XI: La colisión del cielo y el mar.

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-¡Baja la cabeza!- Chilla Doll tirando de su chaqueta, pero ante el gritillo se espanta dando un brinco y golpeándose la cabeza con el marco de la puerta del vehículo. Suelta un quejido y se lleva una de las manos a la cabeza sobándose la zona adolorida. Llevar los ojos vendados le hace sentir tan expuesto y desorientado que ni siquiera había podido caminar sin ayuda de la manito de la niña y los brazos de Sebastian.
Con ayuda de las manos pequeñas por fin puede meterse al coche, sus mejillas se tornan de rojo al sentir como Sebastian le abrocha el cinturón, deduce que le han sentado en el asiento del copiloto.

-¿A donde vamos?- Dice con la voz medio rota e intimidado por la situación.  Oye el sonido de los otros cinturones de seguridad y como el motor del vehículo arranca.

-Papá dijo que era una sorpresa para los dos.- oyó la vocecita tras su asiento y giró su cabeza a la voz aunque no podía ver nada.

-Iremos de paseo solo los tres. ¿No te apetece?- Esta vez dirigió la atención a la voz masculina a su lado y extendió la mano arrastrando los dedos por el hombro de Sebastian hasta su cara donde pudo delinear con los dedos las facciones de su rostro.
Por el tono de voz del mayor era muy evidente que estaba emocionado, aquello se le hacia tierno, era como un niño. Acarició suavemente su mejilla y sintió la mano grande cubrir la suya, casi podía sentir la mirada contra sus ojos aunque estuviesen vendados.

-ya te dije que si, sería lindo pasar el día con ustedes.- Sonrió con las mejillas ruborizadas y bajó la mano volviéndola a su regazo.

-¡Ah! No es justo, ¡Tambien quiero ser mimada por Ciel!- se oyó el reproche agudo desde atrás y extendió una de sus manos entre los asientos.

-No sé donde estás... No puedo verte.- Sintió una de las manitas pequeñas envolver la suya y como Doll pegaba la mejilla en la palma de su mano. Acarició su rostro deslizando el pulgar por su pómulo y aquella risita aguda complacida se oyó, llenándole el corazón con tibieza.

-Entonces, nos vamos.- Sintió el vehículo arrancar con un suave movimiento.
Doll cantaba, Sebastian reía y le acompañaba.
No comprendía que era esa sensación. Se sentía muy a gusto en ese ambiente... ¿Familiar? ¿Así se sentía tener una familia?
No podía creerse lo agradable que era, su corazón se sentía lleno y contento, cálido y vivo.
Oír la vocecita de Doll a sus espaldas riendo y cantando con su tono de voz tan dulce y Sebastian siguiéndole el juego tarareando y equivocándose a propósito haciendo reír a la pequeña, de vez en cuando hasta contagiandose de sus carcajadas.
Una agradable brisa recorría su rostro alborotando su cabello, era una sensación diferente, no se oían tantos vehículos recorriendo los alrededores, y la frescura del viento golpeando su rostro era diferente. A lo lejos oía un sonido diferente.
De pronto el vehículo se detiene.

-¡WOAH!- Chilló Doll, oyó la puerta trasera abrirse.
Oía a lo lejos un extraño sonido, medio lo distinguía pero no sabía exactamente cual era. La brisa fue más helada cuando abrieron su puerta y las manos de Sebastian rodearon sus muñecas ayudándole a bajar. -¡Se ve tan hermoso!- volvió a decir con ilusión la pequeña y Sebastian siseo haciéndola callar. No sabía que pasaba, pero la situación se le hacía divertida y algo dulce.
Sintió una pequeña mano aferrarse a sus dedos y cubrió la manita con una sonrisa.
Sebastian le tomó por detrás de los hombros haciéndole avanzar lentamente, caminó a tientas algo asustado, temía tropezar y caer.

-Ven, siéntate aquí.- Tanteó el lugar con los dedos sentándose al borde de algo que dedujo como una banca de concreto.  Se sobresaltó cuando uno de sus zapatos fue retirado y se encogió alarmado.

-¿Que-que haces?- encogió el pie desnudo oyendo la risita de Sebastian, la voz de la pequeña ya no se oía cerca, se oía riendo y gritando a lo lejos

Reflejo-Sebasciel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora