Capítulo 05.

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Rance dejó de leer en el fragmento 23.4, donde Surtur comenzó a escribir sobre Elentari y la confesión que hizo. Sus manos empezaron a quemarse mientras su piel se desprendía de a poco. Decius se levantó asustado de la cama y lanzó el cuaderno contra la pared, pero este voló solo hacia el cofre y se encerró por su propia cuenta.

   —¡¿Qué demonios tiene eso?! —gritó Rance, asustado.

   —Quédate quieto, voy a curarte —afirmó su hermano al mismo tiempo que subió las mangas de su atuendo. Sus manos se volvieron amarillas y tocó las de su hermano—. Te dije que no tocaras sus cosas. Un diario es personal, idiota.

   Decius sintió una presión fuerte en el pecho cuando escucharon la puerta abriéndose de repente, haciendo un ruido fuerte contra la pared, y absorbió sin querer el pavor de Rance por ser descubierto. La cara de cansancio que tenían los príncipes y Eidar cambió por una de sorpresa.

   —¡Tu maldito diario me derritió la piel!

   —¡¿Qué dijiste?!

   Surtur miró con enojo y en menos de un segundo bajó los escalones, agarró las manos heridas de Rance y apretó con fuerza. Aunque el estúpido invadió su privacidad no permitió que se quedara sin ellas. Rance gritó aún más fuerte, el dolor era tanto que Decius también lo sintió.

   —¡Suéltalo, lo lastimas más!

   —Estoy ayudándolo, imbécil.

   Eidar detuvo a su medio hermano. Elentari también ejerció presión en las heridas del pelirrojo hasta que dejó de gritar, su piel volvió a su lugar y solo quedaron horribles cicatrices que parecían viejas. Rance sollozó al ver cómo quedaron sus dedos, parecían las manos de un dvergr después de forjar.

   —No vuelvas a tocarlo o las quemaduras serán intensas. Tuviste suerte de que no tocara tu carne, pudiste quedarte sin manos.

   —¿Por qué tiene un hechizo cuando llega a la parte de Elentari? Justo cuando comienzas a hablar de ella se activa. ¿Qué estás escondiendo?

   —No estoy escondiendo nada —contestó firme, mirándolo fijamente a los ojos—. Si estuviese haciéndolo sería invisible ante todos ustedes. Ese hechizo lo puse porque si ella lo leía me iba a dar vergüenza. Obviamente a ella no le iba a quemar las manos; el hechizo reacciona según las intenciones de quien lo tome.

   —¿Tengo que creer eso? ¡Ni siquiera puede ver!

   —Lo escribí cuando aún lo hacía —dijo molesto. Se alejó con dos pasos y se acomodó el cabello con la diestra—. No quiero que Elentari lo lea porque todo eso lo escribí cuando era un chico tonto y enamorado que no entendía qué le sucedía.

   —¿A qué te refieres? —preguntó la princesa.

   El príncipe dudó en responder, miró a cada uno de sus amigos y suspiró. No quería que todos lo oyeran, pero no podía evitarlo. Lo último que quería es que Elentari malentendiera la situación.

   —En ese tiempo, durante las ceremonias, quería impresionarte a toda costa, no sabía porqué así que escribí cómo secuestrarte y obligar a decirme qué clase de hechizo o poción pusiste en mis bebidas.

   La princesa no pudo evitar reírse fuerte, incluso se apoyó en Eidar para no caerse y lo contagió. Surtur no rio, por lo que entendieron que hablaba en serio. Mantuvo su mirada furiosa sobre Rance.

   —Sigo sin creerte. Sé que nos ocultas algo, creías que todos los elfos de Alfheim eran como tu padre dice. Escribiste que los elfos de luz son repelentes y aberrantes.

AL CAER LA LUNA #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora