Capítulo 7

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No hubo un cuarto pitido, pude percibir claramente una respiración al otro lado de la línea. ¿Sería el hombre de mis recuerdos? Aquella pregunta pasaba por mi cabeza una y otra vez, hasta que alguien habló y me sacó de mis pensamientos.

– Vaya Johnson, qué grata sorpresa, aunque me encantaría poder decir que es una de las agradables –una áspera y ronca voz habló, automáticamente un escalofrío recorrió mi columna vertebral.

– ¿Q-quién eres? –algo dentro de mí me decía que él no era el hombre mismo que el de mi recuerdo, pero su voz me era extramente familiar.

Intentaba no parecer nerviosa, ni asustada al hablar, pero a juzgar por la sonora carcajada que aquel hombre soltó, algo me dijo que no lo había logrado.

– Tú eres la que ha llamado, Johnson.

Definitivamente, este no era el del recuerdo.

No dije nada más, no sabía qué más decir, me siento en el asiento que hay frente al tocador; tenía la sensación de que si no me sentaba, mis piernas no dejaban de temblar, parecía que estuviesen hechas de flan.

– Aunque sí es cierto –volvió a hablar rompiendo aquel frío e incómodo silencio– que seguramente esperabas al idiota de Ryan, puesto que este es su móvil, no él mío. Pero él la cagó. La cagó en el maldito momento que se enamoró de una perra como tú, conocéis las normas, John –no dejé que acabará de hablar, las lágrimas volvían a caer por mis mejillas y colgué el teléfono. 

¿Entonces él estaba muerto? Todo mi cuerpo temblaba y me dolía el pecho, sentía un gran y extraño vacío en mí interior, pero ¿por qué? Sí apenas recordaba nada de él y el recordar eso, solo hacía que mí pecho doliera el doble. En ese mismo momento me di cuenta, me di cuenta de que yo amaba realmente a aquel hombre, no podía recordarlo, pero lo sabía. 

Alguien agarra mi mano con fuerza, aquello me causa un susto de muerte, Eric había vuelto a entrar en la habitación y ni siquiera me había dado cuenta. Tira de mí y me besa la mejilla, comprendió con solo mirarme que necesitaba estar sola con mis pensamientos, así que se dirige a la puerta y antes de abandonar el dormitorio de nuevo me dedica una dulce sonrisa. 

Me tiro sobre la cama y cierro los ojos con fuerza, quería, mejor dicho deseaba, poder recordar algo.

«Estaba tumbada en una cómoda cama, con la cabeza apoyada sobre un pecho desnudo, no necesité alzar la mirada a sus ojos para saber de quién se trataba, era Ryan; pero aun así lo hice, mi mirada se encuentra con la contraria y me pierdo en la profundidad de sus ojos color avellana.

Estábamos completamente desnudos, yo acariciaba su pecho con las yemas de mis dedos; él hacía lo mismo sobre mi espalda, besa mi cabeza con cariño. Ninguno decía absolutamente nada, nos manteníamos en silencio, mirándonos como si solo con eso ya bastase y no hiciese falta nada más. 

– Te quiero –susurro sobre su pecho antes de dejar un pequeño beso en él y sonrío al notar como se le erizaba la piel bajo mi contacto.

– Y yo a ti, pequeña –susurra mirándome– más de lo que jamás pensé que querría a alguien y recuerda, la piel es de quién la eriza.

No pude evitar cerrar los ojos y sonreír al escuchar aquellas palabras, su piel seguía erizada y yo sabía de sobra que mí piel estaba igual ante su tacto. 

Cuando estaba con él me sentía en paz, todo lo demás desaparecía como si en el mundo no existiese nada más allá de nosotros dos. Estar con él era como coger una bocanada de aire fresco después de haber estado un buen rato aguanto la respiración bajo el agua. No imaginaba un lugar mejor en el mundo en el que estar que no fuesen sus fuertes brazos».

¿Quién soy?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora