Capítulo 20

487 53 37
                                    

Por fin he cogido vacaciones de verano :) No sabéis la ilusión que me hace poder decir esto después del año tan complicado que llevamos... aún me acuerdo cuando decía que 2020 iba a ser genial... pues no, no lo ha sido :P No obstante, aún estamos a tiempo de que mejore un poquito. Al menos yo, voy a intentar disfrutar todo lo que pueda de este mes... :)

Así que, ¿qué puedo decir a parte de que estoy muy contenta? ¡Ah, sí! Que disfrutéis del capítulo :) Un beso.




Capítulo 20



Edificio Emperador Mario, exposición de arte, Solaris – 1.836



—¿Atormentar a Sebastian? —repitió Iris con desconcierto—. Disculpe, señora, pero creo que no la entiendo.

—Sí que me entiendes, sí —aseguró Greta—. El Almirante Sebastian Liraes es mi marido, Iris Ánikka, y me ha explicado lo que pretendíais tú y Marine Vilette. Habéis despertado muchos fantasmas con vuestra insensatez.

—No era nuestra intención —se disculpó Iris—, pero debe entender que...

—¡No me digas lo que debo entender o no, chica! —le cortó Greta con brusquedad—. Llevo cincuenta años sirviendo a los Auren: primero a Konstantin, después a Lucian y a su esposa, y ahora a su hijo. Sé perfectamente lo que necesita el Nuevo Imperio, y aún más lo que necesita la Armada, así que guárdate tus palabras para quien quiera escucharlas. Y no, no necesitamos retomar esa odisea que tantas vidas nos ha arrebatado. Irónicamente, creía que serías tú quién lo frenaría definitivamente tras la muerte de Frédric. Que su pérdida habría sido suficiente para acabar de una vez por todas con ese estúpido plan. Para mi sorpresa, la ambición no parece tener fin.

Iris hizo ademán de responder, pero Judith se lo impidió dándole un disimulado codazo en la cintura. Negó con la cabeza, interponiéndose entre ambas, siempre con la sonrisa en los labios, y trató de calmar los ánimos.

—Greta, comprendo su malestar, pero estoy convencida de que no era la intención de Iris. A veces tomamos decisiones arriesgadas cuyas consecuencias no prevemos. Por suerte, gracias a la experiencia y sabiduría del Almirante ese plan del que habla no va a salir adelante, así que no vale pensar en ello. Preocupémonos de lo que realmente se está haciendo, y no de los supuestos.

La anciana se cruzó de brazos.

—Aunque tienes razón, no puedo evitar preguntarme dónde está el límite humano, Judith. La juventud de ahora no valora las vidas ni las muertes ajenas; para mí, sin embargo, cada una de ellas es dolorosa. He luchado por reconstruir este imperio: el que ahora lo dejemos morir de esta forma es terrible.

—Lamentamos todas muertes, Greta —aseguró Judith—, y aún más las de nuestra propia sangre. Porque aunque hayan pasado años y las circunstancias hayan sido complicadas, Frédric era de nuestra familia. No de sangre en mi caso, pero sí para Iris, así que creo que, en el fondo, las tres estamos en el mismo barco.

Ni Greta ni Iris quedaron satisfechas con la conclusión de Judith, pero la aceptaron al ver que otros tantos invitados se acercaban a ver las obras. En el fondo, no era el lugar adecuado para discutir aquel tema. A pesar de ello, tal era el rencor que Greta guardaba a Iris por lo ocurrido que no había podido contenerse.

Dioses del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora