Capítulo17.3

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-Si quiero que esta mierda cambie ya sé lo que tengo que hacer- exclama Elice con convicción.

Voltea hacia Vincent quien aún intenta derribar el muro invisible y sin pensarlo mucho corre hacia él, atravesando el cubo que lo protege hasta aferrarse a su espalda dando un abrazo firme acompañado de un beso sobre la comisura de sus labios que abarca parte de la mejilla. De inmediato Vincent tiene un mal presentimiento, sus ojos reflejan la preocupación ante ese acto tan cariñoso.

-Elice- la llama, su voz ligeramente temblorosa -¡Elice!- insiste, esta vez con más fuerza pero su garganta no responde como debería y su grito termina pareciendo más bien una súplica desesperada.

Elice dirige sus pasos hacia la pequeña hechicera oscura tratando de ignorar la voz rota de Vincent llamándola y el nudo que se forma en su garganta la cual se encuentra siendo protegida por una cantidad obscena de enemigos. Decidida a atravesar esa barrera e internarse a la misma boca del lobo Elice aumenta su velocidad pues está segura de que esa batalla seguirá hasta costarles la vida y no está dispuesta a que algo como eso suceda.

Avanza con pasos largos y firmes derrubando a tanto enemigo como le es posible, saltando entre cuerpos, armas y hechizos que intentan frenar su avance. La adrenalina golpea su cuerpo con un hormigueo que corre por su sangre haciendo que los latidos de su corazón aumenten y la poca energía que tiene se multiplique encendida por el impulso que el peligro y la velocidad le brindan.

En medio de su frenética carrera se toma un momento para buscar a Bastet con la mirada pues sin duda se estaría alejando más de cien cuerpos de ella por lo que la idea de recargarla quedaba descartada desde ese momento. Bastet siente su mirada y ambas se observan por apenas segundos, sus pechos siendo presionados. Bastet sabe que no hay mucho que pueda hacer al respecto, Elice ha tomado una decisión por muy arriesgada que pueda ser y aunque pudiera convencerla de no seguir adelante de igual manera terminarían sufriendo una aparatosa derrota. Es por eso que con el corazón en la boca y el mayor pesar que hubiese sufrido la deja marchar lejos de su alcance, lejos de su protección.

Elice se concentra en el camino que la separa de la hechicera quien parece notarla pero no hace nada al respecto. Elice sabe que no debe confiarse y lo confirma cuando de pronto una figura enorme aparece frente a ella como si hubiese caído del cielo. El gigante que le cierra el paso cae sin gracia haciendo retumbar el suelo arenoso a sus pies y con un solo rugido de sus grotescos labios agrietados hace que el resto se aleje pues ha decidido ser él quien acabe con Elice.

Con una sonrisa socarrona Elice le hace frente imaginando que debe tratarse de uno de los generales de esas legiones o de lo contrario no le mostrarían semejante respeto y temor.

El gigante no lo piensa demasiado cuando deja ir el primer zarpazo en dirección a Elice, su cuerpo enorme de aspecto desagradable se mueve muy rápido a pesar del tamaño de sus extremidades. La chica logra esquivar el primer ataque sin mucho problema dándose incluso el lujo de dar una voltereta en el aire antes de que su aura tome un tono café como el de la tierra húmeda en una mañana lluviosa.

Del suelo inestable que rodea el campo de batalla teñido de rojo sangre se alzan cientos de rocas y arena que forman una especie de puño de gran tamaño que es enviado hacia el gigante quien con un solo movimiento destroza todo en un parpadeo. Los enormes pies del aterrador ser se mueven rápidamente corriendo hacia Elice, provocando pequeños terremotos que descontrolan su entorno con cada nueva zancada que da.

Elice cambia el color de su aura a una carmesí, negándose a rendirse y se prepara hasta que tiene a su enemigo a una distancia considerablemente cercana solo para recibirlo con una ráfaga de fuego que le da de lleno en el rostro pero el gigante hace uso de sus gruesos brazos para cubrirse y sigue avanzando sin inmutarse. Elice no es capaz de reaccionar cuando el gigante ya se encuentra frente a ella alzando el puño en alto antes de dejarlo ir contra ella. Colocando sus delgados brazos en forma de escudo frente a su cara la chica apenas logra resistir la inmensidad del ataque antes de que su cuerpo salga disparado, rodando por la arena y los restos de cadáveres sin poder controlar la dirección y dejando un camino de sangre pues el impacto de esos enormes nudillos le ha herido y desgarrado en más de un lugar.

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