📖 CAPÍTULO - 24

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Leo preparaba sus maletas; algunas tenidas de ropa de calle y otras de deporte para cuando saliera a trotar —suponiendo que pudiera hacerlo en el vecindario dónde residía Connor—, también uniforme y buzo del colegio, ropa interior y zapatos.

En una mochila aparte empacó unos cuantos libros que había empezado a leer —libros para poder ayudar a Aiden en su cambio e igualmente de cosas que debía y no hacer como compañero de un íncubo—, su notebook, celular, cargadores y demás. Agradecía que todo su material de estudio fuera dejado en el colegio y que solo se llevarán a casa lo que necesitarán si es que tenían algún trabajo que hacer.

Con dos maletas grandes y la mochila con sus cosas más delicadas, ya estaba listo para salir, hasta que de pronto oyó unos golpecitos en la puerta que mantuvo entreabierta y con un simple pase, su madre ingresó a la habitación.

—No tienes que irte, Bebé. Yo soy tan dueña de esta casa como lo es tu padre.

—Lo sé, pero mi padre no me quiere aquí, así que si tengo la oportunidad de irme, me iré —respondió poniéndose la mochila y bajando las maletas de la cama.

—No es que no te quiera aquí, solo...

—No acepta a Aiden, mamá. Mientras no entienda que no es su decisión si yo me enlazo o no con mi destinado y que deje de lado su rivalidad con los Grafton, no quiero tratar con él.

—Sinceramente no sé porque tu padre se desquita con Aiden, si su rivalidad ni siquiera implicó a la manada que formó James, ahora liderada por su hija mayor Melanie y su esposo. Fue con la manada que lideró George Grafton, Abuelo de Aiden, cuando se formó todo ese odio y rencor que tiene guardado —explicó Evelyn cruzándose de brazos.

—¿Te ha dicho que es lo que sucedió para tenerles tanto resentimiento?

—No cielo, el único que sabe que ocurrió es su mejor amigo, Arthur y eso es porque al parecer él estuvo presente en ese momento.

—¿Y nunca te ha contado? —preguntó Leo incrédulo.

—Todos tenemos derecho a tener secretos, Bebé. Tal vez algún día tu padre esté listo para contarme que pasó.

—Tienes razón... como siempre —dijo Leo con una sonrisa. Se quedó mirando a la menuda mujer frente a él y se dio cuenta que realmente extrañaría verla a diario—. Bueno, ya es hora de irme.

—Supongo que sí. No debemos hacer esperar más a esos chicos que han resultado ser tan buenos contigo —concordó Evelyn saliendo junto a su hijo con una maleta—. Creo que debo resignarme a que no me darás nietos ¿cierto?

—Considerando que dudo poder embarazar a un hombre, creo que sí —respondió Leo con una carcajada—. Pero aún tienes a Bianca y Axel que se parecen a ti.

—Solo a Bianca. Axel por mucho que insista que es bisexual. Me he dado cuenta la mirada anhelante que le da a los jovencitos como Aiden. En cambio, sus relaciones con chicas apenas duran. A veces pienso que no sale del closet solo para no romper el corazón de sus fans femeninas —aclaró la vampiresa con un suspiro de resignación—. Además ninguno tiene tus ojitos tan especiales.

—No puedo creer que esperarás que mis hijos nacieran con mis ojos. ¡Eso es muy poco probable!

—Nunca es malo soñar. Yo solo quería a otro Leo bebé —respondió Evelyn encogiéndose de hombros. Leo solo negó aun manteniendo una sonrisa en el rostro, de verdad le divertía como a veces pensaba su madre.

En tanto bajaba al primer piso, vio que estaban Axel, Aiden, Connor y el mayordomo cerca de la puerta, mientras que al final de la escala estaban todos sus demás hermanos y Philip esperándolo para despedirse.

Dos lazos para un híbridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora