Capítulo 23

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Capítulo 23







Palacio del Amanecer, Solaris – 1.836





—La mancha de oscuridad se ha extendido por toda la isla, incluido el puerto, con catastróficas consecuencias. Todos los seres vivos que había a su paso han fallecido, desde los habitantes que no pudimos evacuar a tiempo hasta las plantas. Incluso la comida se ha podrido con la llegada de la mancha. Por suerte, gracias a la colaboración de la unidad marítima del capitán Eris ha reducido enormemente el número de fallecidos. No solo lograron extender la voz de alarma por toda la isla, sino que evacuaron a varios centenares de ciudadanos de Puerto Azufre en su nave.

—¿De cuántos muertos estamos hablando?

Claro y directo.

—Doscientas cincuenta y siete personas, Majestad. Y sé que es un número muy elevado, sí, pero no debemos perder de vista que Puerto Azufre está habitado por un total de mil trescientas personas, y que en el resto de la isla hay quinientos habitantes más. Es decir, hablamos de doscientas cincuenta personas sobre un total de casi dos mil...

—Hablamos de un diez por ciento de la población entonces. —Hizo una pausa—. Lo mires por donde lo mires, maga: el número es estremecedor.

Lo era. Sentado al final de la sala, con el cansancio grabado en el semblante pero el nerviosismo anclado en su corazón, Tristan asistía a la reunión en completo silencio, plenamente consciente de que tarde o temprano le tocaría intervenir. Al frente de la reunión se encontraba Aurora, la cual había abierto la sesión mostrando el video de lo ocurrido en la iglesia, y junto a ella había varias personalidades. El centurión Ludovico Vespian, por supuesto, y también Alfria Gerensvarg. Lo esperado. No obstante, también había otros invitados especiales cuya mera presencia había logrado intimidar a Tristan: el director de la Oficina de Inteligencia Eryn Cabal, el legatus Gared Cysmeier, el Almirante Sebastian Liraes y el mismísimo Lucian Auren.

¡El maldito Emperador!

Había otras tantas personalidades que también habían sido invitadas, pero debido a la situación de alerta en la que se encontraba el país no habían podido asistir. Y daba gracias por ello, era un alivio.

Pero aunque su presencia era inquietante, a Tristan no le sorprendía que estuviesen allí. Lo que en teoría iba a ser un ataque puntual en la iglesia de Puerto Azufre se había convertido en el final de la isla, con una mancha de oscuridad tiñendo de muerte y destrucción todo a su paso. Y aunque lo sucedido en Puerto Azufre había sido grave, no había sido el único acontecimiento al que Solaris se había visto sometida aquella noche. El ataque en la presentación de la galería, con un total de ocho muertos a manos de cinco bestias del otro lado del Velo ponía en evidencia que Solaris se encontraba en peligro.

—Es estremecedor, Majestad —admitió Aurora—, pero tanto este incidente como el de la galería nos permite conocer un poco más en profundidad a nuestro enemigo. Los cadáveres recuperados están siendo analizados por el maestro Malestrom, experto en biología y criptozoología, mientras que las muestras de tejido enfermo de la isla está en manos del equipo de investigación de la Oficina de Inteligencia Imperial.

—Así es —admitió Cabal—. Tenemos una unidad especializada en enfermedades y transmisiones víricas que está analizando las muestras que nos trajo. Por el momento el avance es lento, pero confío en que en unas horas sabremos algo.

Poco convencido ante la falta de resultados, Lucian dedicó una mirada a las terrible cifras de fallecidos de la pantalla antes de volver a mirar a la maga.

—¿Y qué hay de Malestrom? ¿Tiene ya algo?

Nuevamente la respuesta fue negativa. A pesar de haber iniciado las autopsias, aún quedaba mucho trabajo por delante como para poder llegar a ninguna conclusión más allá de la obvia: que aquellos seres no pertenecían a aquella realidad.

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