12. Bad to the Bone

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Advertencia: spoilers de "Snowpiercer"

Hace diecisiete años el mundo cambió y no de una buena manera. Estaba, literalmente, congelado, y solo un tren transportaba a los pocos sobrevivientes al congelamiento global. Sin embargo, éste se dividía en dos: los ricos y de clase alta al frente, gozando de buena calidad de vida y al final del tren estaban los pobres, quienes se encontraban en condiciones no aptas y de poca dignidad. Comían, si es que conseguían alimento, supuestas barras de proteínas las cuales estaban hechas a base de bichos y/o insectos. Eran controlados con gente especializada en máxima seguridad, aunque por el maltrato que daban a la clase humilde del vagón, parecían haberse basado en el historial asesino del holocausto.

Yo era de la clase alta pero no gozaba de los lujos todo el tiempo. Era una más de la servidumbre. Sin embargo, no era de la clase de sirvienta que limpiaba y atendía "normalmente" a la gente. Era algo más... particular.

Mis servicios eran exclusivos a los patriarcas millonarios del vagón. Creo que todos ya saben a qué me refiero.

En fin... digamos que mi "trabajo" no es gratificante. Mi única paga es tener mi propio cuarto con ducha incluida, comida y vestido. Mi vida era un lujo a comparación de las pobres almas al final del tren. Nunca quise tener esta vida. Antes del trágico suceso de la naturaleza, mi día a día se basaba en dar clases de música a adolescentes con problemas de hipoacusia, aquellos que sufren de una pérdida parcial o completa de la audición. Enseñaba a tocar el bajo, guitarra y batería. Amaba mi vida con locura. Pero la felicidad dura poco...

Cuando llegué al tren fui una más de las personas del final del vagón. Sin embargo, sólo duré un día y medio allí. Una noche, en medio de los controles de los guardias de seguridad, un tipo alto y fornido me vio. Le ordenó a los guardias que me llevaran con él a su sector.

Allí me propuso ser una de las prostitutas del tren. Si aceptaba, gozaría de buenas condiciones para vivir. Si declinaba, me tirarían por la puerta para morir congelada. Estaba entre la vida y la muerte.

En mi "trayectoria" sólo gocé de dos encuentros con un sólo hombre. Me respetó como mujer y se preocupó de que no me hiciera daño. El resto fueron múltiples abusos físicos y psicológicos de parte de degenerados. Me habían robado la virginidad de la peor manera y me lastimaron el cuerpo varias veces con mordidas, golpes y otros aspectos más que es preferible no mencionar.

Mi trabajo continuaría en el vagón alegre y colorido pero, en una noche de furia a la que no accedí a los pedidos de "El Jefe", todo terminó de la peor manera.

- ¿Así que no vas a actuar como una niña? - preguntó enfadado mientras tiraba mi cabello.

- ¡Estás enfermo, asqueroso infeliz! - exclamé asqueada.

- Me hubiese encantado que seas una de las niñas del vagón - sonrió con arrogancia.

- ¡Pedófilo hijo de puta! - grité con bronca y llanto.

- Me importa un bledo lo que digas, maldita puta, y como no vas a satisfacer mis necesidades por las buenas... las harás por las malas - sonrió con maldad.

Me dejó en mi lencería de encaje negra y me llevó hacia el vagón de "los pobres", mientras niños, mujeres y hombres se encontraban sentados y ordenados por los guardias.

- Oigan, muchachos, hoy comerán muy a gusto - sonrió con malicia - les traigo este manjar. Está un poco usada pero pueden disfrutarla - me empujó hacia la gente - ¡es toda suya! Guardias - ordenó - larguémonos de aquí. Dejen que coman en paz.

Y así fue como hombres desesperados (y degenerados también) por tocar a una mujer me tocaron por todas partes, besando, lamiendo, mordiendo y tocando cada parte de mi cuerpo. Un grupo de seis tipos corpulentos me arrastró hacia un pequeño sector de telas sucias y malolientes donde había un pedazo de relleno de colchón en el suelo. Me quitaron las pocas prendas que tenía y me tiraron hacia el piso, cayendo sobre el "intento" de cama.

Al menos los hombres del vagón del frente tenían obligado usar condón pero estos tipos parecían no tener siquiera ropa interior. Preferiría morir congelada antes de lo que estaba por suceder conmigo.

Uno de los hombres se lanzó hacia mi cuerpo mientras yo gritaba pidiendo ayuda. Mi cara estaba totalmente roja del ardor y el susto. Lágrimas caían con brusquedad sobre mis mejillas y mi garganta dolía y quemaba debido a los gritos que daba. El primer hombre estaba por penetrarme hasta que otro tipo, uno más grande y fornido que el resto, los apartó del lugar para luego clavarles un cuchillo en el medio del pecho, incluyendo a mi agresor.

La sangre del, ya muerto, tipo se escurría sobre mi desnudo y frágil cuerpo. Temblaba y lloraba en silencio mientras observaba en estado de shock cómo terminaron las cosas. Mi salvador de ojos azul cielo llamó a una mujer con el nombre de "Tanya" y ésta vino con una bata desgastada y una toalla vieja. El hombre de mirada penetrante se retiró del lugar y me dejó con la morena. Ella me limpió, me contuvo un buen rato entre abrazos y consuelos y me vistió con la bata.

Me acompañó hasta un sector donde había una cama y tenía como paredes unas telas viejas y desgastadas.

- ¿Cómo estás? - preguntó mi salvador. Yo lo miré con temor. Creía que él podía hacerme daño como los demás hombres del tren - oye, tranquila - dijo colocando ambas manos detrás suyo - soy Curtis.

- Gracias - fue lo único que pude decir. El hombre de gorra negra me sonrió.

- Puedes dormir aquí hasta que te consiga un lugar. No es a lo que estás acostumbrada - dijo apenado.

- No te preocupes. Está bien - dije desganada.

Y así fue como conocí a Curtis. Era muy respetado en el vagón. Siempre defendía a los indefensos junto a su gran amigo Edgar. No había noche en que no hablábamos de lo que sea. De nuestros miedos, sueños, el pasado o el esperado futuro.

Debido al frío del mundo, habían noches donde compartíamos la cama para darnos un poco de calor corporal. Sin embargo, nunca pasó nada entre él y yo. Curtis nunca se propasó conmigo y no permitió que otro hombre me volviera a tocar. Pero... nunca digas nunca.

Una noche, pude observar el cuerpo algo desnutrido de mi "compañero" de cama. Seguía teniendo una buena figura a pesar de la extrema delgadez. Al parecer tuvo un muy buen cuerpo antes de subir al tren. Esa noche me excité como jamás lo había hecho desde que "trabajé" de lo mío.

- Wow... - dije sorprendida.

- Wow, ¿qué? - preguntó riendo.

- A pesar de que no comes casi nada, mantienes tu figura - dije rozando su pectoral con mis dedos. Él rió a carcajadas.

- No seas idiota, jovencita - sonrió - una rama se vería más sexy al lado mío - rió.

- Puede ser... pero me gusta cómo te ves - dije acercándome a sus labios.

Curtis me tomó con suavidad del rostro y me besó con amor y pasión. Sus manos pasaron por mi cuerpo lenta y respetuosamente. Me cuidó como ningún otro hombre lo hizo en este maldito tren.

El frío entre nosotros se extinguió cuando fuimos uno. Curtis me tomó de una manera tan excitante pero adorable al mismo tiempo. No sentí dolor, ni asco, ni nada de eso. Sentí pasión, lujuria pero sobre todo amor... mucho amor.

Me encontraba recostada y con la espalda hacia el techo mientras el hombre de mirada bella me tomaba por atrás. Mi feminidad estaba súper estrecha lo cual ponía a mi amante a mil. Mis gemidos fueron callados por sus manos gigantes la cual cubrieron mi boca en su totalidad.

Estuvimos haciéndolo por unos minutos más hasta que Curtis se salió de mi interior para terminar con sus restos en mi vientre. Tomo un paño del suelo y me limpió la piel para luego tomar varias telas viejas para cubrirnos en la cama.


Burnin' Up with Evans & othersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora