El Mago

Capítulo 17.1

A pasado bastante tiempo desde que Abasi, Abayomi y Bastet estuvieron en casa, ahora su hogar está completamente dominado por el enemigo quienes viven entre la población egipcia sin ningún problema. Es por esta razón que deben ser más cuidadosos y andar con precación a cada paso que dan.

En su camino se encuentran con Necrópolis la que fuese Menfis, capital de Egipto y la cual se encuentra a orillas del imponente y maravilloso río Nilo cuyas aguas rodeadas de montañas arenosas y palmas que ondean al compás del viento caliente que sopla llevando los granos de arena y el olor desértico parece saludarlos desde la distancia. En este nuevo paraje el calor es sin duda es uno de los mayores enemigo junto con los demonios quienes han tomado Egipto como el epicentro de su concentración. Estos seres se esparcen por todo el mundo, sin embargo la cantidad de éstos en Egipto es sin duda apabullante.

Las admirables planicies desérticas y los paisajes que ofrecía este gran país ya no son lo de antes o al menos no era lo que Abasi, Abayomi y Bastet alguna vez llamaron hogar. Tal parece que la fortaleza egipcia había sido derrotada y ahora muchos de los hechiceros que habían servido a ésta se habían unido a las legiones, quizás obligados o tal vez por voluntad propia, no se sabía y a estas alturas tampoco es que importara demasiado.

Mientras la noche se aproxima inevitablemente y el clima pasa inesperadamente de caliente a un tibio más agradable y menos sofocante el grupo se escabulle a las afueras de la ciudad que atraviesan. Ya desde antes habían quedado asombrados al ver de lejos las tres imponentes pirámides que enriquecen la vista de cualquiera, sin embargo verlas de frente y más aún con los tenues colores púrpuras y naranjas que deja el atardecer es una experiencia única.

Abasi les ha contado que en realidad se tratan de tumbas pertenecientes a tres faraones del antiguo Egipto; Keops, Kefrén y Micerino. Estas tumbas se encuentran custodiadas por una enorme y majestuosa esfinge de rostro apacible observando al horizonte la cual se alza frente a las pirámides como una eterna guardiana. El resto del grupo ha quedado totalmente maravillado con la hermosura de semejantes monumentos sin duda dignos de admirar.

-Creo que sería mejor si nos adentramos al desierto para evitar atravesar las ciudades. Considero que tendríamos mejores probabilidades de no ser descubiertos- comenta Abasi.

El grupo está de acuerdo con la idea por lo que deciden adentrarse de regreso al caluroso desierto pero antes de poder siquiera avanzar dos hombres de aspecto aterrador se acercan a ellos deteniendo su avance. De los labios resecos y correosos de estos hombres surgen preguntas en idioma árabe egipcio y no necesitan tener conocimiento en la lengua para saber que les están cuestionando sus motivos de estar en esa ciudad y sus futuros planes por ahí.

Los hombres completamente rapados de piel bronceada muy oscura y ojos llamativamente delineados les cierran el paso con más intensidad al tiempo que los recorren con desconfianza. Sus vestimentas al estilo local son túnicas blancas y largas. Abasi se toma el tiempo de responder a dichas preguntas empleando su lengua natal con tanta ligereza que parece convencerlos y por un momento los dejan en paz. Sin embargo esta pequeña victoria no dura demasiado y nuevamente son detenidos cuando apenas empezaban a avanzar hacia el desierto.

Uno de los hombres apunta hacia Gen y empieza a cuestionar nuevamente usando su lengua madre. Gen no tiene idea de lo que está ocurriendo pero por la forma en que las voces se vuelven severas y Bastet intenta intervenir pero es rechazada deduce que la cosa no va bien.

-Bueno qué más da, al parecer se terminó nuestro pasar desapercibidos- dice Elice.

Debido al tono alto y amenazante en el que aquellos hombres habían empezado a hablar llama la atención de otros tres quienes se aproximan dispuestos a intervenir y hacer más escándalo del necesario. Vincent ni siquiera lo piensa demasiado cuando actúa rápidamente golpeando las nucas de los cinco hombres hasta dejarlos inconscientes, sus ataques son tan rápidos que son pocos los que logran seguir sus movimientos.