Introducción

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Desperté una fría mañana de otoño, sin recordar absolutamente nada de mi vida.

¿Quién era yo?

Solo sabía que estaba tumbada sobre una camilla, en una habitación blanca, no muy amplia. Al lado de la camilla había unos cuantos aparatos que no sabía para qué servían, de los cuales salían varios cables que se enganchaban a mi cuerpo. Junto a la camilla había también un sillón negro y justo en frente de mí un pequeño televisor. 

– ¿Dónde estoy? –comienzo a preguntar– ¿Hay alguien ahí? ¿Hola? 

Pero por mucho que preguntara no veía a nadie a mi alrededor, no entendía nada y cada vez estaba más nerviosa, solo me quedaba empezar a gritar aumentando el tono de mi voz poco a poco, al cabo de un rato aparece por la puerta una mujer vestida con un traje azul y una bata blanca, en el bolsillo de esta se podía ver una chapa que ponía: Joanna Parker. Aquella mujer no parecía muy mayor, debía de tener unos 30 años como mucho; parecía bastante agradable y por alguna razón me transmitió mucha confianza.

– Hola Sarah, veo que ya estás despierta -me dijo aquella amable mujer- estás en un hospital, tuviste un accidente, ¿recuerdas algo? -me miraba de una forma muy extraña, examinándome con detenimiento en todo momento.

– ¿Sarah? ¿Me llamo así? –miraba a la mujer intentando recordar algo, pero lo cierto era que no, no recordaba absolutamente nada.

– Creemos que sí, pero esperábamos que nos lo confirmaras ¿no lo recuerdas? –la mujer me miraba con preocupación y me atrevería a decir que incluso con cierto desconcierto.

– No, no recuerdo nada de nada, ¿solo creen? –estaba muy confusa y el hecho de que aquella mujer tampoco supiese nada de mí, no ayudaba demasiado.

– Así es, no llevabas documentación, solo tenías un móvil, alguien llamó preguntando por Sarah, le dijimos que habías tenido un accidente y colgó, no sabemos nada más –me explica la mujer con cierta tristeza en su tono de voz.

– ¿Y no saben nada más? ¿Saben quién me llamo o por qué? –cada vez estaba más confusa.

– No, no dijo nada, solo pregunto por Sarah; vino la policía, pues en estos casos hay que informar, te tomaron las huellas, pero tampoco consiguieron nada. Lo siento, pero me temo que no tenemos más métodos para identificarte.

– ¿Y saben al menos cuántos años tengo? –tenía demasiadas preguntas, pero algo me decía que tendría pocas respuestas.

– Creemos que unos 18, por tu nivel de desarrollo, pero no es seguro, te tendremos unos días en observación para ver si recuerdas algo.

¿Cómo era eso posible? ¿Cómo puede olvidar alguien quién es?

Una semana después me dieron el alta y para aquel momento solo había conseguido recordar pequeños datos sobre mi infancia; había recordado un lugar, un pueblo de Londres, Greenwich y ahí es donde tenía previsto ir a ver si averiguaba algo más de mí.

También había recordado mi nombre completo, Sarah Johnson.



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