Extraño.

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Capítulo 24: Extraño.

Mangel.

Dicen que el no saber lo que tienes te hace perderlo y justo después, valoras aquello que tan tontamente dejaste ir, ¿verdad?. Mentira. Yo sabía lo que tenía, lo sabía más que de sobra, y aún así estuve a punto de perderlo. Por suerte, ahora está justo a mi lado, sonriéndome, mientras hace alguna que otra trampa, que supuestamente yo no sabia.

Siempre he pensado que en realidad nunca abandonamos el comportamiento que tenemos cuando somos niños pequeños e inocentes. Nunca. Siempre vamos a desear lo que nos quiten, aunque antes no le hiciésemos el mínimo aprecio. Ese no era mi caso. Rubén me importaba. Más que nada. Siempre lo ha'bia dicho. Siempre había estado seguro de ello. Rubén era algo así como una pequeña luz que me animaba a seguir adelante. Y eso estaba bien. Por eso es que el miedo a perderlo me dominaba ya que si esto pasaba... no sabría que hacer con mi vida. Simplemente, mi existencia carecería de sentido.

"Realmente dependo de ti, Rubén, y eso me aterra".

-¿Mangel?- Sentí una suave sacudida en mi brazo y de nuevo, volví a la partida.

-Si, si, pehdón.- Susurré sin mirarlo a la cara, y es que por más que lo proponía no podía. ¿Por qué hace tan solo unas horas, cuando el mayor me había dado aquella larga charla sobre cuanto le importaba, lo único que se me había pasado por la cabeza era algo como: 'Oh, se ve que está mal. ¿Y si lo beso?'. Si, prácticamente salto ante este pensamiento, pero no podía porque ahí tenía a mi mejor amigo, abriéndose a mi. ¿Cómo podía yo si tan siquiera pensar en eso?. Claro que no.

-He ganado- Dios, es que realmente parecía un puto niño pequeño revoloteando por todo el salón, mientras cogía aquel pequeño peluche y hacía gesto obscenos con este.

Suspiré y miré el reloj, era relativamente pronto y estaba bastante aburrido. Quería hacer algo, pero Chetto no iba a salir porque prácticamente había corrido a su pueblo cuando se enteró de que su pequeña prima había nacido, Alex estaba con una chica que había conocido hace poco, y bueno, a decir verdad es que tampoco tenía muchas ganas de salir a la calle, más bien le apetecía hacer algo desde casa.

-¿Y si grabamoh algo?- Por una parte, no quería estar muy cerca de Rubén, no cuando había pensado aquellas cosas sobre su boca, la mía... ¡Basta!; y por otra, tenía ganas de grabar algo, cada uno desde nuestra habitación, como antes.

-¿Eh?- Me miró extrañado. Alteró su mirada entre el mando de la consola y yo. Finalmente asintió, algo desganado, por lo que supongo que realmente se estaba divirtiendo.

"No me extraña, me estaba dando una paliza".

Caminé rápido hasta mi habitación y en segundos ya tenía encendido el ordenador y estaba esperando a que se iniciase Skype. Me levanté de mi silla y me encaminé hasta la habitación de mi mejor amigo, para preguntarle a qué juego le apetecía jugar, pero al verlo allí sentado, mirando a la nada, mientras su rostro se contraía en una expresión realmente triste me llenó de miedo y tristeza. ¿Qué le pasaba...?. Yo hasta ese momento, había relacionado su extraño comportamiento y cambios bruscos de ánimos con nuestro pequeño problema de estar alejado y eso, pero ahora.. ¿estábamos bien, verdad?. Entonces, ¿qué le pasaba?.

"Rubén, ¿por qué no confías en mi?"- Una nueva presión se notó sobre mi pecho, retorciéndome la parte superior de mi estómago. Pero ignoré todo aquello, porque esperaría hasta que él viniese a mi para hablar de aquello que lo tenía tan mal.

-¿A qué quiereh jugah?.- Tal y como supuse, al escuchar mi voz y ser sacado abruptamente de sus pensamientos, saltó de la silla y casi cae al suelo. Posteriormente, se llevó la mano al pecho y empezó a respirar agitadamente.

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