Capítulo 7

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Una vez en el interior, Sefield ve un pasillo con unas escaleras tapizadas de alfombra roja y salones enormes. El lugar es sumamente bello y repleto de personas de todas las edades, desde niños hasta adultos que andan por doquier.

—Vamos, después te mostraremos todo- dice Gen y lo toma de la mano —vamos al salón del banquete.

Se dirigen allí. Al entrar los doce miembros de la orden, todo mundo los observan con profundo respeto y les permiten el paso sin importar que había una gran fila para tomar los alimentos. Los doce miembros pasan y Gen y Sefield los siguen mientras todos los ven y analizan, al parecer el rumor del duelo que Abasi había sostenido contra Sefield ha corrido rápido. Todos les ceden el paso al igual que a los doce miembros. Sefield coloca a Gen frente a él y continúa avanzando, toma un plato y voltea a ver todos los tipos diferentes de comida que había para elegir. Ahora se encuentra sumamente feliz ya que ama la comida del mundo humano. Empieza a llenar su plato a rebosar haciendo que Rosetta suelte una carcajada. Sefield toma un pedazo de pollo que ya no cabía en su plato.

Gen se sirve muy poca comida y al caminar después de que tomaron sus alimentos Se dispone a caminar a una mesa donde se encontraban sentados un grupo de estudiantes pero la voz de Vincent la detiene.

—¿A dónde vas, enana? Pueden sentarse con nosotros, tenemos bastante espacio.

Gen se sorprende ya que ellos tienen una mesa exclusiva, trata de responder pero es interrumpida.

—Además tenemos el presentimiento de que nuestra orden se ampliará dentro de un poco. Aparte hay algo que tú tienes y quiero echarle un ojo desde que te vi llegar cuanto intentaste bloquear todos nuestros ataques- interviene Amelia.

El resto de los estudiantes que se encuentran en las filas de las mesas abren sus ojos con asombro al escuchar pues no podían creer que una estudiante de casi nuevo ingreso se había antepuesto a los conjuros de los doce miembros y estaba con vida para contarlo.

—Solo tuvimos suerte, de no ser por el gran maestro que nos salvo- se excusó Gen.

—Yo creo que a quienes salvó fue a nosotros, pequeñita. Por eso amo al gran maestro- interrumpió Elicia.

—Coincido contigo, Elice- asintió Abasi, riendo.

Gen y Sefield se dirigen entonces a la mesa de los doce miembros para tomar asiento. Al pasar junto a Elicia, Gen es tomada por ésta quien le sonríe.

—Tú te quedas aquí, pequeña. Lo siento, galán te la tendré que robar- se burla Elicia.

Sefield continúa caminando, buscando los asientos vacíos hasta que una voz lo llama.

—Ey por aquí, Seff. Siéntate junto a mi- le dice Abasi.

Sefield sonríe y rápidamente se dirige en esa dirección en donde al llegar un sentimiento de felicidad lo hace sentirse cómodo al notar que al igual que él, todos los miembros varones de la orden comen igual que él con los platos hasta el punto de casi desbordarse de comida. A lo lejos logra divisar la mesa principal en donde come el gran maestro y el resto de profesores. Entonces el gran maestro se mueve y su voz resuena por todo el comedor al hablar.

—Buen provecho, estudiantes- dice.

—¿Y qué es la orden, Abasi?- pregunta Sefield con curiosidad.

—Somos un grupo de magos educados por el gran maestro y todos nuestros grandes maestros que de muchos sobresalimos. Es conformada por doce miembros que tú ya conoces, incluyendome. Nos dedicamos y vivimos únicamente para eliminar las hordas de Satanás que siempre intentan robar a los nuestros y si no accedes te eliminan. Se dice además que Abasi es el más guapo y poderoso de ellos- explica el mismo Abasi.

De inmediato empieza a ganarse las burlas de sus compañeros quienes comienzan a intercambiar palabras ante su comentario. Sefield voltea a su alrededor y es testigo de la felicidad que emana en todas partes lo cual le hace feliz también a él. Hasta que su trance es interrumpido.

—Anda, ya dime que me muero de curiosidad ¿dónde tienes tu catalizador?- exclama Abasi con entusiasmo.

De pronto todos en la mesa de los miembros de la orden dejan de comer y detienen sus movimientos. Al parecer todos tienen la misma duda.

—No necesito uno- responde Sefield, acompañado de una hermosa sonrisa y todos empiezan a reír, Abayomi toma un sorbo de su vino y entonces Abasi vuelve a hablar.

—¿Y cuantos elementos dominas?

—Todos, creo.

Rápidamente se le sale el sorbo de vino por la nariza a Abayomi. Todos en la mesa giran a ver a Sefield con incredulidad y dicen al unísono; —¿todos los elementos?

—Si- afirma Sefield soltando una carcajada —después les mostraré, ahora tengo hambre.

—Una pregunta más- interviene Micaela —tú y Gen ¿qué sucede entre ustedes?

A lo que Gen de inmediato se incorpora y advierte en voz alta; —ni se te ocurra.

Pero es interrumpida cuando Elicia le tapa la boca para no dejarla hablar.

—Pues tengo una misión y parte fundamental para llevarla a cabo es encontrar a la hechicera o bruja más poderosa de estos tiempos y esa es o será ella- responde Sefiel con honestidad.

—Claro que no- dice Gen, sonrojada y avergonzada —cualquiera miembro de la orden es mucho más poderoso que yo.

Entonces Elice envuelve sus manos alrededor de la de Gen.

—¿Puedoooo?

—¿Puedes qué?- pregunta Gen, confundida.

—¿Puedo ver ese bello catalizador que posees? ¿Cómo es que lo obtuviste?

—Sefield me lo fabricó y obsequió luego de hacer pedazos mi antiguo catalizador, es lindo ¿a que si?- contesta con una sonrisa.

—A parte de mono se ve que es poderoso. Me muero por verlo en acción ¿qué tal te va?- continúa Elicia.

—No lo sé, no lo he utilizado. No quiero arrancarme la cabeza aún- se burla Gen.

Y así, en medio de conversaciones amenas, la cena termina sin darse cuenta y el lugar donde todos se encontraban comiendo ahora se encuentra medio vacío, algunos despistados aparecen apenas llegando al banquete. Sefield se pone en pie.

—Bueno amigos, fue un placer haberlos conocido pero tengo que estar al alba en la entrada esperando al gran maestro y si esta bien con ustedes me retiraré.

De inmediato, al igual que Sefield, se pone en pie Gen.

—Debo mostrarte dónde dormirás. Ya el día de mañana te mostraré la fortaleza si te parece- dice ella.

—Estoy de acuerdo- asiente Sefield.

Y ambos se marchan del salón caminando por un enorme pasillo con diversos cuadros y pinturas antiguas colgadas de sus paredes que los conducían hasta las escaleras que había visto al entrar. Subieron hasta el tercer nivel donde nuevamente se encontraba un enorme pasillo pero en esta ocasión en lugar de cuadros y pinturas, había puertas a ambos lados, las puertas de los dormitorios.

—Este es el tuyo, es el dormitorio luna- explica Gen.

Había nombres de astros en las puertas como señal del dormitorio asignado a cada estudiante.

—Bueno, hasta mañana. Yo estoy en orión, por si necesitas algo.

—Te veré mañana, descansa, Gen- corresponde él.

Y así Sefield entra al que será su dormitorio. Al pasar la puerta se encuentra con un pequeño catre de madera y pieles de animales, una mesa con pergamino, tinta y pluma y un hermoso ventanal por donde se podía ver la luna en su máximo resplandor. Se recuesta sobre las pieles y piensa para sí mismo; esto será una aventura, ¡me gusta!.

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