Capítulo 2

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No podía creerme que la chica que tuviese frente a mi fuese justamente la misma persona a la que acaba de recordar. La primera persona a la que recordaba en una semana. No era posible que estuviese allí, ¿cuántas posibilidades tenía de encontrarla aquí justo en este momento? No tenía sentido, no podía creerlo. Aquello era increíble. Me pongo de pie y me acerco a ella despacio.

– Tú eres Emma, ¿verdad? –pregunto algo dudosa, a la vez que avergonzada por el hecho de que no la recordase y por la pequeña posibilidad de que en realidad no fuese ella y fuese otra persona.

– Sí, soy yo, ¿quién iba a ser sino? Ya sabes que siempre me ha gustado venir aquí, aunque me aterre la idea de meterme ahí dentro –dice señalando el lago helado.

La joven se acerca a mí con rapidez y sin dudarlo un segundo, o al menos eso me pareció a mí, me rodea con sus brazos, abrazándome con fuerza.

– ¡Que alegría me da verte!, hacía demasiado tiempo que no sabía nada de ti. Te he echado muchísimo de menos, Sarah –dice junto a mi oído, estrechándome con fuerza entre sus finos y largos brazos.

Le devuelvo el abrazo, pero a los pocos segundos me separo de ella, me alegraba encontrar a alguien que me conociera; aunque al mismo tiempo, para mí era una completa desconocida.

– ¿Eres mi hermana? –mil preguntas pasaban por mi cabeza, pero solo fui capaz de pronunciar esa preguntar. 

– No, bueno, al menos no de sangre. Sarah, ¿estás bien? ¿A qué viene esa pregunta tan extraña? –la joven me miraba con bastante preocupación, mientras acerca una mano a mi mejilla, dejando una dulce caricia. 

– Pues... verás... –ni siquiera sabía por qué de entre todas las preguntas que me moría por hacerle había decidido empezar justamente por esa, tendría que haberlo pensado mejor pues era evidente que la joven se iba a preocupar. Trago saliva e intento buscar las mejores palabras para explicar toda aquella locura que me estaba sucediendo– sí, ahora mismo estoy bien, pero tuve un accidente de coche o igual fue provocado, no se sabe con certeza. La cuestión es... que perdí la memoria, por lo que no recuerdo absolutamente nada. Tengo amnesia retrógrada, por lo que no recuerdo absolutamente nada de antes del accidente –mientras hablaba había fijado la mirada en el suelo cubierto de nieve, con la cual llevaba ya un rato jugando con la punta de mi pie– el primer recuerdo que tengo es de cuando me desperté en el hospital. Aunque bueno, justo antes de que aparecieras he recordado un momento en el que estábamos aquí en el lago patinando, tenías miedo pero yo te llevaba y luego nos caíamos. 

– ¿Qué? –la voz de la joven sonaba bastante preocupada y apenada, me coge de la barbilla con cariño y me alza el rostro, haciendo que la mirará fijamente a los ojos– ¿Qué pasó? Y sí, recuerdo ese día, ha sido uno de los pocos en los que he conseguido entrar ahí, en todos ellos me has obligado y en todos nos hemos caído.

– No lo sé –contesto en un murmuro– solo sé que desperté en el hospital y ya no recordaba nada, dijeron que sufrí un accidente de tráfico, pero no estaban seguros de qué había pasado con exactitud. ¿Pasábamos mucho tiempo juntas, no? La verdad es que aunque no te recuerde, me siento a salvo y segura estando a tu lado –murmuro con completa sinceridad, sonriendo.

Emma volvió a abrazarme con fuerza y le devolví el abrazo. Notaba como sus lágrimas estaban empapando mi hombro poco a poco, pero no me queje, la deje llorar tranquila. Tampoco dije nada, me limité a acariciar su larga melena con dulzura y ella deja un pequeño beso sobre mi mejilla.

– Eso es horrible –susurra, sin dejar de abrazarme.

Ninguna dijo nada durante un rato. Nos quedamos ahí quietas, abrazándonos. Al cabo de unos minutos me separo poco a poco de ella, lo cual causa que fije su mirada en la mía. Las lágrimas continuaban deslizándose por sus mejillas y se las limpio con el dorso de la mano con delicadeza. 

– Ven anda, vamos a mi casa, bueno, a la de mi abuela, igual te ayuda a recordar.

Coge mi mano con firmeza y tira de mí, haciendo que comience a caminar con ella. Ninguna dijo nada durante el camino, no tardamos demasiado en llegar a la casa, pues no estaba muy lejos de aquel parque, quizá por eso habíamos pasado tanto tiempo jugando juntas ahí. 

La casa de la abuela de Emma era bastante grande y bonita, parecía sacada de una película americana de los años 80, tenía una fachada blanca, con un amplio jardín en la entrada rodeado por una valla blanca de madera; en el centro del jardín se encontraban dos columpios, observando la casa volví a marearme y algunas imágenes volvieron a aparecer en mi mente.

«Era una soleada tarde de verano, yo corría por el jardín riendo y gritando, mientras Emma me perseguía gritándome que me iba a pillar, pues era más rápida que yo -aunque ambas sabíamos que aquello no era cierto-.

– ¡Vamos a los columpios! –grito al mismo tiempo que llegaba a uno de ellos y me subo de un salto.

Pero en el columpio que había a mi lado no se sentó Emma, sino un niño, el cual era bastante guapo, moreno con pelo oscuro y ojos verdes. Me miraba con cara de travieso, sacándome la lengua, con clara intención de molestarme.

– ¡Quita Eric!, estoy jugando con Emma, tú no puedes –regañaba al niño que me miraba con sus grandes ojos verdes.

– El columpio no es tuyo y yo también quiero jugar, Sarah —protestó el niño, cruzándose de brazos y haciendo pucheros.

– Da igual, Sarah, que se quede él con el columpio, no pasa nada —dijo la dulce voz de Emma detrás de mí.

– ¡Siempre nos tienes que fastidiar! –grito saltando del columpio».

– ¡Sarah! ¡Sarah! –Emma me estaba sujetando por los brazos mientras me zarandeaba, aunque no con demasiada brusquedad.

– ¿Qué? ¿Qué ocurre? –pregunto moviendo la cabeza, volviendo al presente, algo mareada aún.

– ¿Estás bien? –pregunta agarrándome el rostro, examinándome con la mirada.

– Sí, tranquila, estoy bien. Simplemente he tenido un recuerdo, yo corría por el jardín y tú me perseguías, entonces yo me subía a un columpio pero un niño te quitaba el otro, creo que se llamaba Eric, ¿lo recuerdas? ¿Sabes quién es? –relato con tranquilidad, al mismo tiempo que intentaba ordenar todos mis pensamientos.

Cada vez era todo mucho más confuso, quería saber la verdad. Quería recordar todo mi pasado, pero no avanzaba demasiado; aunque tenía esperanzas de que Emma pudiera ayudarme y contarme más cosas sobre mí, mi familia y cualquier otro dato que me ayudara a recordar quién era yo.

– Sí, claro que lo recuerdo, es tu hermano mayor, Sarah. Siempre estabais discutiendo, pero os queríais muchísimo. Recuerdo que siempre quería jugar con nosotras, pero tú no le dejabas y yo tenía que poner paz. Aunque luego crecimos y las que siempre queríamos ir con él y sus amigos éramos nosotras. Creo recordar que incluso te enrollaste con uno de sus amigos –Emma hablaba con tranquilidad, explicándome aquello con toda la dulzura del mundo.

– Así que me enrolle con un amigo de mi hermano... bueno saberlo –contesto con una pequeña carcajada, frotándome las manos justo después a causa del frío.

– Venga anda, vamos dentro que te estás muriendo de frío –murmura con una dulce sonrisa, cogiéndome del brazo para hacerme entrar en la casa.

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