capítulo 5

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La tenía completamente desnuda amarrada en la cama, a merced de mis perversiones, ahora mismo verla así era una imagen tan erótica, se notaba nerviosa con sus ojos vendados, atenta a mis movimientos, debe estar asustada, estaba temblando ligeramente.

Me acerqué a buscar una fusta algo pequeña, la haría enloquecer solo un poco... solo un poco, recorrí desde la punta de sus pies hasta entremedio de sus piernas con la fusta y me detuve en su intimidad rozandolo ligeramente.

Admiraba su piel sana, sin marcas visibles, suspire... pronto ya no sería así. Tomé el impulso y azote su piel de forma ligera, su piel rápidamente se tornó de un rojo oscuro con la forma de la fusta, miré el techo y cerré los ojos deleitandome de su grito de dolor, me sentía realmente excitado al escucharla.

La piel sensible, la delgada piel de sus muslos se tornaban rojas a cada latigazo de la fusta, era realmente roja su piel lastimada, perdí la cuenta de cuantos golpes le di pero sus piernas estaban marcadas, sus gritos de dolor era bálsamo para mis oídos.

- Busca el placer Elizabeth, el placer del dolor.- Le di un pequeño descanso acariciando su vientre, respiraba agitada y podía ver como las lágrimas caían por debajo de la venda.

Tenía que sacar ese lado masoquista a relucir, tenía que concentrarse en buscar el placer en cada latigazo, la escuché suspirar.

Volví a azotar su piel en lugares donde no tuviera marcas, su piel lastimada se veía hermosa, vi como su mueca de dolor se relajaba, sus gritos de dolor pronto comenzaron a disminuir, incluso jadeo al sentir un último latigazo. Lo logró... el dolor ya no fue tanto, ya no pensaba solo en eso.

Me acomode entre sus piernas, y me acerqué a besarla con pasión, sus labios eran deliciosos, los acariciaba entre los míos, mientras lo hacía bajé mis manos a sus muslos acariciando su piel herida para provocarle algo de dolor, su piel estaba sensible y la sentía gemir levemente sobre el beso. Acaricie la piel de su vientre para después arañar su piel dejando marcar que debieron darle ardor. Bajé a su intimidad, acariciando su piel caliente y húmeda, comencé a masturbarla lentamente, se merecía placer después de haberle provocado dolor.

-No me gusta mucho usar otras cosas que no sean mis manos para hacerte gemir, pero debo entrenarte Elizabeth y lo estoy consiguiendo, estás mojada.

A pesar de haber aguantado los latigazos se humedecio bastante, sonreí, Elizabeth es una masoquista.

Bajé para darle sexo oral, con un poco de tortura, su sabor era tan exquisito, lamia con movimientos circulares de forma lenta su clitoris, demasiado lento y sabía que pronto perdería la paciencia. Mis manos fueron a acariciar la piel herida de sus piernas para provocar un leve dolor mientras recibía placer. Sus gemidos inundaban la habitación y sonreí con malicia cuando sentí sus caderas buscándome, veamos que haría.

- Más David...- Su voz fue un jadeante susurro.

Y eso me enloqueció, me hizo perder mi control y odié el poder que tenía sobre mí, me sentí como un perro a sus órdenes y antes de perder el juicio suspire tratando de calmarme o la follaría aquí mismo.

Reí por lo bajo pensando en su castigo por hacerme perder el juicio, odiaba su poder sobre mi y por lo mismo se merecía un castigo, la sentí temblar asustada ante mi risa.

Su grito de dolor fue tan sonoro, debió escucharse por toda la mansión y maldije su boca, ahora me esperaba un buen regaño. Pero igualmente sonreí, su castigo ejerció efecto.

Ese grito retumbó en mis oídos, era embriagador escucharla, yo había provocado ese grito, me pertenecía.

Había dado un suave latigazo en su intimidad logrando un sonido húmedo, debió doler bastante ya que tenía su clitoris sensible, seguí pasando la fusta por su humedad... creo que fue suficiente por hoy.

Siempre mía 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora