EPÍLOGO

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El sol era algo que se había vuelto costumbre en mis días. Tan brillante y abrasador, esta maravillosa estrella me enseñaba todos los días que siempre había algo que me recordaría a mi antigua vida, una vida lejana y dolorosa por la que volvería a pasar mil veces sabiendo que acabaría ahí. 

En un pequeño segundo, el sol se tapó sobre mi cuerpo y una gota de agua cayó sobre mi frente haciéndome abrir los ojos lentamente, encontrando el bonito rostro del hombre al que le entregaría hasta mi última respiración. Cada día que pasaba a su lado me daba cuenta de que no habría nada en el mundo que me pudiera hacer más feliz que su simple existencia. Sabía que él había sido creado para hacerme feliz sólo con respirar. 

Dejó un beso en mi boca y se alejó caminando hasta nuestra pequeña casa, el sonido de las olas rompiendo contra la arena de la manera más relajante del mundo, mi cuerpo tumbado sobre la hamaca y el sol de verano contra mi piel. 

Él secó su pelo con una toalla y se tumbó a mi lado cerrando los ojos, el sol secando toda la humedad que el agua había dejado en su cuerpo. 

-¿Lou? 

-¿Hazza?- Dije aún con mis ojos cerrados, dibujando una sonrisa en mi rostro. 

-Feliz aniversario. 

Me giré a mirarlo mientras tapaba el sol de mis ojos y mordía mi labio inferior acariciando su alianza. 

-Feliz aniversario- Repetí notando el agarre de su mano sobre la mía. 

-¿Qué quieres que te regale? 

Suspiré mirando el bonito mar delante mío. Podrían pasar años y años y seguiría sin cansarme de ese paisaje y de él. 

-Un beso- Dije subiendo a su cuerpo, escuchando la risa que salía por su boca, mis manos acariciando su pelo mojado y nuestros labios impactando entre sí provocando más risa aún en él. 

Miré sus ojos más verdes de lo normal, ese brillo precioso que había desaparecido durante meses pero que se mantenía desde que estábamos ahí. 

-¿Qué quieres tú? 

-Nada.

-¿Nada?

Él negó con la cabeza y yo dejé otro beso en su boca mientras me sentaba sobre sus piernas, mis pies impactando contra la arena y mis manos acomodando mi pelo. 

-Bueno, pues como soy el mejor esposo del mundo- Dije con sorna haciéndolo reír otra vez- Te tengo preparada una sorpresa. 

-¿Qué has hecho?- Me preguntó entre risas mientras yo me levantaba y corría hacia el interior de la pequeña casa de madera.

Agarré la caja que Gemma me había enviado y corrí hacia él de nuevo, viendo como ahora me esperaba sentado sobre la hamaca, pendiente de todos mis pasos. 

-Toma- Dije dándole lo que había agarrado segundos atrás. 

Él ladeó su cabeza levantándose, acunando mi rostro con sus manos y dejando un beso más largo en mi boca, separándose para agarrar la caja después mientras la abría con cuidado. 

Lo miré ansioso, sabía que le iba a gustar pero siempre era bueno ver la cara que se le quedaba cuando le hacía sorpresas. 

Miró mis ojos con velocidad, negando con su cabeza mientras yo asentía con la mía con rapidez, pasando mis manos por su cuello y saltando sobre él entre risas, mis piernas ahora sobre su cadera. 

Me agarró con fuerza y soltó la caja dejándola sobre la hamaca, comenzando a correr, seguramente queriendo hacer eso desde que estábamos ahí pero mi negación siempre presente. 

Una orden || Larry Donde viven las historias. Descúbrelo ahora