Capítulo 4

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Despierto a mitad de noche e intento volverme a dormir, pero me es imposible. Continuaba dando vueltas en la cama, ¿cuánto tiempo llevaba así? ¿Una hora? No estaba segura, pero por mucho que intentaba volver a dormirme, me era imposible; estaba muy cansada, aunque por algún motivo no conseguía dormir de nuevo, mi visión comenzó a oscurecerse y los mareos volvieron, acompañados de nuevas imágenes.

«Estaba sentada sobre una silla bastante cómoda, mis piernas colgaban sin llegar al suelo, miro a los lados y ahí estaba Eric, sentado sobre una mujer. 

– Todo va a estar bien –repite la mujer una y otra vez.

Parecía agradable, tenía una larga melena negra que se encontraba recogida con un coletero en lo alto de su cabeza, tenía una piel extremadamente blanca, cosa que hacia destacar aún más sus enormes ojos azules grisáceo, era realmente guapa, estaba sentada, pero por lo largas que eran sus piernas, debía de ser bastante alta. Miro a mi alrededor, era un extraño lugar, había gente con uniforme pasando todo el rato.»

La habitación me daba vueltas, ¿dónde me encontraba en aquel recuerdo? Además, no sabía con exactitud quien era mi madre, pero sabía que aquella mujer del recuerdo no lo era, no tenía ningún parecido con ella. Era todo demasiado confuso, pero al fin el sueño me invadió y me quede dormida al momento. 

Los primeros rayos de sol de la mañana entraron por la ventana impactando de pleno contra mi rostro, provocando que me despierte. Abro los ojos poco a poco, miro a mi alrededor algo desubicada y me incorporo con lentitud. Un delicioso olor a tortitas llegaba a la habitación. Me pongo en pie y tras ponerme unas zapatillas de estar por casa que había al lado de la cama, observo que también había una fina bata sobre una silla al lado del armario, la cojo y me la pongo, atando un rápido lazo con la cinta que la rodeaba. Al bajar a la planta de abajo escucho a Emma canturreando, asomo la cabeza por la puerta de la cocina y ahí estaba ella, haciendo tortitas. 

– Buenos días –digo con un leve bostezo, mientras me tapaba la boca. 

Emma se gira y me mira con una dulce sonrisa, ella siempre estaba sonriendo y eso era algo que me gustaba de ella, tenía la sensación de que pasase lo que pasase ella siempre estaría sonriendo para alegrar el día a cualquiera.

– Buenos días, bella durmiente, he hecho tortitas, de pequeñas los sábados siempre las hacía mi abuela y venías a desayunar corriendo –comenta sin dejar de sonreír.

Al mencionar aquello, me acordé del recuerdo que tuve en mitad de la noche cuando me había desvelado, quizá ella pudiera ayudarme a saber dónde estaba y quién era aquella mujer, ella ahora mismo sabia más cosas de mi pasado, que yo misma. Pero lo cierto era, que no quería sacar el tema en ese momento, todo parecía tan normal en aquel momento, que no quería estropearlo.

– Venga que se van a enfriar –la voz de Emma me saca de mis pensamientos y sonrío levemente, me aparto un par de mechones de pelo que me caían sobre el rostro y me siento en la gran mesa de la cocina con ella. 

Aquellas tortitas estaban deliciosas y realmente me ayudaron a recordar lo que Emma me había dicho, todos los sábados su abuela preparaba tortitas y yo corría hacia su casa para desayunar con ellas, era el mejor momento de la semana, luego pasaba la mañana jugando con Emma, pero Eric siempre conseguía venir con nosotras.

– ¿Dónde están mis padres? –me sorprendo a mí misma al realizar aquella pregunta, las palabras salieron de mi boca sin control alguno. Pude notar que Emma se ponía nerviosa ante aquella pregunta y eso no me pareció una buena señal en absoluto, al igual que cuando le pregunte por mi hermano, pero antes de que pueda responderme su móvil comienza a sonar, lo alza mirándome como disculpándose y salió de la sala corriendo.

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