En cuanto salí del hospital por mi cabeza pasaban miles de pensamientos y de preguntas, no tenía ni idea de quién era, ni qué me había pasado, pero por lo menos había recordado el nombre de aquel pueblo, Greenwich, y ese posiblemente sería mi destino. Pero no tenía mucho dinero, aunque con algo de suerte me llegaría para coger un tren, comprar algo de comida y ya si tenía muchísima suerte, para pasar un par de noches en algún motel barato de mala muerte.
En mi cartera no tenía ningún tipo de tarjeta, ni tampoco llevaba ningún tipo de identificación encima, tal y como la amable enfermera me había indicado. La idea de llamar a alguien pasó por mi cabeza varias veces, pero por desgracia en el tiempo que estuve en coma, se me había acabado la batería del móvil y no había conseguido recordar cuál era el pin.
Así que lo único que podía hacer era esperar que el dinero que tenía me diese por lo menos para el tren y esperar a que en Greenwich consiguiera algo de información sobre mí pasado.
De modo que es precisamente lo que me dispuse a hacer, puse rumbo a la estación más cercana. No tardé mucho en llegar, la estación era pequeña, pero tenía salida de trenes y autobuses, me acerco a la cabina y pido el primer billete hacía Greenwich, esperando que no tuviese que hacer ningún tipo de trasbordo. El hombre de la cabina me da el billete y me siento en un banco a esperar la llegada.
En cuanto el tren llega al andén, subo con rapidez, sin pensarlo demasiado por si me arrepentía en el último momento. Una vez en el interior de aquel tren, me senté en un asiento junto a la ventana –había comprado el billete más barato, así que ya que me tocaba uno de los peores vagones, al menos quería poder mirar el paisaje– y me pasé todo el viaje mirando por esta, aunque tampoco se veía nada en especial, gran parte del tiempo lo único que se podía ver era campo.
Al poco rato de haber subido pasa una mujer por mi lado con un carrito lleno de comida por si alguien quería comprar algo.
– ¿Cuánto cuesta un bocadillo? –pregunto con la esperanza de que no fuese demasiado caro y pueda pagarlo sin quedarme sin dinero.
– 5 libras –me responde la mujer con amabilidad.
Asiento y sacó el monedero, le entrego el dinero a la mujer y ella me tiende uno de los bocadillos que llevaba en el carrito, ni siquiera me había molestado en preguntar de qué era, pero tenía tanta hambre que me daba igual.
No sé cuánto tiempo llevaba en aquel tren, pero ese viaje se me estaba haciendo eterno, posiblemente la causa de ello era lo nerviosa que estaba por llegar a mi destino de una vez por todas.
Finalmente la voz mecánica del tren anuncia que la próxima parada era la mía, así que me pongo en pie y me acerco a la puerta del tren, esperando a que se detuviese. En cuanto las puertas se abren, bajo de un salto al andén. Ya estaba en la estación de Greenwich.
Al bajar del tren una fría brisa me caló hasta los huesos, hacía bastante frío en aquel lugar, así que me abroché bien el abrigo e introduje la manos en los bolsillos, a la par que encogía el cuello para cubrirme cuanto podía con aquel abrigo.
Paseaba por las desiertas y oscuras calles de aquel pueblo, no parecía que alguien viviese ahí siquiera, casi parecía un pueblo fantasma. Ya había anochecido y yo no tenía ningún rumbo establecido, solo buscaba algo que me ayudara a recordar cualquier detalle que aportara algún dato importante para averiguar algo más acerca de quién era y qué me había pasado. La enfermera solo me había dicho que había sufrido un accidente de coche, aunque también mencionó que la policía se planteaba la posibilidad de que no hubiese sido un accidente y hubiese sido provocado; de ser así, eso significaba que alguien había intentado asesinarme, pero había fallado. Eso me llevaba a otra cuestión bastante importante, ¿sabría que sigo viva? Si lo supiera, es probable que volviera a intentar matarme.
Mientras paseaba, además de deambular entre mis pensamientos e incógnitas, también miraba a mí alrededor por si había algún motel donde poder alojarme aquella noche, cada vez se hacía más tarde y estaba bastante cansada ya.
Nada de aquel lugar me era familiar y mis esperanzas por conseguir recordar algo se estaban esfumando por momentos, pero de pronto vi un pequeño lago helado, y una serie de imágenes vinieron a mi mente de golpe, era como una película que pasaba ante mis ojos:
«Estaba de pie en medio de un pequeño lago helado, llevaba un gordo y calentito abrigo azul oscuro; sobre mi cabeza se situaba un gorro azul de lana; en mis manos, unos guantes a juego y alrededor de mi cuello, una bufanda; en los pies llevaba unos patines de hielo.
Miraba a una preciosa niña rubia de ojos azules, llevaba un abrigo igual que el mío, pero en color rosa fucsia; sus guantes, bufanda y gorro también eran iguales a los míos, aunque eran de color rosa. Pero ella no estaba en medio del lago conmigo, estaba apoyada sobre una valla, bueno, mejor dicho se aferraba con todas sus fuerzas a aquella valla, como si su vida dependiese de ello.
– Emma ven, dame la mano –le grito a la niña rubia que me miraba con atención y algo de pánico.
– Sarah, que me da mucho miedo, no quiero ¿y si me caigo? –decía la niña sin dejar de mirarme con preocupación y sin soltarse en ningún momento de aquella valla.
– Venga Emma no seas cagueta, no te pasará nada, yo estoy contigo, tranquila –patino con cierta gracia hasta la niña y le cojo la mano.
Tiro con delicadeza de ella, haciendo así que se introdujera en el interior del lago conmigo y comenzamos a patinar juntas con cuidado. El miedo desaparece poco a poco de la mirada de Emma y comienza a dejarse llevar, aunque se aferraba con fuerza a mis manos para no caerse.
– ¿Ves como no era para tanto? –le pregunto entre risas.
– Bueno, pero si no me caigo es porque soy muy bue... –antes siquiera de haber terminado de alardear de lo buena patinadora que era, Emma se había caído al suelo y me había tirado con ella.
– Sí, ya vemos todos que eres la mejor patinadora del mundo –dice la voz de un niño tras ellas, que estaba patinando a sus anchas por el lago y ahora se reía a carcajadas de las niñas.
– Déjanos en paz Eric –le digo mientras me ponía de pie de nuevo y cogía la mano de Emma para ayudarla a levantarse.».
La imagen desapareció y parpadee un par de veces, llevándome una mano a la cabeza instintivamente, no me lo podía creer, había recordado algo de cuando era pequeña, pero ¿quién era esa niña que estaba conmigo? ¿Sería mi hermana? No, no podía ser, ¿cómo podría olvidar a mi hermana? Aunque teniendo en cuenta que incluso había olvidado quién era yo, tampoco era tan descabellado pensar que había olvidado también a mi hermana. Me llevo una mano a la frente, deslizando las yemas de mis dedos por ella, como si eso fuera a hacer que todo cobrara sentido alguno...
Vuelvo a fijar la mirada en aquel lago, sin lugar a dudas era el mismo lago de mi recuerdo. Sin pensarlo demasiado decido bajar al lago y echar un vistazo, tampoco tenía nada que perder y quizá si estaba más cerca recordaba más cosas. Camino a su alrededor, mirando con atención, intentando recordar algo más. No obstante, algo me decía que no tendría mucho éxito con eso. Vi un banco al lado del lago y fui hacia el para sentarme un rato, lo cierto era que comenzaba a marearme un poco.
Estaba sentada en aquel banco, con los codos sobre las rodillas y la cabeza apoyada sobre mis puños cuando el ruido de unos pasos detrás de mí me sobresaltan, echo un vistazo a mi alrededor y mi mirada se posa sobre una figura que se acercaba a mi lentamente.
– ¿Sarah? ¿Eres tú? –pregunta una dulce voz.
De entre las sombras surge una joven muchacha rubia, mis ojos se encuentran con unos ojos azules que me miraban con algo de duda. Examino a aquella joven con detenimiento, esos ojos azules los había visto antes, tenía una larga y rubia melena, su rostro... su rostro me resultaba demasiado familiar, al cabo de unos segundos caí en el motivo, era ella, era Emma.
Aquella joven que tenía frente a mí era la niña de aquel recuerdo, había aparecido como un ángel de la guarda para ayudarme. Ella me conocía y podría darme algunas respuestas.
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¿Quién soy?
Mystery / Thriller¿Qué harías si despiertas una mañana en un hospital sin recordar siquiera cómo te llamas? Eso es lo que le pasa a Sarah Johnson, ella solo quiere recuperar su vida, su identidad, recordar quién es y saber por qué acabó en aquel hospital, pero poco a...