¡ diecinueve !

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Munho durmió en el hogar de su hermano menor, disfrutando la atención y el cuidado de Felix cuando se sentía inseguro y perdido, lleno de miedo por la reacción de Jisung. Después de todo, él volvía a buscarlo sin tener una mínima idea de como estaba Han. 

Se dirigió a la vivienda del menor pasado el medio día, cuando el sol brillante le daba esperanzas de tener éxito en su misión "declararme a Jisung y que me reciba con muchos besitos", llamada así por Felix y Chris apoyando la moción. 

El rubio se aseguró de vestirse medianamente aceptable y de ponerse el perfume que Jisung le había regalado en su último cumpleaños. Sonrió frente a su reflejo, dándose ánimos mentalmente.

Llegó al conjunto de dormitorios donde estaba el de Jisung, pensó que no era necesario avisarle que iría porque prefería hacer su aparición sorpresivamente. Alguna parte de él pensó que eso sería una buena idea. Sin embargo, cuando se estaba acercando a la puerta del dormitorio de Jisung, divisó los cabellos azulados de su mejor amigo. Su garganta se cerró rápidamente y sus ojos comenzaron a picar. Alguien más abrazaba a Jisung, alguien más estaba haciéndolo reír y acariciando su pequeña cintura. 

Se acercó sintiendo como el deplorable estado que había intentado ocultar con ropa bonita, salía a la luz. Tosió cuando estuvo lo suficientemente cerca para que notasen su presencia, pero no tanto como para oír lo que decían.

—¿Minho? —preguntó Jisung al verlo parado en un costado.

—¿Minho? ¿El Minho del que me hablaste ayer? —preguntó el pelinegro junto a Jisung, recibiendo un asentimiento como respuesta— Entonces creo que me voy, fue un gusto volver a verte y pasar el tiempo con vos, Jisung. Espero que al fin, lo que tanto te hizo llorar te haga feliz.

Saludó a Han con una sonrisa y un corto beso en sus cabellos, y luego con un movimiento de cabeza a Lee.

—Sungie... —lo llamó, el dolor se notaba en su voz tan claramente como el agua.

—¿Necesitas algo? —lo cortó el menor, su voz fría y punzante. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho y se apoyaba contra el marco de la puerta de su dormitorio.

—Quería hablar con vos.

—Podrías ir a hablar con alguien sin miedo, alguien que aprecie lo que hacen los demás —espetó burlón, haciendo alusión a lo que Minho había dicho días atrás.

El rubio se acercó a Jisung hasta estar separados por unos cortos treinta centímetros.

—Dejé a Yuna —Jisung no respondió—. Dejé a Yuna porque te amo.

—No saltes con eso otra vez, dejaste muy en claro que era un idiota.

—Estaba enojado. Muy enojado, triste y decepcionado, muy enojado. Estaba harto de que no quisieras ver el amor que sentía por vos. 

—Yo no puedo darte nada, Minho. No vas a conseguir nada más que esto —dijo señalándose a sí mismo.

—¿Qué te hace pensar que quiero algo más?

Jisung lo miró, sus ojitos comenzaban a cristalizarse. Ladeó su cabeza, cambiando la pierna en la que estaba apoyado.

—¿Por qué me querrías? ¡Por qué querrías a alguien que no puede asegurarte nada más que una buena noche de sexo? Podés conseguir algo mejor, Minho. 

El nombrado abultó sus labios en un puchero, mordiéndose el belfo inferior para evitar llorar. Cada palabra que Jisung soltaba le dolía como el infierno. ¿Por qué Jisung no podía apreciar lo mucho que valía?

Minho se dejó caer sobre sus rodillas, rodeando con sus brazos la cadera del menor. Su rostro se escondió contra el abdomen de Jisung y recién allí, se permitió sollozar.

—No tengo mucho para decir y tampoco puedo darte mucho. Pero no me importa, Sungie. No quiero nada más que vos; tu sonrisa, tu voz, tus labios. Todo en vos es tan precioso, y vale tanto. ¿Por qué no lo ves, Jisung? ¿Por qué no podés amarte tanto como yo te amo? 

Las manitos de Jisung pasaron por los cabellos de Minho, peinando sus hebras rubias.

—No soy suficiente para vos, Minho —una manito de Jisung se posicionó sobre la barbilla del mayor, levantando su rostro y juntando sus ojos—. No llores, no vale la pena. 

—Quiero cuidarte, Sungie. Quiero amarte y hacerte feliz, ¿es tan difícil de entender?

—Deberías irte, Minho —se separó del mayor, resistiéndose a la enorme necesidad que crecía en su interior de limpiar con besos las lágrimas que caían por sus mejillas.

Entró rápidamente al dormitorio, ignorando los llamados y golpes a través de la puerta. Estaba nervioso, y confuso. 

—¡Necesito tiempo, Minho! —gritó desde adentro— Cuando lo sepa, voy a llamarte, y vamos a hablar tranquilos. 



























tanto romper las bolas con minho rubio y LO CONSEGUÍ. MINHO ESTÁ RUBIO SEÑORES.

BABY DON'T LIKE IT  ━ MINSUNGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora