❝La luz más brillante causa
las sombras más oscuras.❞
Después de la retirada de los gigantes, Svartalfheim se hundió en un profundo silencio y ningún elfo dijo nada al respecto. Se dedicaron a la nueva construcción de hogares, a rescatar los pocos cultivos que servían; se reacomodaron las tiendas y el rey Tyre, por primera vez, ayudó con su propia mano a los elfos. En algún otro momento todos sentirían incomodidad por tenerlo cerca, pero no había lugar para las diferencias.
Decius no podía caminar sin ayuda de Rance, tenía algunas heridas en la pierna, pero su mayor problema era el dolor en el pecho por la muerte de Eidar. Su mayor defecto fue nacer como un elfo de la naturaleza. La batalla contra los jotnar lo enloqueció, absorbió tantas emociones en un mismo segundo y no fue capaz de mantenerse en pie tanto tiempo, y todavía tenía que soportar la peor parte. La culpa de Elentari.
Rance ayudó a su hermano, lo agarró desde los hombros para caminar a la par hacia el castillo de Caranthir, pero también estaba incómodo; la piel de su brazo derecho se desprendió cuando transformó su brazo en un escudo de cortezas y un gigante prácticamente fue arrancándole partes. Ninguno de los dos quiso hablar, sus miradas se perdieron en alguna parte y caminaron sin pensar.
Y a su lado Surtur caminó sin ninguna expresión, no había dolor, no había enojo, no había nada. Solo miró el camino con Elentari entre sus brazos, no pudo caminar por su propia cuenta porque se desmayó pocos minutos después pedirle perdón a Surtur.
Él sentía un profundo dolor por lo que sucedió y, tal vez, en el fondo estaba enojado con Elentari por haberse quedado quieta, pero no hizo nada por culparla ni hacerla sentir mal, ya era suficiente con perder a Eidar, no necesitaba más problemas con los qué lidiar. Amaba a su novia, ella era todo para él, pero en ese momento quería gritar y estar solo, quería retroceder en el tiempo y hacer las cosas mejor. Jamás se arrepintió de adoptar a Eidar, de conocerlo, de hacerlo su familia y su ausencia le impedía tragar saliva con normalidad. Tenía un nudo en la garganta.¿A quién le pediría ahora que lo acompañara en sus mejores aventuras? ¿A quién buscaría para hacerle regalos sorpresa a Elentari? ¿A dónde irían todas esas noches donde los tres dormían juntos después de hablar sin parar? ¿A dónde irían todas esas comidas? Las risas, los abrazos, las burlas... ¿a dónde iría todo?
Surtur se detuvo un segundo porque las ganas de morir quemaban su interior, pero siguió caminando, apretó la mandíbula y aferró sus manos al cuerpo de Elentari. Se desmoronó por dentro, pero aún así no la soltaría. Nunca la dejaría caer, aunque eso le costara su energía o sus emociones. Su familia era primero.
Entraron al castillo de Caranthir, asustando a los guardias por el estado en el que estaban. Los mismos gritaron para alertar; uno fue a buscar al rey y otro fue a buscar a los elfos sanadores.
El frío suelo impoluto fue manchado por la suciedad de Rance y Decius cuando se desplomaron en el suelo, y Surtur intentó estirar una de sus manos para agarrarlos, mientras en la otra apretaba a Elentari. Quería ayudarlos a todos, quería sostenerlos, pero no podía solo.
—¡¿Qué sucedió?! —gritó Carmelia asustada, bajando las escaleras casi corriendo con Caranthir detrás.
Por primera vez, Surtur vio en ella algo más que soberbia y repulsión, la vio nerviosa y aterrada. ¿Su preocupación era real?
—¡¿Dónde están los sanadores?! —gritó Caranthir, corriendo hacia Rance y Decius— Surtur, ¿qué pasó?
El rey miró a cada uno y sus ojos se abrieron más por el terror de ver a su hermana inconsciente. Quería acariciarle el rostro para hacerle saber que él estaba allí; sin embargo, se quedó con sus dos guerreros fieles para sumirlos en calma.
—¿Dónde está Eidar? —preguntó en voz baja, notando su ausencia— Surtur, dime que mi sobrino está bien.
Caranthir vio la mirada perdida del príncipe, vio sus comisuras temblando hacia abajo y su ceño fruncido. Surtur estaba luchando para no romperse.
—Es mi culpa —dijo, con la voz rota—. Si no le hubiera gritado que escapara de tu oficina... estaría con nosotros.
—¿Murió?
La voz de Caranthir sonó baja y cerró los ojos cuando su mejor amigo asintió con la cabeza en silencio. El rey se mordió los labios, su respiración se agitó; y aún así mantuvo la postura, no podía permitirse quebrarse, alguien debía mantener la paz y pensar en frío. Desvió la mirada a su hermana Carmelia, la princesa no dijo nada y no tenía un rostro de burla, ni de satisfacción, mostró su preocupación y se llevó las manos al pecho.
—Me encargaré del monumento —murmuró ella, yéndose del salón para darles espacio y ponerse a trabajar.
Los sanadores llegaron casi al mismo tiempo, con cuidado se llevaron a Rance y Decius, eran los más afectados. Surtur los siguió, no permitió que nadie le quitase a Elentari de los brazos.
La dejó descansar en una cama suave cuando llegaron a los aposentos donde los sanadores hacían su magia para el castillo. Observó cómo trataban a sus amigos y se dejó caer en uno de los sillones, Caranthir se quedó parado a su lado, viéndolo casi desfallecer.
—¿Qué sucedió? —preguntó el rey, mirando a su hermana.
—Byleistr intentó asesinar a Elentari, pero Eidar la salvó, la lanza lo atravesó a él —murmuró Surtur y cubrió su rostro con ambas manos sucias—. Decius me lo contó. Yo estaba con Loki cuando escuché a Elentari llorar y cuando me acerqué...
Caranthir abrazó a su mejor amigo cuando escuchó su voz quebrada y vio su cuerpo temblar, se cubrió el rostro para que nadie lo viera llorar tan directamente; sin embargo, el rey podía ver esas lágrimas negras cayendo desde su barbilla hasta su regazo, goteando sin parar.
—Es momento de dormir, mi amigo... —susurró Caranthir y puso la mano sobre su cabeza para dejarlo en un profundo sueño—. Yo cuidaré de ustedes.
El rey llamó a los sanadores para poner a Surtur en otra cama y se quedó viendo con atención a los cuatro. Los cuatro que deberían ser cinco. Apretó sus puños con tanta fuerza que las uñas le cortaron la piel y las plantas decorativas de la habitación empezaron a hacerse más grandes. Respiró profundo. Tenía una venganza que planear.
[...]
El primero en despertar después de varias horas fue Rance, vio su brazo vendado y sin dolor, pero con movilidad reducida. Usó su otra mano para tocar el resto de su cuerpo, sus extremidades seguían en el mismo lugar. Miró con miedo a los demás, seguían descansando boca arriba, inmóviles. Primero comprobó el estado de Decius, no quería perder otro hermano más. Se levantó de la cama con cuidado y suspiró cuando vio que los príncipes estaban bien dentro de todo. Se acercó a unas de las ventanas, era de noche, pero vio las afueras del castillo con luces de colores y escuchó a la lejanía gritos, cantos y música.
Despertó a los demás para que vieran lo mismo. Los cuatro deambularon por el castillo con cuidado, sosteniéndose unos a otros. Cuando lograron salir del castillo y el enorme jardín, quisieron llorar. En la plaza principal de Alfheim, la que estaba frente al castillo y estaba siempre decorada con luces brillantes, muchas flores, bancos y fuentes, vieron a muchos elfos tocando instrumentos, hablando y bailando mientras giraban alrededor de una importante placa conmemorativa.
—Ustedes deberían estar descansando —dijo Caranthir, acercándose desde la placa.
Abrazó a cada uno con fuerza y luego señaló el nuevo objeto de la plaza.
—En cuatro meses estará lista la estatua de Eidar —dijo con suavidad—, así que por ahora solo está su placa.
Los elfos abrieron paso cuando vieron a los príncipes y a los guerreros avanzando hacia la zona de exhibición. Caminaron por un lindo sendero cubierto de flores rosas y arbustos de diferentes formas. Los cuatro se arrodillaron lentamente.
—En memoria de Eidar, hijo de Surtur e hijo de Elentari. Gracias por ser nuestra luz en la oscuridad —leyó Decius con la voz apagada.
Los cuatro sintieron que todo alrededor desapareció, no había música, elfos, no había nada más que sus pensamientos. Elentari estiró su mano para tocar la placa y agachó la cabeza, dejando que sus lágrimas mojaran las flores favoritas de Eidar.
—Lo hiciste bien, Eidar —murmuró Rance, cerrando los ojos e imaginó que lo tenía delante.
—El guerrero que entra en Fólkvangr, no se queja de su muerte —dijo Elentari en voz alta— y no entrarás en el Gran Salón de Freyja con palabras de miedo en tus labios. Los dioses te darán la bienvenida y estaré ansiosa por llegar a tu lado.
Volvieron a levantarse y otra vez sintieron la cálida bienvenida de los elfos que los rodeaban, nadie expresó dolor ni sufrimiento. Los bailes y las risas eran todo lo que Eidar siempre quiso. Su padre biológico le enseñó que nadie lo querría nunca por ser un bastardo y al final era amado y respetado por todos.
—Maldito... —dijo Decius, mordiéndose el labio—. Él prometió que se burlaría de mí cuando yo muera.
Surtur se cubrió la boca sin evitar reírse un poco por sus palabras. Elentari sonrió y Rance apoyó su brazo sobre su hermano mayor.
—A mí me prometió devolverme las siete mil monedas que le presté para su vestimenta nueva —murmuró, fingiendo estar ofendido—. Fue capaz de morir con tal de no devolverme mi dinero.
Fue el turno de Elentari y Decius reírse. Caranthir los miró con una sonrisa disimulada, no se unió a la conversación ni los interrumpió, necesitaban reír, aunque sea un poco. Surtur abrazó a su prometida; Decius y Rance se quedaron unidos, abrazados por encima del hombro, y los cuatro sonrieron.
La muerte de Eidar no iba a ser en vano.
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AL CAER LA LUNA #PGP2024
FantasiTe narraré la historia de cinco valientes que buscaron romper la monotonía y desviaron su camino, fueron ignorantes y tuvieron que enfrentarse a la furia de nuestros dioses. No estuvieron preparados para entender los misterios que ocurren fuera de s...