Capítulo 06.

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Huyeron en cuanto tuvieron oportunidad. A través de una gran montaña, que parecía tener cara, llegaron al puerto oculto de los dverger. Había varios barcos mágicos con los que navegaban de un mundo a otro o por las aguas tormentosas del Yggdrasil. Svartalfheim no era un mundo seguro para ninguno, por lo que continuaron su viaje robándose un transporte.

    Aparecieron en un mar de sangre lleno de asgardianos muertos. Surtur fue el primero en entenderlo como una advertencia a Odín para que nunca se le ocurriera pisar aquellas tierras o quizás la diversión del rey.

   —¿Quiénes son ustedes?

   Tuvieron que levantar su mirada al oír una voz rasposa. Sintieron miedo y se pusieron en guardia, pero los gigantes mantuvieron una expresión aburrida, eran enormes y los elfos no significaron un potencial peligro para ellos.

   —Saludos, gigantes. Somos de Alfheim, venimos en paz. —Eidar se atrevió a dar un paso adelante y levantó los brazos para llamar su atención—. Nuestro rey Caranthir envió un pergamino al rey Surt, pidiéndole permiso para que nosotros visitemos sus tierras.

   —Esperen.

    Uno de los gigantes se fue y el otro se acercó a Surtur para inspeccionarlo. Los muspel miden tres metros más que él, tienen una altura completamente diferente a lo que se ve en Alfheim y se sintió demasiado pequeño, su rostro llegó unos treinta centímetros más abajo de los muslos del gigante. Elentari se sintió afortunada por no poder ver, su metro setenta era suficiente, no necesitaba más razones para sentirse enana.

   Después de un largo silencio incómodo donde los cinco miraron los grandes ojos del muspel, llegó su compañero aburrido.

   —El rey autoriza su visita. Caminen por el sendero hasta llegar a un roble quemado, allí los aguarda Ritha, ella los guiará por Muspelheim.

   Surtur entrelazó su diestra con la mano zurda de Elentari para caminar unidos y, a la vez, intercambió miradas con los demás. Tenían que tener mucho cuidado al caminar.
Avanzaron por un sendero oscuro metido entre grandes montañas rocosas, la única luz que iluminaba era la misma lava que caía lentamente por las malformaciones de las montañas negras.

   Llegaron hasta un roble bastante grande y quemado. Decius sintió una ligera puntada en su pecho, su conexión con la naturaleza le permitió sentir el malestar del árbol. Caminó más rápido para alcanzarlo y quiso ayudarlo, estuvo por apoyar sus manos en la corteza seca, pero una voz áspera y gritona lo detuvo.

   —¡No hagas eso! 

    Elentari apretó el brazo de Surtur cuando sintió el suelo temblar. Una enorme mujer de, por lo menos, seis metros se detuvo frente a ellos con las manos apoyadas en su cadera. Su aspecto era intimidante; cabello rojizo rozando sus orejas, tenía un corte ridículo, pero útil para la batalla. Su cuerpo robusto resaltó entre las minúsculas vestimentas de color marrón.

   Ella señaló el roble y este se prendió fuego de golpe, causando un calor intenso a su alrededor. Decius se apartó con rapidez al sentir una capa de sudor cayendo por su piel y se revolvió el cabello hacia atrás. Sintió estrés, dolor y preocupación.

   —Le duele. Tengo que ayudarlo —dijo Decius con la voz alterada—. ¡No pueden dejarlo así!

   El roble se apagó y volvió a verse quemado, seco y triste. El calor fue bajando poco a poco.

    —Si miras detrás del árbol verás una caída, sus raíces se conectan a uno de los tantos ríos de lava. No importa cuánto pretendas ayudarlo, se quemará toda su vida. Lamento que tengas que sentir su dolor, elfo —dijo apenada.

AL CAER LA LUNA #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora