📖 CAPÍTULO - 27

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Todos los presentes se quedaron observando la expresión perpleja de Aiden.

¿Tenía un tío? Porque eso cambiaba mucho su situación. Él había pensado en sus abuelos maternos, dado que los paternos ya se encontraban descansando en el Santuario de las Ánimas, por lo que obviamente no eran una opción.

Junto a Connor había leído que la mayoría de los demonios morían por decisión propia. Cuando ellos ya no querían seguir en este mundo y aunque Leo les había contado que para los demonios un compañero no era necesario, eso no era del todo cierto. Muchos —que por lo general ya tenían un largo camino recorrido—, anhelaban encontrar a esa persona que sería su compañía, apoyo y que tal vez también pudiera llegar a ser su pareja amorosa. Algunos vivían siglos sin encontrar a su destinado o destinada, finalmente dándose por vencidos en su búsqueda y deseando no continuar como estaban, le daban fin a su eterna soledad. Otros, que poseían un "corazón más frío" o que simplemente no creían en la necesidad de un compañero, consideraban que habían vivido lo suficiente y ya era hora de descansar en el Santuario de las Ánimas, y también estaban aquellos que por alguna desafortunada razón perdían a su otra mitad y no soportaban el dolor de la pérdida. Para esto solo debían dejar de alimentarse, dado que, al no poseer energía, caían en un profundo sueño del cual no despertaban jamás. Aunque también había otros métodos más rápidos, como armas especiales o yendo a donde alguna bruja que inducia ese mismo sueño eterno. De lo contrario, podían vivir el tiempo que quisieran, a menos de que fueran atacados.

Los shifter, en cambio, solo envejecían de manera más lenta, gracias a algunas habilidades como su capacidad de regeneración casi instantánea. Vivían cientos de años, pero al contrario de los demonios, podían morir de vejez, al igual que existían armas que podían resultar mortales para los de su especie.

Aiden había investigado un poco en una de sus noches de insomnio y descubrió que los padres de su madre Marie seguían con vida, para ser sincero, no le había costado mucho encontrar información de ambos. Ellos junto a sus dos hijas pertenecían al OAAEE, el movimiento de Oposición Al Acoplamientos Entre Especies, al cual se unieron —según las cuentas que él pudo sacar gracias a la fecha que salía en la página y lo que le habían contado sus padres—, el mismo año en que Marie y Adrián huyeron. Un movimiento que en resumidas cuentas estaba en contra del acoplamiento entre seres de distintas especies y la creación de híbridos, seres que según ellos eran una aberración y que no pertenecían a ningún lugar.

Sí, acercarse a ellos era un rotundo NO, pues él era todo lo que ellos despreciaban.

Sin embargo, en ninguna parte se hablaba sobre un hijo y menos aún de Marie. Tal vez sus abuelos consideraban familia solo a las hijas que salían junto a ellos en la foto que había visto en Internet.

Sospechaba que sus padres sabían de esto y por eso trataban de ser cuidadosos con las respuestas que daban a las preguntas que él les hacía, posiblemente para no dañarlo más sabiendo que sus propios abuelos no lo querían y posiblemente nunca lo harían.

Aiden, a decir verdad, no le daba importancia, ya suficiente amor, cariño y apoyo tenía con su actual familia, pero ahora se sumaba la pequeña esperanza de que su tío Arthur, al igual que su madre, fuera diferente al resto de los Wells. Quizás él estaría dispuesto a conocerlo y responder algunas de sus preguntas.

Tan sólo si pudiera contactarse con él...

—¿Me puedes decir cómo es el Arthur que tú conoces? —preguntó Aiden a Leo—. Me refiero a físicamente y tal vez un poco de su personalidad si es que llegaste a tratar con él.

—No compartí mucho con él, pero siempre que estaba de visita era muy amable con todos nosotros. Recuerdo que cuando estaba más pequeño, nos llevaba unos caramelos especiales para vampiros que eran un poco difíciles de conseguir, algo que realmente agradecíamos sobre todo mi hermana Diana y yo que somos los menores, ya que en ese tiempo teníamos el paladar un poco delicado y aún no nos adaptábamos del todo a la comida humana, pero como niños, deseábamos comer golosinas. Además, no lo veo hace mucho, por lo que sé, pasaba viajando a no sé qué país debido a su trabajo y terminó mudándose. Desde ahí se relaciona solo con mi padre, tanto porque son socios en el trabajo como mejores amigos, pero sé que si lo viera lo reconocería, dudo que haya cambiado mucho en estos años —explicó el vampiro—. Y físicamente él era un hombre alto, de contextura delgada, piel blanca, pelo negro y ojos ámbar. Se que es un tipo de demonio, como todos los que se relacionan con mi padre, pero no sé si es un íncubo como tú.

Dos lazos para un híbridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora