Capítulo 16- Secretos descubiertos y por descubrir

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Madison

Trazaba líneas disparejas en la libreta buscando algo.

Buscando mi tranquilidad, buscando mi serenidad, buscando mi ancla para sostenerme debido a la presión que sentía encima. Sin embargo, por más que me esforzaba no conseguía absolutamente nada.

Mis dedos dibujaban con rabia y con una exasperante necesidad sobre el papel.

Esa familiar necesidad que estaba sintiendo últimamente por plasmar lo que yo no podía decir a la ligera debido al miedo persistente que sentía al tan solo imaginar la magnitud del problema.

"—Lo siento, señorita Johnson. Para nuestra sorpresa, las cámaras han sido manipuladas por alguien desde que se ha empezado el curso —se lamentó luego de hacer la llamada con la persona de seguridad."

No veía lo que estaba dibujando, solo sentía que tenía enfrente la misma escena de hace unas horas.

"—¿Alguien? —inquirí inquieta sintiendo el sudor impregnándose en mis manos en un acto de nerviosismo"

Cerré los ojos con más fuerza mientras que trataba de dibujar con claridad.

Pero ¿Cómo se podía dibujar con claridad si lo único que podía transmitir eran los tormentos de mi corazón?

"—Sí, aun no tenemos conocimiento de la persona causante de tal cosa —aseveró con pena mientras se rascaba la barbilla—. De hecho, recién se me ha informado de esto. No tenía ni idea de que esto estaba sucediendo en mis instalaciones. Créame cuando le digo que tomaré medidas al respecto."

Arrugué el ceño cuando no pude observar nada más que sombras de lo que verdaderamente sentía. Sombras que eran el espejo de mi corazón y mi mente que solo estaban de acuerdo con una cosa: ya no podían más.

Porque si el corazón y la mente entraban en una discusión, solo era cuestión de seguir a uno.

Sin embargo, cuando los dos estaban de acuerdo, era más agobiante absolutamente todo. Porque si bien los seguía, ninguno de los dos me ofrecía una salida ante esta incertidumbre que me comprimía y agotaba cada vez más.

No tenía opciones, solo imposibilidades.

Y solo me quedaba esperar al caos.

Me quedé en el suelo de mi dormitorio, observando a la persona sin ninguna pizca de color sosteniendo una antorcha alrededor de un lugar escabroso y oscuro.

Pero esa persona no pretendía iluminarse a sí misma, pretendía incendiar todo el lugar y quemarse junto a éste.

¿Cómo lo sabía?

Por las lágrimas de rabia en su rostro identificable a simple vista.

Ese lugar estaba rodeado de objetos significativos para esa persona. Rodeada de hojas secas, cosas sembradas, sucesos nostálgicos que traían consigo el dolor de no volver a repetirlos, pero aun así eran tan buenos como para ser olvidados.

Sin embargo, ahí estaba esa persona, dispuesta a incendiarlo todo. A todo lo que creía muy suyo, pero lo veía tan disperso y lejano como para ser dueña de este.

Yo sabía quién era esa persona.

Era yo.

Yo dando paso a las consecuencias irreversibles.

Porque después de sentir la opresión en la garganta y tragarme el sinfín de emociones absorbentes que amenazaban con salir llegué al punto medio. A la conclusión de todo ello.

Al punto en donde me daba cuenta de que me rendía.

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Cameron

¡Sólo tú, imbécil! (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora