CAP 2

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Días habían pasado y no aguantaba las ganas de volver a encontrarse con Jennie. No sabía si podía considerarla amiga, pero le gustaba la idea de tener una.

Otro día en la cafetería sin ningún cliente. Podría sentirse feliz de no trabajar pero era lo contrario. Si nadie compraba, no se ganaba dinero y si no se gana dinero, no se tiene sueldo.

Solo iba gente que pasaba por allí y quería algo de beber o de comer. A menos que sea la señora Kraus, una anciana que iba algunas veces al local para comprar pastelitos para sus nietos. Quería mucho a Rosé y le daba pena el local. Por eso iba cuando tenía tiempo, aunque quedara un poco lejos de su casa.

Pensar en su condición la estresaba, cansaba y le daba ganas de dormir. Apoyada en una de las mesas del lugar estaba a punto de quedarse dormida. Sus ojos se cerraban lentamente y la vista del lugar color blanco manteca y las pocas tortas del estante iban desapareciendo de a poco.

Hasta que el sonido que indicaba la entrada de alguien al local se escuchó milagrosamente.

Era la castaña. La que había ayudado a Rosé y hecho del cumpleaños de su sobrina el mejor de toda su vida.

La rubia se sorprendió al ver a Jennie allí. Era muy raro que una persona entre el local y era todavía más raro que sea alguien que vestía ropa de marca y usaba joyas todo el tiempo.

Rosé no pudo evitar hechar un vistazo a su atuendo. Traía una blusa rosa con un top y un pantalón, los dos de color negro. Sin olvidar su calzado blanco y de buena calidad. Su vestimenta, aunque sea deportiva, la hacía ver madura y también se notaba el buen cuerpo que tenía.

Estaba cansada, sudada, encorvada y con los ojos cerrados debido al ejercicio y el calor.

-Una botella de agua, por favor- decía con la voz agitada. Estaba tan concentrada en recuperar el aliento que no había notado la presencia de la rubia.

Esta se le quedó mirando sorprendida y feliz a la vez. Una sonrisa se asomó en sus labios y una pequeña risa se escuchó en el lugar.

La castaña levantó la mirada indignada para ver que era lo gracioso. No le gustaba que la gente se riera de ella, y menos si estaba toda cansada y sudada.

Pero al ver a la rubia su mirada furiosa cambió completamente a una sorprendida.

- ¿Rosé? -preguntó confusa- ¡Rosé! -exclamó contenta asimilando lo que pasaba.

- Hola, Jennie -dijo la rubia dirigiéndose hacia las exhibidoras en busca de agua para su contraria.

- ¡Oh! Te acuerdas de mi nombre, pensé que lo habías olvidado -comentó la castaña.

- ¿Cómo podría olvidarlo? Eres Jennie, la que salvó mi vida con un unicornio de peluche -dijo la rubia buscando el precio de la bebida en el papel en donde se encontraba el costo de cada producto del local.

La castaña soltó una pequeña risa y se sentó en una de las mesas de allí.

- ¿Tienes tiempo para hablar? -preguntó la coreana con toda la intención de conocer un poco más de la otra.

- Si, nadie viene a comprar aquí. Estamos "muriendo de a poco" -dijo la rubia un poco decepcionada- creo que tengo bastante tiempo de sobra.

- Oh, lo siento -comentó Jennie un poco incómoda.

- No es nada -respondió la rubia. Se sentó en frente de Jennie preparada para lo que sería una larga conversación- cambiando de tema, desde que te vi tuve la duda ¿Cuántos años tienes? -preguntó Rosé.

Y así siguieron hablando sobre cosas triviales y aprendiendo cosas una sobre la otra. Como que Jennie es mayor que Rosé, la rubia ama los gatos, la castaña es modelo y otras cosas que no les servía de nada saber, pero conocer a la otra y pasar tiempo juntas era lo que las ponía feliz.

Please - CHAENNIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora