IV-Un toque tan cálido.

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Ciel cargaba la bolsa de basura hasta el final del pasillo donde la dejó caer al ducto de la basura. Se pasó las manos por el cuello, observando a la pared en un gesto cansado. Se encogió ligeramente al sentir un agudo dolor entre las piernas, por lo que no evitó tener que apoyarse de la pared. Suspiró, y al voltearse, estampó la cara entre el pecho de un hombre. Alzó la mirada apenado hallando unos profundos ojos carmesí que le observaban serenos. Una de las manos de Sebastian se extendió a su lado abriendo el ducto de la basura dejando caer algo. Y en ningún momento se perdió el contacto entre sus ojos.

-Lo lamento, no te vi.- Habló suavemente dando un paso atrás. Sebastian le dedicó una sonrisa de labios cerrados que de pronto se esfumó al igual que sus miradas conectadas. Supo que los ojos del azabache reparaban en la mancha morada en la comisura de sus labios.
Aquella mañana, había vuelto a discutir con Claude antes de que este se marchara al trabajo. Su pareja había sido insistente en tener sexo, pero su cuerpo aún dolía demasiado y se había negado. Hubo forcejeo y reclamos, y en el proceso, Claude por accidente le golpeó en la boca; partiendo el borde de su labio inferior y dejando un moretón en el contorno de la comisura de su boca. Pero había sido un accidente. Sabía que Claude no quería hacerle daño. Luego de aquello, su novio simplemente se había marchado. Dejándolo inquieto, solo.

-¿Estas bien?- Asintió rápidamente con la cabeza forzando una diminuta sonrisa. -¿Estas ocupado ahora? ¿Te gustaría salir a tomar un poco de aire?- Abrió la boca, pero volvió a cerrarla. No quería salir de casa aquel día. Pero tampoco quería quedarse solo.

-No me siento bien, para ser honesto. ¿Quieres pasar a casa? Si no te molesta...

-No, no. Estaría encantado.- La sonrisa de Sebastian le hizo sentir inquieto el corazón. Y en silencio le guía hasta el interior del departamento. Ambos se metieron al cuarto de baño para lavar sus manos y volvieron a la sala sentándose uno junto al otro en el sofá.
Ciel no comprendía porqué se sentía tan inquieto, su corazón no podía estar tranquilo y sus tripas se retorcían ansiosas.

-¿Que te ha pasado en la boca?- Se giró a observar a Sebastian en claro gesto nervioso. Se pasó los dedos por el labio herido y soltó un suave suspiro. Se sentiría mal por ser tan deshonesto con una persona tan amable.

-Estaba... bromeando con Claude en la mañana y sin querer me golpee la boca. Fue un accidente.- Reafirmó haciendo fruncir ligeramente los labios al hombre frente a él.

-Mhm... está bien. Puedo ayudar a que sane más rápido si quieres, a que la hinchazón del moretón baje.- La mano de Sebastian se extendió acunando su mejilla. Se sorprendió a si mismo al dejar que alguien que no fuese Claude le tocase, le sorprendió que, por primera vez, no estaba escapando del roce de otra persona.
La mano de Sebastian estaba tibia, sus dedos eran suaves, y la forma en que tocaba la marca morada en su boca le hacía sentir cosquillas en el vientre. Se había quedado mirándole completamente embobado. Quizás antes no le había mirado tan atentamente a la cara. Era un hombre atractivo, su mirada, su sonrisa e incluso su toque, todo era tan cálido. Sebastian era tan cálido que sentía cierto impulso por enterrarse en su pecho y ser rodeado por sus brazos para fundirse en el calor de su cuerpo tan grande.

-Si no es molestia. Por favor.- Dijo una vez la mano se apartó de su piel. -Dime que necesitas y te lo traeré.- Dijo suave y tímidamente, ganándose una dulce sonrisa de parte del de ojos carmín.

-Necesito un poco de hielo, una crema humectante si es posible.-

-Puedes sacar hielo de la nevera. Iré a mi habitación por la crema.- Sebastian asintió alegremente yendo a la dirección indicada sacando algunas servilletas de papel, envolviendo un pequeño trozo de hielo.

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Desde que había visto por primera vez a Ciel, se preguntaba el porqué de su comportamiento tan sumiso. ¿si se había creído que el golpe en su rostro había sido un accidente? Por supuesto que no. Pero sabía leer cuando una persona no deseaba dar detalles, y quería ocultar algo. Y desde el inicio supo que Ciel ocultaba tantas cosas que lentamente estaba hundiéndose.
Ciel soltó un quejido que le hizo volver nuevamente a la situación. Sin querer le había pasado a llevar el labio roto con los dedos, causando que volviese a sangrar ligeramente.

Reflejo<Sebasciel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora