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La pintura te salpicó.
–Qué demonios...? Qué te pasa?–preguntaste cabreado. Eran dos simples gotas, pero al parecer era el fin del mundo para ti.
Simplemente suspiré y me encogí de hombros, no tenía ganas de discutir de nuevo, ya lo habíamos hecho hace media hora por el color de la pintura.
Era nuestra casa y nuestros padres estaban ayudandonos a pintarla, porque la casa era color crema, pero tu la querías blanca, y no estaba abierto a discución.
Mis padres y los tuyos miraban la situación, todos con diferentes emociones; tu madre con pena, la mía con compasión, mi padre con ira contenida, tu padre de manera indiferente.
Cuando terminamos tu y tus padres se despidieron, tu madre se despidió de mi con un ligero abrazo, tu padre y tu solo me miraron de reojo. Dolía, si, pero te amaba demasiado como para decirlo.
Mis padres y yo regresamos a casa y sin decidí subir directo a mi habitación, me tiré boca abajo sobre mi cama comencé a sollozar mientras pensaba en como solía ser antes, cuando sonreías al mirarme, cuando me robabas besos cada que podías, cuando me abrazabas al llegar, cuando creí conocerte, cuando creí que me amabas, y en como me gustaría volver a esos tiempos. Y Dios sabe cuanto me esforcé por hacer las cosas bien, pero al parecer nada fue suficiente para ti.
Mamá entró a mi habitación y se sentó a mi lado en la orilla del colchón, comenzó a acariciar mi cabello, fue entonces que volví a sentir la calidez que tento anhelaba, aquella que tu dejaste de brindarme hace un tiempo...
–Cariño, yo no sé como conociste a Johnny, pero a tu padre y a mi nos alegraba, nos hacía felíz que alguien te hiciera sonreir de manera tan brillante, aunque por la manera en que Ten se expresaba de el siempre sospechamos de algo, pero nunca supimos como hablarlo... Doie... No sé si deba preguntar, pero, realmente amas a Johnny, o el te ama? Aún tienes razones para seguir con el?...– la voz de mamá se escuchaba muy suave pero con dolor en ella, y no me gustaba ese sentimiento.
Suspiré
–Yo... no lo sé, creí que de verdad lo amaba, todo estaba tan bien, si, era celoso o posesivo, pero era el hombre ideal... Supongo que me enamoré de Youngho, no de Johnny...–levanté la mirada y ella hizo una mueca, sabía que mi situación también la afectaba a ella.
Fue su turno de suspirar y comenzó a acariciar esta vez mi mejilla.
–Doyoung, existen los errores, y está bien comenterlos, para ello estamos aquí, es parte de crecer y vivir, muchas veces puedes llegar a creer que estás enamorado cuando la otra persona solo te está haciendo sufrir, pero siempre hay una salida, siempre va a existir una forma de hacer las cosas bien, y siempre vamos a existir personas que vamos a estar para ti en todo momento...–me sonrió con amor y yo dejé salir una pequeña risa, que se volvió una mueca triste, coloqué mi mano sobre la suya haciendo circulos con el pulgar.
–Yo... voy a terminar con Jonny, no merece la pena seguir llorando por quien no hace nada para calmar el llanto–asentí decidido. Ella rió levemente.
–Haz lo que creas mejor, por qué no llamas a Ten y yo les preparo un rico pastel para calmar las ansias?– una sonrisa brillante se dibujó en mi rostro, mamá sabe que me encantan los pasteles que cocina, en especial si son de chocolate.
Mamá salió de la habitación dejando un beso en mi frente, yo me enderecé en la cama y tomé mi celular para llamar a Ten. El se emocionó en cuanto le conté mi decisión y no hizo falta pedirle que viniera pues se auto-invitó feliz, reí y cortamos la llamada.
En cuanto Ten llegó a mi casa se aferró a mi cual koala, mis padres rieron, ellos amaban al rubio como si fuese su otro hijo. El ambiente en el hogar era cálido y cómodo, todos reíamos de las anecdotas sobre cuando Ten y yo teníamos entre 3 y 10 años, todo estaba bien. Esa noche Ten volvió a quedarse a dormir junto a mi.
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Mi color favorito es el amarillo, me recuerda a la felicidad, la que tu te aferrabas en robar para mezclarlo con tu feo y triste gris, querías arruinar mi color.
Pero no más, entendí que nadie, por más amor que exista, tiene derecho a jugar con mi amarillo.
Porque la historia acabó, y entendí la moraleja. Porque nadie me puede decir como sentir, que sentir, a quien amar ni cuando parar, y no puedes evitar enamorarte de la persona equivocada.
Algunos errores pasan, y eso está bien...
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