28. La Pijamada. Parte 2.

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Advertencia: Este capítulo tiene más de una perspectiva por lo que deberías estar atento.

Además es muy posible que quieras matar a la autora después de esto.

Sin más dilación, aquí va.

~

Diego

—Lily, dijiste que esta vez si vendrías.—Digo molesto al teléfono.

Es la tercera vez que me presenta una tonta excusa por la cual no puede ir a mi partido, se que tal vez sea algo aburrido para ella, pero estaba esperando que este ahí para mi.

Solo una vez.

—Lo siento, guapo. Las chicas me insistieron para que vaya con ellas a comprar ropa, además, ¿te gusta cuando me ponga linda, verdad?.—Dice en un tono meloso, el cuál consigue hacer estragos en mi.

—Me gustaría más pasar tiempo contigo. ¿Tienes que comprar ropa justo el jueves?.

—Aw, eres una cosita tierna.—Hago una mueca de disgusto, por alguna razón no me gusta cuando dice eso. Me hace sentir como si fuera un niño coqueteando con una mujer adulta.—El domingo soy toda tuya, osito.—Quiero protestar, pero se que es una pelea que no ganaré.

—Esta bien, hermosa. Cuidate.—Con mucho desgano me despido de ella.—Ya te extraño.

—Adiós, guapo, nos vemos luego.—Escucho el sonido de la llamada cortandose.

A veces pienso que Lily y yo no somos tan compatibles como me gustaría creer, pero los opuesto también se atraen, ¿no?.

En general soy mucho más tranquilo que ella, no disfruto tanto de las fiestas como ella, prefiero las noches tranquilas solos en mi casa con una pizza, una película o hasta estudiando si la situación lo amerita. Siempre pensé que tendría ese tipo de relación donde podríamos hacer todo juntos, pero no podría pedir más.

Quiero demasiado a Lily, es más me atrevería a decir que estoy enamorado de ella. La chica me vuelve loco. Tenemos nuestros altos y bajos, normales en todas las parejas, supongo.

"Ella no te merece, Diego."

Sacudo ese pensamiento de mi cabeza rápidamente. Lily me quiere, de una forma extraña pero lo hace. Quiero decirme que Rose solo esta celosa, pero me abofeteo mentalmente nada más pensarlo.

Mi Rosita no es así.

Si hay una persona que me ha apoyado siempre, sin importar que, esa es Rose. Es la mejor amiga que he tenido.

Y ahora estoy muerto de miedo porque siento que la estoy perdiendo.

—Amigo, ¿por qué esa cara de depresión?.—Pregunta Tanner, alcanzandome mientras camino.

—Nada, solo estoy algo cansado.—Sonrió.—¿Qué hay?.

—Oh, no tienes idea.—Pone una sonrisa gatuna que termina por asustarme un poco.—Nuestra presencia es requerida en la casa de Sebastián, esta tarde.

—Ok...—Digo extraño.—¿Alguna razón específica?.—Pero Tanner ya me esta dejando hablar solo.—¡Bestia!

—¡Lo sabrás cuando llegues!.

~

La casa de Sebastián es como una mansión, una versión adaptada a la modernidad pero una mansión después de todo. Una lástima que no tenga una piscina o sería el lugar donde pasaría mi verano.

Como sobrevivir al primer amor © EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora