¡ veintiuno !

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Jisung se sentía nervioso; las manos le temblaban ligeramente, su corazón latía de forma apresurada y no sabía durante cuánto tiempo más las piernas le aguantarían. Cuando se decidió a buscar a Minho, supuso que como ya no estaba con Yuna, estaría en el pequeño hogar de su hermano menor, y dicho y hecho, allí se encontraba. Abrazando un peluche, tapado con varias mantas y una caja de pañuelos descartables a su lado. Había vasos y paquetes de galletitas sobre la mesa ratona frente al sillón y en la televisión se reproducía un capítulo de los Simpson que Jisung podía jurar, Minho se sabía de memoria. 

Sostuvo con fuerza los girasoles en sus manos y se acercó a Minho. 

Se arrodiló frente a él, sus rostros quedando a centímetros de distancia. Se dedicó por un momento a dedicar la paz que manifestaba el rostro de Minho. El mayor dormía, sus respiraciones eran tranquilas y sus labios estaban abultados ligeramente en un puchero. Con una mano, peinó delicadamente los cabellos rubios que se habían colocado frente a sus ojitos, pasándolos por detrás de su oreja y desenredándolos con cuidado. Recién en ese momento, Jisung pudo notar las lágrimas secas acumuladas en las comisuras de los ojos de Minho.

 Jisung suspiró profundo. 

—Minhonnie —murmuró, ladeó su cabeza hacia la izquierda y entrelazó sus deditos con los cabellos de Minho, acomodándolos hacia atrás—. Honnie, corazón. ¿Podrías despertar? —Jisung sonaba extramadamente dulce, una sonrisa rota adornaba su rostro. 

Un quejido abandonó los labios de Minho y, lentamente, comenzó a abrir sus ojos. Cuando se encontró con la carita de Jisung frente a él, pensó que su inconsciente le estaba jugando una muy mala pasada, haciéndolo creer que su preciado Jisung estaba ahí cuando en realidad no. 

—Minho, ¿dormiste bien?

—¿Sungie? ¿De verdad estás acá?

—Sí, vine a verte —sonrió levemente y le mostró los girasoles—. Te traje flores.

 Minho sonrió y sus ojitos chocolate brillaron.

—Gracias, Sungie. ¿Querés sentarte?

El menor asintió despacio, y Minho se levantó para dejarle un espacio a su mejor amigo. Podía notar los nervios de Jisung, como su cuerpo se tensaba y justaba sus piernitas y colocaba sus manos sobre ellas. 

—¿Cómo estuviste estos días, Sungie?

Jisung sonrió triste, Minho era quien tenía el corazón roto, quien había sido rechazado, quien había llorado bajo el cuidado de su hermano menor. Sin embargo, era él quien preguntaba como había estado. Jisung volvió a confirmar que su adorado Minho era un dulce angelito. 

—Te extrañé mucho —respondió Jisung, y notó como Minho clavó sus ojos hinchados y rojizos en él—. Pero lo importante es como estuviste vos, digo, creo que no estuviste muy bien.

—No, obviamente no. Pero de a poco voy a entender que no querés nada conmigo y vamos a volver a ser mejores amigos, Sungie. Sólo necesito un poco de tiempo para dejar a mi corazón sanar.

Jisung se giró un poco sobre el lugar que estaba sentado. Apoyó su cara sobre el hombro de Minho junto a él y llevó una manito al pecho del rubio, justo donde su corazón se encontraba.

—¿Puedo ayudarte a sanar?

La mano de Jisung se movió despacio sobre el pecho de Minho, apretando con delicadeza la piel bajo la ropa.

—¿Puedo, Honnie? ¿Puedo ayudarte?

Una mano de Minho entrelazó sus dedos con los de JIsung, deteniéndo los movimientos sobre su pecho. Por primera vez, ambos establecieron el anhelado contacto visual. Los ojos saltones de Jisung lo observaron con curiosidad, rogándole sin hablar.

—Sólo necesito que entiendas que no quiero absolutamente nada más que a vos. No me importa con quien estuviste, o lo que haces, o lo que sos. No me importa nada más que la pequeña y frágil personita que sos. 

Jisung dejó un casto beso en la unión de sus manos.

—¿Eso es un sí?

—Sí, Honnie. Es un sí. 

Minho sonrió satisfecho y acunó entre sus manos el rostro de Jisung. Se tomó su tiempo para admirar cada detalle de la carita del menor; lo había extrañado horrores.

—Tenés cara de ser el amor de mi vida.

Jisung rió frente a las palabras del rubio y, finalmente, unió sus labios en un ansiado y dulce beso; disfrutaban cada parte del contrario como si hubiesen estado separados durante años, y aunque sólo habían sido unos días, para ellos había pasado toda una vida. 

En la habitación de los australianos, las risitas llenaban el reducido espacio.

—¿Ya lo habrán solucionado? —preguntó Chris mientras abrazaba por la espalda a su tierno novio.

—Seguramente, ellos se quieren mucho.

Ambos sonrieron satisfechos y continuaron viendo la serie que se reproducía en la televisión. Ahora, ambos hermanos Lee estaban viviendo su cuento de hadas. 

BABY DON'T LIKE IT  ━ MINSUNGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora