Capítulo 7

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¡Hello people!

En este capítulo hay una sorpresa que apuesto a que no se os pasará por alto... ¡¡el que acierte gana!! :)



Capítulo 7



Agujas de Sangre, Nuevo Imperio – 1.836



Le daba vueltas la cabeza. Tras la caída por el barranco, Iris había seguido adentrándose en las Agujas de Sangre con la sensación de haberse perdido. A pesar de haber estudiado el mapa, desconocía dónde se encontraba. Había avanzado mucho por los caminos, ascendiendo el terreno hasta prácticamente alcanzar la cima del montículo donde se encontraban las Agujas de Sangre. Si seguía así, no tardaría en alcanzar el océano. Hasta entonces, sin embargo, mirase donde mirase tan solo veía barro, lagunas, muros de cañas rasgando el cielo y pájaros. Pequeños gorriones que anidaban entre las plantas.

Y un halcón. Un halcón que no dejaba de perseguirla y cuyo ojo biónico le daba escalofríos.

Iris no se engañaba, sospechaba que en realidad aquella ave era una cámara de televisión, pero su mera presencia le inquietaba por dos grandes razones: uno, porque le recordaba enormemente a los cuadros de la casa de su hermano, y segundo, porque tenía la sensación de que la estaba guiando. La había intentado advertir del peligro a base de fuertes graznidos antes de resbalar por el barranco, y lo había vuelto a hacer poco después, cuando de nuevo había estado a punto de caer en una laguna camuflado entre el barro. El halcón la estaba guiando a través del terreno, adentrándola cada vez más en su oscuro interior, dejando atrás no solo las ya lejanas graderías, sino también la zona más soleada. Y es que, cuanto más se adentraba, más altas eran las cañas y más densa la naturaleza.

La prueba estaba siendo extrema para Iris. Para el resto de participantes probablemente no fuese más que un paseo por la naturaleza a contra reloj, pero ella, poco acostumbrada a aquel tipo de actividad física, sentía que se ahogaba. Después de la carrera inicial, la cual había realizado más por presión social que por deseo, y la siguiente caminata, caída, y más caminata, Iris sentía que no podía más. Calculaba que llevaba tan solo tres horas participando, pero para ella era demasiado. Además, sabía que no tenía ninguna posibilidad. Las anillas de fácil acceso eran las primeras, y ella las había pasado de largo con el convencimiento no solo de que no iba a encontrarlas, sino que, en caso de hacerlo no lograría llegar a ella. Le faltarían fuerzas, altura o agilidad. O inteligencia, aunque dudaba que hubiese algo en aquella competición que pusiera a prueba el cerebro de los participantes. Solaris necesitaba marinos obedientes y fuertes, no genios...

Pero aunque era tentador, decidió que no se iba a dar por vencida. Tenía que seguir adelante por respeto a la memoria de su madre y de su hermano, pero también por sí misma. Al fin y al cabo, si había fracasado en el mundo de la educación, ¿quién podía asegurarle que también lo iba a hacer en el de la Armada?

Se obligó a sí misma a seguir avanzando por el estrecho camino abierto entre las cañas. Había hecho bien al ponerse las gafas de buceo, de lo contrario a aquellas alturas las ramas más bajas ya le habrían dañado los ojos. Afortunadamente, aquella zona parecía algo más limpia. El camino era estrecho y oscuro, agobiante, pero la temperatura había bajado ligeramente, lo que le permitía respirar con algo más de facilidad.

Claro que a aquellas alturas ya no importaba demasiado.

Iris recorrió unos cuantos metros más, siguiendo la sombra del halcón marcando el paso unos metros por delante, hasta alcanzar un pequeño claro en el que la naturaleza formaba una alta cúpula que impedía ver el sol. Era un lugar extraño y tranquilo; un espacio protegido en mitad de las Agujas de Sangre en cuyo corazón, con los brazos extendidos hacia el cielo, había una estatua negra de un raro ser cuya apariencia logró inquietar a Iris. De cintura para arriba tenía cuerpo de mujer joven, con los pechos al descubierto y la larga cabellera cayendo sobre los hombros. De cintura para abajo, sin embargo, era todo plantas, enredaderas y hojas; una impresionante alegoría de la unión de la naturaleza y el hombre que culminaba con el halcón apoyado sobre el antebrazo de la estatua.

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