Capítulo 12.

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Después de que Farbauti apareció, los elfos tardaron cuatro horas más en ordenar el enorme salón, aunque recibieron un poco de ayuda por parte de Býleistr. Eidar terminó encadenado con los demás por órdenes del gigante, el esposo de Laufey no tenía preferencia sobre nada. Si no era un gigante de sangre pura como ellos, no valía nada ni merecía compasión.

   Býleistr, el hijo mayor, a escondidas hizo lo que pudo para ayudarlos, no por ser bueno, sino porque era parte de él respetar a otro jötun, incluso si sus apariencias o costumbres no eran las mismas. Eidar tenía sangre escarchada en sus venas y sabía el idioma por nacimiento, era suficiente para tenerle un mínimo de aprecio, especialmente si era un hijo de Bildrika.

   —Lunita, ¿no sientes que Rance está por aquí? —preguntó Decius en voz baja— Siento sus emociones en mí, pero no lo veo en ningún lado.

   —Ya te dije que no me gusta que me digas así, es una falta de respeto a Máni —murmuró Elentari enfadada— y no, no lo siento. Quizá te sientes así porque nunca pasan tanto tiempo separados.

   —¿Qué estamos murmurando? —preguntó Surtur, quería unirse a la conversación por aburrimiento.

   Decius abrió la boca para responder, pero Býleistr jaló las cadenas de los elfos para levantarlos en el aire y ponerlos frente a su cara. Los cuatro quedaron colgados en fila. Elentari soltó un quejido en voz alta, pero no lo suficiente para entenderse. Su miedo se convirtió en enojo por cada segundo que pasaba con el gigante molestando.

   —Hicieron un buen trabajo, elfos —dijo el jötun sonriendo—. Excelente grupo, primo.

   —Por el amor de Allfödr, no soy tu primo ni en broma —contestó Eidar, con los ojos bien abiertos y negó con sus manos.

   —Jötnar ser primos, igual que asgardianos y jötnar, todos ser primos.

   Surtur y Decius miraron a Eidar con incomodidad, no estaba en sus planes enterarse que los gigantes y asgardianos eran incestuosos. Elentari no pudo reprimir más su enojo. Sus recuerdos la torturaron sin descanso, por la desesperación llevó las manos a sus ojos y gritó llena de frustración. Sacudió su cuerpo flotante, los demás se movieron por su culpa y la cadena casi se saltó de los enormes y deformes dedos de Býleistr.

   —Quédate quieta, fémina o...

   —¡¿O qué?! —gritó con rabia— ¡¿Crees que puedes hacer algo más?! ¡Tú y tu maldito hermano me cortaron los ojos! Destruyeron Alfheim cuando no teníamos nada con qué defendernos, mataron miles de inocentes, un montón de niños que estaban estudiando. ¡¿No fue suficiente asesinar a tantas vidas que también tuvieron que divertirse quitándome la visión?!

   Surtur abrió la boca por sorpresa, era la primera vez que su prometida gritó así. Elentari no sentía rencor por nadie y nunca demostró sus pensamientos negativos abiertamente, prefería escribirlos, pensar un poco y reflexionar sobre por qué el otro hace lo que hace, pero con Býleistr y Helblindi era imposible razonar. No quería. Ella quería que murieran de la peor manera posible, aunque le costara su propia vida intentarlo.

    Por fin pudo sacudirse violentamente como tanto quiso, sacudió sus manos en un vano intento de rasguñar la mano del jötun, pero consiguió cortarlo con una pequeñísima daga de viento.

    —¡¿Y tú por qué lloras?! —Le gritó Eidar desde arriba a Decius, quien estaba abajo de todo.

    Decius se tapó el rostro sin dejar de llorar, ahogó sollozos e insultos, el pecho le dolía como si estuviera a punto de morir. Dejó la mano izquierda tapándose la cara y con la derecha se apretó tan fuerte como pudo el pecho.

    —Nuestra Lunita de verdad está sufriendo —explicó con la voz entrecortada—. Elentari está muy triste, le duele... Me duele.

   Elentari no escuchó las palabras de su amigo y mucho menos notó que él estaba absorbiendo todo el dolor que ella transformó en enojo. El gigante apretó los dientes hasta enseñarlos, eran grandes y filosos, todavía estaban manchados con algo de sangre azul. Býleistr agarró a los elfos con las dos manos y cortó las cadenas; por un lado quedó Decius llorando y por el otro Eidar y Surtur seguían unidos. Los tres cayeron al suelo, pero Elentari fue sujetada por la mano completa del príncipe jötun.

   —¡Debería comerte aquí mismo, fémina desagradecida! Te dejamos vivir, te estoy ayudando en este salón, debes agradecerme, no atacarme. ¡¿Qué te hace creer que puedes contra mí?! —gritó Býleistr.

   Sus ojos se hicieron completamente grises y su boca largó mucho vaho de color negro hasta tapar todo. Los elfos se quedaron sin poder ver bien lo que sucedía, pero Elentari no se quedó quieta ni callada. Gritó al mismo tiempo que clavó sus uñas largas en la carne de su enemigo y habló.

   —Formørket måne!

   —¡Cubran sus ojos! —gritó Surtur antes de taparse con el antebrazo.

    Como si se tratara de una cicatriz recién abierta apareció una media luna roja en la frente de Elentari y de repente desapareció toda la luz y el sonido. Los elfos se taparon los ojos lo mejor que pudieron, pero sus oídos iban a ser afectados de todas formas. Býleistr se sintió mareado por la repentina oscuridad, no podía ver nada. Soltó a Elentari a varios metros del suelo al mismo tiempo que la luz volvió de manera intensa y cegadora. El gigante retrocedió varios pasos y chocó con dos mesas.

    Surtur se arriesgó y destapó sus ojos con tal de atrapar a Elentari antes de que tocara el suelo. Sintió un dolor agudo en sus tímpanos cuando el sonido volvió junto a la luz, soportó la molestia para atrapar a su prometida a tiempo, aunque sus propias rodillas chocaron contra el suelo con violencia por el repentino peso.

    —¿Estás bien? —preguntó la princesa asustada. Tocó el rostro de Surtur para comprobar su estado.

   —Tú eres la que cayó desde varios metros, yo debo preguntarte.

   —Pero tú eres el que acaba de romperse los huesos contra el suelo —dijo nerviosa.

    Surtur suspiró, esperó a que Elentari se levantara y luego él lo hizo con algo de dolor en las articulaciones. Se sintió como un imbécil cuando se dio cuenta que a su izquierda estaba Eidar casi asfixiado por las cadenas. Se preocupó tanto por atraparla que olvidó que su hijo estaba encadenado a él.

    —¡¿Qué es todo este escándalo?! —gritó Farbauti. Entró al salón acompañado de Laufey, Loki y Helblindi.

   —¡Esa escoria de sangre y forma casi me dejó ciego! —gritó el jötun herido. Parte de su cara se quemó con la luz— Voy a matarla, voy a hacer lo mismo que hice con la reina de Alfheim.

    La sola mención de la reina puso alerta a los elfos. Laufey se acercó con una ceja arqueada, la situación le parecía cómica y ridícula: cuatro elfos contra un enorme jötun. Desde que fueron encadenados Eidar pensó en algo, pero lo hizo una vez que se sintió amenazado de verdad. Congeló las cadenas y las rompió.

   —¡¿Por qué no hiciste eso antes?! —gritó Decius casi escupiendo y abriendo los ojos muy grandes. 

AL CAER LA LUNA #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora