Capítulo 9

274 16 0
                                    

Estaba ahí de pie frente aquel hombre enmascarado con el cuerpo de Ryan en medio de los tres, por mucho que quisiera moverme no podría porque el brazo de Ryan me sujetaba para mantenerme tras él.

Agarraba con fuerza su mano, por raro que suene, me sentía mucho más segura de esa manera. Él estaba acariciando mi mano con su pulgar, haciendo pequeños círculos, seguramente a sabiendas de que eso me relajaba y evitaba que perdiese los nervios por completo. 

Alzo la mirada que estaba posada en nuestras manos enlazadas hacia el hombre misterioso que nos seguía apuntando con el arma, no era capaz de pronunciar palabra alguna. Estábamos ahí los tres, parados, mirándonos sin decir absolutamente nada.

– Vete de aquí, Sarah –la voz de Ryan rompió el silencio a pesar de haber hablado casi en un susurro.

Él no me miraba a mí, no podía ver su rostro pero sabía de sobra que su mirada estaba fija en el arma que nos estaba apuntando.

No daba crédito a sus palabras, ¿de verdad se le pasaba por la cabeza la estúpida idea de que me fuera a marchar de aquel lugar sin él? 

Estaba loco si pensaba aquello, jamás le dejaría solo en una situación como aquella, ni en ninguna. Jamás le dejaría solo, no de nuevo.

Pero no podía responder, mi cuerpo no reaccionaba, así que simplemente apreté todavía más su mano, intentando indicarle de esa forma que no me movería de donde me encontraba.

– No Smith, el que debe irse eres tú, aléjate de ella –dice el hombre enmascarado que estaba parado de pie, sin bajar el arma.

Su voz me era extrañamente familiar, ¿dónde la podría haber oído antes? Mi cabeza empieza a dar vueltas y vueltas, intentando pensar, recordar algo.

Vuelvo a mirar a Ryan, sabía que no se iría de mi lado, al igual que yo tampoco me iría del suyo. 

Al ver su rostro me sorprendo por la expresión que tenía, su mirada bailaba del hombre misterioso a mí, tenía el ceño fruncido y sus labios dibujaban una fina línea, no necesite más para saber que le ocurría, Para él aquella voz también era familiar y juraría que sabía de sobra quién era, ninguna duda me quedó cuando sus labios se separan y una sola palabra sale de ellos.

– Patrick.

Patrick. Patrick. Patrick. Patrick.

Aquel nombre resonaba en mi cabeza, una y otra vez, me era demasiado familiar, pero no conseguía recordar de qué.

En ese mismo instante, el hombre que había delante de nosotros se quita la máscara, revelando de esa forma su rostro.

No podía creerme lo que mis ojos veían. Era Eric. Bueno no, no era él exactamente, pero se parecía muchísimo a él, era más mayor, eso sí, pero tenía su mismo físico. Aquel hombre era bastante guapo, tenía el mismo color verde de ojos que Eric y yo, su cabello era castaño, tal como el mío, mis ojos se abrieron de par en par sin creer lo que estaba viendo.

No podía ser posible.

¿Por qué no podía, no?

Es decir, mi padre estaba muerto o eso creía, en cambio, ahí estaba, delante de mí y apuntándome con una pistola. 

El hombre enmascarado era mi padre. 

Mi padre me estaba apuntando con un arma. 

No podía dejar de dar vueltas al asunto, me habían mentido en todo. Ryan no estaba muerto, mi padre tampoco, ¿mi madre acaso también estaría viva? ¿Qué demonios ocurría aquí? ¿Quién estaba detrás de todo esto? ¿Sería Edgar? ¿O mi padre?

Cada vez tenía más preguntas y menos respuestas.

Sentía que mis piernas no me sostendrían mucho tiempo y debí de soltar la mano de Ryan, porque se giró con rapidez y me cogió antes de que me cayera al suelo. Me estrecha entre sus brazos y se gira de nuevo para plantar cara a mi padre.

– No pienso irme, no la dejaré sola –sus ojos estaban clavados en los de mi padre, pero su mano acariciaba mi cabello– y mucho menos la dejaré con un hombre que nos está apuntando con un arma, me da igual que seas su padre.

Ryan todavía me sostenía entre sus brazos, mi lugar favorito en el mundo, y yo fijaba mi mirada en él. Era incapaz de mirar a mi padre, ¿por qué estaba haciendo esto? Hundí la cabeza en su brazo, intentando olvidar dónde me encontraba, quería salir de ahí y deseaba que todo eso no fuese cierto. Ryan me acariciaba el cabello intentando calmarme.

– Hazlo si no quieres morir –la voz de mi padre sonaba amenazante y aterradora, tanto que un escalofrío recorre mi espalda.

– Moriría por ella una y otra vez, sin dudarlo ninguna de ellas –alzo la mirada para encontrarme con esos ojos color avellana de los que estaba tan enamorada y le dedico una fugaz sonrisa. 

¿Cómo podía ser que en esta situación me diera tanto igual que me estuvieran apuntando y que solo pensará en besarle? Pero inmediatamente borre aquella idea de mi cabeza, no podía pensar en ello en ese momento. Me deshago del agarre de Ryan y me aparto un poco de él, plantándole cara al fin a mi padre.

– Mira, no sé qué narices ocurre contigo ni con Edgar ni con nada de esto, pero si realmente te importo yo un poco, baja esa arma y lárgate de aquí –sentencio con toda la firmeza que puedo.

– ¿Edgar? Él no es el problema, el problema es tu novio y lo idiota que eres, al igual que tu madre –mi padre me hablaba con desprecio, casi parecía que escupía sus palabras– y ahora, hija mía, apártate de él.

– No pienso apartarme, no vas a hacerle daño a Ryan sin hacérmelo antes a mí.

– No me obligues a tener que dispararte a ti también, mi objetivo es él, no tú –mi padre hablaba con calma, casi hasta parecía que no le importase el hecho de que tuviese que dispararme a mí también. 

– Sarah, apártate, no voy a dejar que te pase algo. Señor Johnson, si quiere disparar a alguien, apúnteme bien –dice la voz de Ryan mientras me echa a un lado con fuerza, provocando que casi pierda el equilibrio.

– Como desees.

Las serias palabras de mi padre fueron lo último que escuche antes de oír el ruido ensordecedor de un disparo, mi padre acababa de apretar el gatillo, estaba apuntando a Ryan, la bala se aproximaba a él e impactaría en su pecho.

No. No. No. No. No. Definitivamente no podía permitir aquello.

Sin pensarlo dos veces, me deshice del agarre de Ryan y me interpuse entre la bala y su pecho. 

Todo pasaba a cámara lenta, escuchaba gritos, aunque no entendía que decían. Solo sentía un agudo dolor en el hombro, lugar donde la bala había debido de impactar. Notaba como la sangre empapaba mi brazo y como caía al suelo con lentitud.

Unos brazos me rodearon con fuerza, eran los de Ryan, no necesitaba mirarle para saberlo.

– Sarah, Sarah, por favor, quédate conmigo, no te vayas, no cierres los ojos.

La voz de Ryan cada vez era más baja, casi un susurro. Escuchaba los gritos y maldiciones de mi padre de fondo, pero no me importaba.

Ryan estaba a salvo, estaba vivo.

– Te quiero – susurro antes de cerrar los ojos por completo y caer en un dulce sueño.

Todo se desvaneció, no sentía el dolor, no sentía nada.


¿Quién soy?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora