La casa de David ha tenido varios cambios en estos años. Entre ellos ha mejorado su entrada dejándola más bonita con un sendero de piedra y arbustos verdosos, Daniel desarrolló con maderas sobrantes y adobe un invernadero para plantas que requieren cuidados más especiales y un horno de barro para hacer pan, el cual traía a la mesa para su familia y habitantes. También mejoró el pesebre en que Argos estuvo en algún momento cuando conocí a los lobos, había reconstruido con paciencia el espacio donde solían dormir los animales de los visitantes y uno de ellos me llamó la atención.
El caballo se veía más viejo desde la última vez que lo recordaba pero mantenía una buena presencia.
— ¿Argos? — me pregunté al verlo
Los otros lobos se sorprendieron tambien del animal y pronto un aroma que todos reconocimos que salió del pesebre.
Tomando un poco de pasto seco, se encontraba el cuerpo medio encorvado y grande de Gabriel.
— ¿Cuándo llegó aquí? — le hablé al grupo mientras David paraba nuestro medio de transporte.
— Estoy tan sorprendido como tú — habló el viejo lobo — No pensé verlo tan pronto.
Creo que nadie lo esperaba, en especial después de lo conversado con David hace menos de un día.
Gabriel llevaba el pelo más largo que el que recordaba verlo, denotando que llevaba un tiempo afuera trabajando, sus suaves rizos medios rubios a castaños caían muy disimuladamente bajo un gorro de lana algo viejo que estaba usando y escondía parte de su magullada cara y el parche negro que usaba para esconder la falta de un ojo.
David lo saludó, haciendo que el leñador subiera la vista mostrando un curva de una sonrisa de cortesía.
— ¿Qué haces aquí? — consultó David sorprendido — Pensé que no te vería en mesas.
— Así lo pensé también — respondió Gabriel dejando que su cuerpo saliera al suave sol de tarde de aquel día— Pero tuve que cambiar de planes.
La carreta fue guardada y todos decidimos ingresar a la casa. Nos dio la bienvenida el aroma a madera fresca, ramos de flores y la tibieza de una chimenea como lo suele hacer. Había poca gente en el hostal. Por lo general gente que no reconocía gracias a la Luna. No quería encontrarme con familiares o con la misma Ronda en ese momento.
David nos invitó a sentarnos, mientras Daniel y Ramón comenzaron ha hacer parte de sus tareas: cuidar los animales recién llegados y revisar el huerto.
— Jeremías me comentó que ibas de viaje a otro lugar a cortar madera — comenté al sentarnos.
— Así es — habló el leñador recostándose en la silla — Pero hubo un problema en ese lugar que ha generado muchas molestias.
David había traído té y agua para el momento. Gabriel se había servido un vaso de este último y dado un gran trago antes de continuar hablando.