III-Bajo un techo agrio.

230 40 16
                                    

A continuación, el capítulo presenta escenas delicadas.
Recordad que esto es pura ficción. Y que si entrais es bajo vuestro propio criterio. ♡




Sebastian dejó a la pequeña niña en el suelo mientras buscaba las llaves en su bolsillo para abrir la puerta, aunque antes de conseguirlo, esta fue abierta dándoles el paso.
Se detuvieron en la entrada para quitarse las chaquetas y el de ojos carmín se arrodilló para poder ayudar a su pequeña niña.

-Tardaste.- Llevó sus ojos a la mujer de rizos negros parada un poco mas allá, que le miraba con los brazos cruzados sobre el pecho en una clara mueca disconforme.
Cuando hubo acabado de quitarle la chaqueta a la pequeña, se levantó dejándola junto a la suya en el armario de la entrada y centró su atención en su mujer.

-Nos encontramos con un amigo y dimos un paseo juntos.- Sintió a la pequeña aferrarse a su pierna escondiéndose detrás suyo. La verdad comprendía su reacción.

-El abuelo me llamó para avisar que habías pasado por ella... pero tardar dos horas...- La de rizos se mordió el labio inferior. -Si estás mintiendo.- Sebastian observó a la mujer sin evitar suspirar. -Doll, vete a tu cuarto.- Dirigió sus ojos a la niña que le miró dudosa esperando su respuesta y asintió con la cabeza.

-Tranquila, nena. Ve.- dijo dulcemente y la niña se fue a las escaleras corriendo rumbo a su habitación.
La rizada continuaba mirándole, juzgadora, irritada. -Claro, fui a por la niña y me reuní con mi amante, juntos los tres.- El rostro de la mujer se sonrojó en colores. -¿Notas lo estúpido que suena? Ya hablamos de esto. Además, sabes que estoy completamente en desacuerdo en que siempre estés descargando todo contra Doll. ¿Qué culpa tiene ella de habernos tardado? Evidentemente deberías molestarte conmigo, pero no, siempre estas abrumándola con tus quejas y regaños.- Frunció el ceño y apretó los labios.

-Ella debe aprender..-

-Ella, tiene CINCO AÑOS. Romper, gritar, pedir es lo que hace un niño de cinco años. Y estas intentando quitárselo metiéndola en cosas que ni siquiera le gustan.- Mally apretó los puños a cada lado de su cuerpo luciendo tan furiosa que temió que comenzara una discusión.
Se pasó las manos por el pelo y suspiró, caminando a la escalera.

-¿A dónde vas?- Se paró en el primer escalón mirando a su esposa con gesto cansado.

-Me voy a la cama. Mañana no tengo que asistir a la escuela así que yo cuidaré de Doll.- Subió en dirección a la habitación de invitados que desde hace tiempo ya le pertenecía, tomó algo de ropa y se fue a tomar una ducha.
A veces no sabía en qué momento todo había cambiado de tal forma. No sabía cuándo su dulce hogar había pasado a un ambiente tan tenso y desagradable. Poco después del nacimiento de la pequeña Doll todo había comenzado a decaer, la amaba tanto, siempre intentaba hacer todo por ella y aún no lograba darle una familia feliz. Su matrimonio se había visto afectado por las constantes dudas, quejas y demandas estrictas de parte de su esposa. Todo había cambiado de forma tan abrupta que a veces creía que solo era un mal sueño. Pero hacía tiempo ya que la realidad era no compartir cama con su esposa, peleas por exigir a la pequeña, cosas demasiado pesadas para su edad, peleas por las restricciones, peleas por dudas nacidas de una inexistente raíz de mentiras.
Se pasó las manos por la cara para quitar un poco la humedad del agua y cerró el grifo acabando su ducha. Se puso el pijama y se fue a la habitación. Observó el pequeño bulto entre las mantas de su cama y sonrió aliviado y enternecido. De pronto todos sus problemas fueron inexistentes. Se metió a la cama y el pequeño cuerpo se arrastró hasta estar a su lado y apoyar la cabeza en su hombro.

-Papá, puedo dormir aquí, ¿No?- estiró su brazo bajo el cuello de la pequeña y llevó la mano a acariciarle los cabellos.

-Claro que sí, cariño. Las veces que quieras.- Le besó los cabellos castaños y sintió el pecho tibio al sentir como se acurrucaba mas contra su cuerpo. -Te quiero mucho, muñequita.- susurró suavemente a la pequeña. No comprendía que tenía Mally en contra de aquel dulce angelito. Era la niña mas preciosa que había conocido jamás, inteligente y hábil.
Cerró los ojos, se sentía tan malditamente cansado, sin embargo, aquella simple plática con ese muchacho le había hecho sentir un poco mejor. No sabía porque, cuando había sido una charla trivial y nada especial. Aquellos ojos azules, siempre que los veía lucían tristes. Esperaba poder verlo con más frecuencia. Todo parecía detenerse cuando le miraba a los ojos, aquello le hacía sentir que aún tenía todo el tiempo del mundo.

Reflejo<Sebasciel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora