4. Hesitate

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Dedicado a mi amiga Profeyandere

No sabía lo que era tener el corazón roto hasta que me sucedió. Me sentía como Tom de "500 days with Summer". Temía volver a enamorarme, a dar amor y estar dispuesta a recibirlo. No quería volver a sentir tanto dolor en mi alma y en mi corazón (o lo poco que quedaba de él). Iba caminando por la acera inmersa en mis pensamientos depresivos mientras escuchaba "When you look me in the eyes" de Jonas Brothers. Esa banda era la única que calmaba mi dolor y mis crisis de ansiedad. 

Me paré delante de un pequeño drugstore* y compré una caja de cigarrillos. Mi consumo del tabaco había incrementado de forma sorprendente debido a mi depresión y a mis constantes ataques de pánico. 

*drugstore en Argentina

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*drugstore en Argentina. Aquí más conocidos como kioscos.

Compré mis cigarrillos y me retiré de allí. Tomé un cigarro y lo encendí para luego fumarlo con lentitud mientras seguía caminando por la acera escuchando música en mis audífonos. Era alrededor de la una de la madrugada cuando me cruzo a un joven de cabello largo y barba algo desprolija. Tenía los ojos tan rojos como el infierno pero estaba sobrio. No parecía estar en algún estado de embriaguez o drogas. Ese joven lloraba. Algo le angustiaba.

Detuve mi caminata para darme vuelta y seguirlo con la mirada. Caminaba lentamente, y con la mano en los bolsillos de su pantalón. No sé porqué pero algo me decía que debía ayudarlo. Me acerqué hasta donde se encontraba y, suavemente, lo detuve del brazo.

- ¿Disculpa? - me dijo algo exaltado, aunque su mirada dijera todo lo contrario.

- Perdona, no quise asustarte, es que te vi tan afligido que me preocupé - sonreí levemente - soy ________ - y levanté con lentitud mi mano derecha intentando saludarlo.

- Syd - tomó mi mano y dijo a secas. - No quiero dar lástima, ¿sabes?

- Ven conmigo, yo también estoy tan mal como tú.

- ¿Cómo lo sabes? - preguntó un tanto sorprendido.

- Porque lo veo en tus ojos.

Nos miramos a los ojos por unos segundos y lo tomé de la mano, entrelazándola con la mía mientras caminábamos sin decir nada y sin mirarnos. Su toque me estremeció por completo y él afianzó su agarré en mi mano. Caminamos y caminamos hasta llegar a una plaza que, por las altas horas de la madrugada, estaba vacía. 

Nos sentamos en una de las bancas cercanas que no era iluminada por los postes de luz que la plaza tenía por doquier. Nos sentamos y miramos lo que teníamos enfrente sin soltar nuestras manos. La paz que sentía en estos momentos era algo que llevaba dos años sin sentirlo. Ambos estábamos en un silencio bastante cómodo hasta que comencé a sentir lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta...

Burnin' Up with Evans & othersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora