📖 CAPÍTULO - 15

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Aiden terminó de limpiar el miembro de Leo mientras sentía como poco a poco volvía en sí. Debía admitir que el Aiden de hace tan solo un par de minutos atrás no era él, ambas criaturas habían tomado posesión de su cuerpo sucumbiendo ante la necesidad de querer alimentarse. El problema aquí era que él nunca creyó perder tanto el control y ahora estando más consciente, creí correcto disculparse con Leo, pues si bien le pidió ayuda, era solo un "jueguito de mano cambiada", pero en el instante en que tocó el pene del vampiro, su cerebro se nubló, mandando a la mierda todo lo que hablaron con anterioridad.

Al comenzar a masturbar el largo y grueso miembro que no paraba de expulsar pre-semen, sintiendo como pulsaba en su mano, fue como si anhelara devorarlo, incluso su propia excitación había quedado relegada. Simplemente su íncubo quería salir y alimentarse, eso era lo único importante.

Se sintió mal cuando en un pequeño lapso de lucidez, vio en la expresión de Leo el temor de ser dañado, era sorprendente lo vulnerable que se volvían los hombres ante un inminente daño en su zona intima. Él sería incapaz de herirlo, pero en el momento que el vampiro había intentado que se detuviera, su lobo lo tomó como que su presa intentaba escapar, o sea ¡perdería su comida!, eso no podía ser, no lo permitiría.

Su parte demoniaca y su parte shifter se habían aliado, Aiden creía que eso en sí era bueno, mas él en su forma humana habitual ejercía el rol de la voz de la razón, de modo que tenía que dominar ambas especies para que no se descontrolara como un animal salvaje o un demonio sin escrúpulos.

Luego de exhalar un largo suspiro, miro a Leo que se había alejado unos cuantos pasos de él mientras arreglaba su ropa.

—Lo siento...

—No tienes por qué disculparte —respondió tranquilamente el vampiro. No quería que su compañero se sintiera mal luego de haberle dado la mejor mamada de su vida. Sí, temió por su pene y posible colapso de su pareja, pero jamás, desde que inició su vida sexual, parte de su apariencia de vampiro había salido ante los ojos de la chica con la que estaba en ese momento—. Lo hecho, hecho esta y no es como si me hubieras dañado. Sin embargo, te aclaro una cosa Aiden... —Leo se acercó nuevamente al pelinegro que seguía de rodillas en la fría cerámica e inclinándose un poco para quedar frente a frente, susurró—. Debemos buscar la forma de que no pierdas el control ante tu íncubo y tu lobo. Estuve hablando anoche con mi madre y me dijo que una de las dos criaturas podía tomar tu cuerpo, haciéndote daño tú mismo o a los que te rodean, también yo leí unas cuantas cosas más y ahora fue evidente que estabas siendo controlado no por uno, sino por los dos.

—Lo siento...

—Ya te dije que no te disculpes —repitió Leo dando suaves caricias en la mejilla de Aiden—. Otra cosa por lo que no quería que tuviéramos sexo, era que si yo, siendo tu destinado eyaculo dentro de ti, adquirirás todos tus poderes de una sola vez y creo que eso sería mucho para tu cuerpo. Quiero que vayamos de apoco y que paulatinamente experimentes tanto los cambios físicos como tus nuevas habilidades. —Vio como Aiden asentía cabizbajo y al notar que no diría nada, pregunto—. ¿Te gustan tus alas?

—¿Alas? ¿De qué hablas? Yo no tengo alas —dijo Aiden mientras Leo lo ayudaba a ponerse de pie. Acomodándose sus pantalones, se acercó a la parte de los lavamanos logrando por fin ver su reflejo en la hilera de espejos frente a él—. N-no... No lo puedo creer... Leo, ¡tengo alas!

—No entiendo cómo no las sentiste —preguntó Leo extrañado—. ¡Si son enormes!

—Pues no, siento la espalda dormida en este momento —respondió mientras giraba su rostro para poder verlas—. Incluso no las puedo mover. ¿Qué se supone que haré?

—Pero ¿no sentiste nada cuando salieron?

—Ahora que lo dices, sí. Sentía la piel de mi espalda tirante, picaba y ardía también, aunque no demasiado. —Aiden se avergonzó al ver cómo Leo lo observaba incrédulo. Creía saber lo que estaba pasando por su cabeza—. Se lo que dirás. Dirás que por qué incluso sintiendo eso no me detuve. Bueno, supongo que estaba más preocupado de que mi alimento no se escapara.

Dos lazos para un híbridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora