different kind of galaxies collide every minute.

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Era él. Definitivamente era él.

No era como si el hombre de cabello castaño se muriera por acercarse corriendo a toda velocidad hasta aquella tienda de aspecto bastante llamativo, pasar por encima de los demás clientes y preguntara por todo tipo de onigiri en ese mismo instante dispuesto en el gran mostrador solo para entablar una conversación con aquel hombre. Tampoco parecía ser que prefería hacer todo lo contrario, quedándose al margen de la situación debido a todo lo que le había sucedido aquel día desde que había despertado, y no arriesgarse a hablar con aquel hombre de cabellos ahora tan oscuros como la noche, ojos marrones como la madera húmeda y un rostro refrescante y blanco como la leche.

Pero para Yamaguchi Tadashi todo eso era tan solo un problema más en su enorme menú de aflicciones que le acompañaban en su vida diaria. Y estaba seguro de que hablar con aquel hombre era tan solo una pequeña rama insignificante en un enorme árbol que tiene otras cosas más importantes de las que hacerse cargo.

Y por eso se acercó. Por eso reunió todo el coraje que tenía guardado en su pequeña caja en lo más profundo de su corazón, y comenzó a caminar.

Aquel tipo de reacciones eran interesantes viniendo de Yamaguchi, porque él siempre había sido del tipo de chico que se mantenía al margen de toda situación que le acomplejara su vida; porque él siempre había sido del tipo de los que se esconden detrás de la sombra de alguien más, especialmente si ese alguien más era una persona con quien ya había creado una amistad fuerte; porque estaba acostumbrado a hacer las cosas una sola vez: un solo saque magnífico en el volleyball, una vez capitán, una vez graduado, una vez mejor amigo. Y, curiosamente y para interés de los que están a punto de leer esta historia, el amor era también uno solo.

Para desgracia de algunos, para felicidad de unos cuantos, Yamaguchi Tadashi solo podía enamorarse una vez.

Y eso era algo que Osamu Miya no tardaría en descubrir.

Las estrellas también son pequeñas pecas que adornan el cielo nocturno cuando nadie está viendo, o quizás cuando todos están haciéndolo” era lo que Osamu Miya, con tan solo dieciséis años, había pensado cuando su mirada se deslizó rápidamente desde el remate al balón que su hermano gemelo colocó para él hasta la banca de suplentes en la que el chico que minutos antes había cobrado un par de puntos para su propio equipo gracias a sus llamativos saques, los mismos a los que Osamu no había dejado de observar desde que aquel chico abrió sus ojos, unos cuantos metros de distancia separándolos, corriendo de frente, lanzando el balón hacia el aire, saltando, golpeando el balón, todo. Absolutamente todo. Era casi como si un extraño aura brillara a su alrededor, un aura que pedía a gritos por la atención de todos los presentes en aquel lugar.

Un aura que estaba curiosamente calmada y que exigía completamente lo contrario. ‘No me miren’ escuchó Osamu retumbar en su mente, contradiciéndose consigo mismo. ¿Cómo no mirar? ¿Cómo apartar mi mirada de aquello que me pide a gritos que le mire? ¿Qué se supone que debería hacer en una situación como esta? Estaba distraído, y parecía ser que ni siquiera la irritante voz de su hermano gemelo podría traerlo de vuelta en medio de tal partido tan importante. Hasta que el entrenador pidió un tiempo, lo que devolvió la atención de Osamu de aquel chico en la banca nuevamente a sus compañeros de equipo, incluido su hermano.

—Sus saques parecen impresionantes, pero tan solo son basura, ¿no lo crees? —Atsumu soltó de su boca como era usual, y esta vez Osamu no devolvió ningún comentario. Su atención estaba completamente concentrada en los pequeños puntos de color marrón en todo el rostro de aquel chico—. Samu, ¿estás bien? —trató de llamar Atsumu, que se paró a su lado, mirando en dirección a lo que su hermano estaba viendo, y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios al notar lo que tenía a su hermano respirando por otra cosa que no fuera el volleyball—. Oye, no te culpo por querer prestarle atención a todo lo lindo que está del otro lado de la cancha, pero te recuerdo que te estoy hablando y que existo.

𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘵𝘢𝘳𝘴 𝘪𝘯 𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘬𝘺 𝘢𝘳𝘦 𝘧𝘳𝘦𝘤𝘬𝘭𝘦𝘴 𝘵𝘰𝘰 [OsaYama]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora