Capítulo 14

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Después de aquel último recuerdo me había quedado completamente dormida. Cuando me despierto, echo un vistazo rápido a mí alrededor, mi madre ya se había ido. Ryan estaba durmiendo en el sillón al lado de mi camilla, se le veía agotado, a pesar de haber estado en casa ayer no tenía pinta de que hubiese descansado en absoluto, supongo que solo se habría duchado y puesto ropa limpia.

¿Qué habría pasado con mi madre? Lo último que recordaba antes de quedarme dormida, era que Ryan había dicho que su padre sabía quién era yo y quiénes eran mis padres, eso solo significaba una cosa: estábamos en peligro.

Comenzaba a amanecer, los primeros rayos de sol entraban por la ventana haciendo que Ryan se despertara, abre lentamente los ojos y sus labios dibujan una pequeña sonrisa al observar que estoy despierta.

– Buenos días, bello durmiente –digo riendo levemente, observándole con atención.

– Buenos días, preciosa –dice en respuesta.

Se levanta del sillón y se acerca a mí. Una vez está a mi lado pega su rostro al mío, dejando un pequeño beso sobre mis labios.

– Vamos, hoy te dan el alta –susurra y se aparta de mí, saliendo por la puerta.

¿A dónde iba ahora? Al cabo de unos minutos, regresa con un papel en la mano.

– Listo, ya podemos irnos –dice sonriente.

Me acerca la bolsa que trajo ayer y la deja sobre mis piernas. Al abrirla observo que estaba llena de ropa, cojo lo primero que pillo y me lo pongo con rapidez –el día anterior me quitaron los monitores por lo que a parte de los pequeños pinchazos que me daba el hombro, no tengo ningún problema– me coloco bien los vaqueros y abrocho los botones de mi camisa, me pongo los zapatos y miro a Ryan, quien me observaba con atención.

– ¿No podrías esperar a que saliera para cambiarte? –dice sin dejar de mirarme con una pícara sonrisa dibujada en el rostro.

– Como si no me hubieras visto nunca –comento riendo.

– Lo sé, pero ahora tengo unas ganas terribles de quitártela de... –antes de que pudiera continuar su teléfono móvil comienza a sonar, mira la pantalla y luego a mí– no te muevas de aquí –dice completamente serio y sale de nuevo de la habitación.

¿Qué estará pasando? ¿Quién era? ¿Por qué me daba la impresión de que había algo que me seguía ocultando? Antes de seguir haciéndome preguntas, Ryan entra otra vez, parecía bastante preocupado.

– Vámonos de aquí ahora mismo –dice tirando de mi brazo.

Caminamos, bueno mejor dicho, corremos por los pasillos del hospital hasta los aparcamientos, donde Ryan me indica que suba a un coche, era negro y tenía los cristales tintados.

– Ryan, ¿qué está pasando? –pregunto comenzando a ponerme nerviosa por tanto secretismo.

– Ya te lo dije, mi padre sabe quién eres –sube al coche y me mira con seriedad– y ahora sube al coche, por favor.

– ¿Viene a por nosotros? –pregunto mientras me adentro en el coche, sentándome en el asiento del copiloto.

– Sarah, no hagas preguntas cuya respuesta no quieres conocer –sentencia poniendo el motor en marcha.

No digo nada más, giro la cabeza apartando la mirada de él y fijándola en el exterior. Tenía la cabeza apoyada en el frío cristal de la ventanilla, mis lágrimas caían silenciosas por mis mejillas, cierro los ojos intentando dormirme y así no pensar más.

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