📖 CAPÍTULO - 06

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Connor cargó a Aiden en sus brazos, donde inmediatamente el menor enrolló sus piernas en su cintura para sujetarse y se dirigieron al escritorio del profesor que era el más grande del salón. Al estar junto a este, Connor bajó al pelinegro quedando ambos de pie, uno frente al otro, ambos mirándose con sus pupilas dilatadas por el deseo.

—Me encantaría tenerte desnudo en mi cama —dijo el león haciendo un puchero cuando se dio cuenta que no sería buena idea desnudarlo completamente.

—Podríamos hacerlo en otro momento, pero tú eres el que irrumpió en la sala todo caliente como si estuviera en celo —respondió Aiden haciendo un mohín, a lo que Connor le saco la lengua y el menor no pudo evitar reír de la actitud de crío que había tomado su pareja en una situación para nada infantil—. Pero sabes... yo también preferiría tenerte desnudo. ¿Has notado lo mucho que me gusta tocar y besar tu cuerpo?

—Si me he dado cuenta, lobito y debes saber que me encanta que lo hagas, sin embargo, la próxima vez será. Ahora lo importante es... —hizo una pausa para bajar de una vez los pantalones y bóxer de Aiden, comenzando a apretar sus grandes y suaves glúteos—, poder estar dentro de este lindo y apretado trasero —finalizó, su voz sonaba más grave de lo normal y eso excitaba mucho al menor.

De modo que ya estando demasiado inmerso en las caricias que le daba su novio, Aiden terminó decidiendo entregarse al placer para relajarse antes de comunicarle todo lo que se había enterado la noche anterior.

Connor sin esfuerzo levantó un poco a Aiden y lo sentó en el escritorio, terminando de sacar de un tirón la ropa enrollada en sus pantorrillas. Separó sus piernas situándose entre ellas, para así propinar acaricias en su plano abdomen, subiendo lentamente su camisa hasta llegar a sus pequeños botones que ya se encontraban erectos y duritos por la excitación.

Con su dedo índice y pulgar estimulaba el pezón derecho, mientras que al izquierdo acercaba su boca —dado que era donde se había hecho un piercing tiempo atrás—, succionando y también dando leves mordisquitos y tirones, jugando con la pequeña barrita que lo atravesaba. Le fascinaba que Aiden disfrutara de un poco de dolor sexual.

Sabía que no tenían mucho tiempo, pero no le agradaba tener relaciones sin ningún juego previo. Aunque intentaba no tocar el miembro de Aiden, ya que no quería que se viniera aún. Amaba cuando llegaban al orgasmo juntos y los músculos del recto del menor apretaban deliciosamente su pene. No obstante, al ver sus hermosos ojos azul-celeste que le suplicaban en silencio por un poco de atención, no se resistió. Tomando los muslos de este por la parte de atrás, los dirigió hacia su pecho, donde el pelinegro los continúo sosteniendo, dejando expuesto tanto su pene como su ano.

Su propio miembro dolía. Necesitaba estar dentro de su pareja y embestirlo incontables veces, para por fin liberarse de esa presión latente.

Cuando fue a introducir un dedo —previamente ensalivado por sí mismo—, en la normalmente pequeña entradita de Aiden, se percató que ya estaba completamente dilatada y lista para ser penetrada.

—Mi Amor, ¿te habías preparado? —preguntó dubitativo, ¿acaso su pequeño lobito andaba de travieso jugando solito nuevamente?

—¿Qué? ¿Prepararme? —preguntó esta vez el pelinegro, soltando sus piernas y apoyándose en sus codos para enderezarse un poco.

Sí, hubo un tiempo en que tenían que reconfortarse solos y el mayor le había regalado unos lindos juguetitos a Aiden, que hacían más placentero sus momentos a solas, dado que en ocasiones el deseo sexual venia cuando no se tenían cerca, teniendo que aliviarse cada uno por su cuenta. No obstante, eso había sido antes de mudarse, pues no siempre que se veían era para tener sexo, también salían a citas o simplemente compartían en sus casas. Sin embargo, luego de su mudanza su vida sexual había incrementado considerablemente, de modo que ya no lo hacía solo, aunque los juguetitos seguían siendo parte de sus encuentros, después de todo su pareja le encantaba atormentarlo con ellos.

Dos lazos para un híbridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora