capítulo 2

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Cada vez que la tocaba me moría por marcarla, morder su suave piel pero me debía controlar.

Ese primer beso hizo que me desquiciara, me volví loco aquel día. Apenas mi padre me dijo que Elizabeth ya estaba lista comencé que buscar el momento perfecto, me excitaba su inocencia, ni si quiera sabía lo que era un beso y probar aquellos labios me dejó en el paraíso, mi mano en su muslo quemaba por subir y tocarla a mi antojo.

Pero cuando la encerré en aquella habitación, al salir supe que no podía seguir así, escuchar sus gemidos, la suave piel de sus pechos, como su cuerpo reaccionaba a mi tacto, ella se entregaba a mi sin protestar, lo que siempre quise pero ahora que lo tenía al frente me di cuenta de lo mal que estaba tomar la inocencia de alguien tan joven.

Fui a mi habitación rápidamente, ni con una ducha fría pude bajar la erección que tenía. Comencé a masturbarme pensando en ella, recordaba su cara, su sonrojo y como gemía bajo mi lengua, sabía que le gustaba mi fiereza hacia ella, adoraba morderla, saciar la desesperación provocándole dolor.

Me corrí con fuerza manchando mis manos con mi abundante semen, siempre me tocaba pensando en ella, hasta mirándola por la ventana, estaba enfermo, loco, pero quien no lo estaría con ella, me volvía loco de celos de imaginarla en la escuela y que todos admiren su belleza.

Habían pasado casi tres años desde ese beso, perdía cada vez más la fuerza de voluntad para no acercarme a ella, necesitaba mantenerla lejos, debía ser razonable, ella de alguna forma es como una hermana, no puedo pensarla de esa forma, no debo desearla.

Pero cada vez que la veo por la ventana no puedo evitar excitarme de su belleza, de su suave tacto, de su gracia al caminar... esa mirada inexpresiva me vuelve loco. No puedo dejar de tocarme pensando en ella, ya no me basta solo pensarla, deseo tocarla y hacerla mía, toda mía.

Una noche a la que fui a una cena de la empresa junto a mi padre conocí a aquella rubia, Roxanne, una linda chica al lado de su padre. La ignore toda la noche aún que me daba cuenta de como me miraba, de lejos se notaba que era una cínica, porque su mirada estaba lejos de ser inocente.

Nuestros padres hablaban de negocios, pero noté las intenciones de mi padre cuando me pidió acompañar a la hija de ese inversionista a buscar una bebida.

- Eres muy guapo.- Su voz era terriblemente irritante.

No la miré, solo podía pensar en la morena que me esperaba en casa, moría por colarme en su habitación y seguir con lo que habíamos dejado pendiente.

- Iremos a la misma escuela.- La miré unos segundos, no podía negarlo, era bonita, una hermosa joven.

En el camino a la mansión, no podía dejar de pensar en lo que quería mi padre, debía madurar. Su padre sería un buen inversionista, y podría usar a su hija para calmar esta obsesión que me consumía.

- Hijo... Deberías estar con ella, su padre me dijo que le gustaría tenerte en la familia.

- Se nota de lejos que es una caprichosa, ¿Quieres a alguien así para mí?

Sus manos se aferraron al volante, tenía razón, esa chica era más hueca que una nuez, muy bonita y todo pero de lejos se notaba que era retorcida. Quizás si solo veía su belleza y le cerraba la boca podría soportarla, podría usar su cuerpo para saciar mis ganas.

- No te quiero presionar... sólo inténtalo. - Se notaba que buscaba la forma de alejarme de Elizabeth.

Asentí lentamente, lo intentaría. Quizás me servía para pasar el rato.

Apenas dejé a Elizabeth en su salón me harté de las miradas de los curiosos, muchos chicos comenzaron a verla de forma pervertida, tenía que aguantar las ganas de golpearlos, ver como se acercaban para hablarle pero me reía al ver como los ignoraba.

Siempre mía 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora