quiso llevarme a un psicólogo por mi extraño comportamiento pero no podía entenderme, yo solo la quería a ella.
- Quiero que sea mía papá.- Estaba perdiendo lentamente la paciencia ante su mirada llena de horror y desesperación.
- Hijo tiene solo 12 años, apenas hablas con ella, no te entiendo hijo, nunca te he entendido.- Claro que era verdad, era mi padre y no conocía para nada a su hijo.
- La quiero para mí, solo dame lo que quiero como siempre lo haces - Golpee con fuerza la mesa perdiendo toda mi paciencia ante esas palabras, odiaba a este hombre, odiaba a mi propio padre.
-Hijo yo... - Estaba desesperado buscando hacerme entrar en razón. - no sé que hacer contigo, quieres ir a un psicólogo, o lo que sea...
- No, la quiero a ella.- grité, solo a ella, no era difícil de entender.
- Está bien, solo... espera a que le llegue la menarquia por último...
Sonreí satisfecho, sería mía con la aprobación de mi padre, si no hubiera accedido la habría tomado por la fuerza, contra él pero iba a tener a Elizabeth por su propia voluntad y ya estaba planeando como hacerlo.
- Pero hay una condición.- Su voz me sacó de mis pensamientos.- No puedes hacer nada en contra de su voluntad.
Asentí antes de irme, claro que no haría nada en contra de su voluntad, sería ella la que vendría a mi buscando placer, y yo se lo daría consumiendo su cuerpo y marcandolo como mío.
La haría adicta a mí, al dolor y al placer, porque Elizabeth Carsso sería mía y cada gemido, grito y lágrima sería la prueba de que había corrompido a aquella muñeca, aquella rosa que deseaba tocarla y herirme con sus espinas. Sería totalmente mía y la entrenare para hacerla una adicta... lo que no esperaba, era que yo también sería suyo... que terminaría amandola con la misma locura con la que deseaba.
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Siempre mía 🔞
De TodoElizabeth, mi Elizabeth, eres mía, siempre mía... desde que te besé por primera vez, desde que te corrompió mi lujuria eres mía. Te desee con locura cuando apenas eras una niña y cuando te hize mía por primera vez lo supe, debía volverte adicta a m...