UNA NUEVA VIDA

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Entre bandazos, llegó su 26 aniversario. Ahí, y aunque no le hacían mucha gracia los niños, le vino un soplo maternal, imaginamos, propio de la edad, ¿quizá?

Dicho y hecho, Frida y Franc contrajeron un matrimonio civil, algo íntimo pero práctico.
Nos situábamos ya en el año 1989 y con 27 años dio a luz un niño precioso. Tenía una tez morena, un pelo negro y abundante, unos ojos grises típicos en recién nacidos y un llanto que comenzó incluso diría antes de asomar la cabeza.
El parto de esta mujercita no fue para nada complicado, de hecho, os contaré una anécdota de aquella situación: Ella creyó tener el estómago 'algo suelto' por sus 'pequeñas molestias' y fue a contarlo a una vecina mientras estaba fregando el rellano la cual le dijo:

- Deja la escoba y llama a tu marido, ¡tu estás de parto!
- ¿Quieres decir? - preguntó dudosa.

Acudió a casa a llamar a Franc quien, corriendo a toda velocidad se plantó en el apartamento, recogió lo preciso, preparó la maleta y, con mucha prisa se encaminaron hacia el hospital para asegurar que el niño no fuese fruto de una diarrea.
Ella estaba muy tranquila y así intentaba calmar a su marido:

- Tranquilo, no hace falta que corras. Seguramente esto aún va para largo.

Ella sabía que las mujeres a veces podían estar horas, o incluso días de parto así que no se escandalizó en ningún momento.
Llegaron al hospital y, como era una mujer tan delgada, ningún médico creyó que estuviese siquiera embarazada así que se apartó del mostrador, se levantó la camiseta y, aunque dudaron todavía, la llevaron a revisar.

¡Volaron!

Como una flecha recién disparada, comenzaron a llevarla en camilla y a prepararla para el parto, pues ya estaba de diez centímetros. ¿Cómo podía mostrarse aquella mujer tan serena? Nadie lo entendería.
Fue después de ponerle un suero cuando comenzaron a pronunciarse los dolores pero Frida no armó ningún escándalo, simplemente siguió las pautas del médico el cual, pronto tuvo que indicarle parar sus esfuerzos en empujar, pues el bebé venía con dos vueltas de cordón umbilical y si seguía empujando lo acabaría ahogando. Una vez desenredado, un último empujón sin a penas esfuerzo, fue lo que hizo que tuviese su primera toma de contacto con el exterior aquel bebé al que las enfermeras reconocían como 'El mexicano' y jugaban a peinarle con crestas.

Frida, tras ver a su hijo se asustó un poco. A diferencia de otras madres que ven precioso a su bebé y le halagan de la mejor forma, esta mamá fue bastante directa:

-Ay, ¿Este es mi hijo? Qué feo, ¡Pero si parece un mono! -Dijo Frida tras ver la cara de su hijo repleta de bello.

El amor maternal, todo lo puede.

-Tranquila, ese pelo luego cae, no va a quedarse así. -Calmaron las enfermeras entre risas al ver la reacción de la madre.

-¿Seguro? ¿Y la cara? Y... Está morado. -Preguntó preocupada al ver a su hijo con media cara aplastada y ladeada.

-También, no se preocupe. Tal vez haya pasado mucho tiempo acostado de ese lado pero todo se pondrá normal y tampoco va a quedarse morado para siempre, es normal que cuando nazcan estén así por el esfuerzo.

Bueno, y este era Derek, quién, aunque nadie sabía, llegaba para seguir en la pista de patinaje pero sabiendo, sobretodo, mantenerse en pie como su madre.

Tras el parto, Franc recordó que hacía algunos años, la gente tenía una economía muy baja y él siempre quiso un osito de peluche que sus padres no le pudieron comprar cuando era niño, así que corrió a lo que sería el primer peluche de su hijo quien años después, él mismo bautizaría como 'Brownish'.

Llegaron a casa algunos días después de dar a luz pero Franc ya había desaparecido. La mujer, con niño y maleta en mano, comenzó a limpiar la casa, pues había un desorden monumental. Platos y vasos sucios en una mesa sucia que seguramente utilizó su marido para cenar con alguien el día anterior.  Siguió recogiendo el resto del hogar mientras atendía a Derek que no dejaba de llorar en ningún momento. Al parecer dormir no era la tarea favorita del pequeño a diferencia del resto de niños de su edad. Un caos.

Comenzaba una nueva vida para el 'Mexicano' y, por supuesto, también para Frida quien podrá comprobar, ver y verificar totalmente la realidad.

Ya tenía un matrimonio con Franc, aquel adolescente con fama de guapetón que fanfarroneaba con las chicas en el instituto al que ella llamó 'gilipollas' en su día y que hoy no parecía haberse equivocado. Ya tenía un hijo con él y ya tenía un hijo sola.

Tras recoger y limpiar el desorden de la noche anterior, con unas ojeras como riachuelos, un agotamiento típico del post-parto y un casi nulo descanso por la atención que Derek requería, pasaban los días y las noches, claro. Pasaban porque las veía pasar de forma literal, su hijo solo lloraba y lloraba a todas horas y ella a penas podía descansar, pues no contaba con la ayuda necesaria para llevar una situación tan especial como la que es tener a un niño de esa calaña.

Cuando la mujer iba con el pequeño a hacer sus recados, como temas bancarios, compras, etc, descubrió algo que una vez más no pudo evitar: Derek tenía miedo a la gente,... o algo así.
Era inevitable que las marujas del pueblo parasen a Frida para elogiar a su niño que iba tranquilo en el carrito. Pese a que la madre advertía, el potencial de la gente era superior y era entonces cuando un comentario como podría ser: ¡Qué niño más guapo! - junto a una sonrisa, hacían nuevamente levantar el llanto del pequeño Derek sin ton ni son.
"Con lo que me había costado calmarlo" -Pensaba Frida.

Más días. Más noches. Más desvelo. Todo pasaría factura tarde o temprano. Y ahí estaba, una madre enferma, nauseabunda que iba arrastrándose por los dieciséis metros de pasillo hasta el baño tras su falta de fuerzas.

Pero aquí no acaba todo. Derek no solo se "asustaba" con los comentarios de los ... Bueno, estaba claro que el niño sentía miedo de lo desconocido. Franc a penas veía a su hijo, no por temas de separación, divorcio u ocupación, sino por, puro "hobby" así que cuando se acercaba, de vez en cuando, claro, a ver a su hijo, este no le reconocía y lloraba una vez más de una manera descontrolada.

La etapa más neonata fue complicada, hasta que Frida descubrió gracias a un amigo de Franc lo que le pasaba a su bebé. Niels, así era el nombre de aquel hombre experto en niños ya que él había tenido dos anteriormente, visitó a la familia una tarde de Noviembre y, entre una merienda de café, pastas y tertulia el niño despertó y se puso a llorar:

-No sé que le pasa, siempre está así, el médico dice que está sano y yo no se lo que hacer... - comentó Frida a Niels en tono de verdadera preocupación.

Niels se levantó, tomó al niño en brazos acostándolo boca abajo y acarició el estómago  de Derek acompañado del común balanceo y... ¡Voilà! Derek no lloró por mucho rato y se mostró bastante tranquilo así que Niels, como padre no-primerizo, explicó a Frida que los bebés, hasta que se les forma el estómago sufren de cólicos y podía darle anisitos en su biberón o incluso ayudarle a sacarlos.
¡Qué alivio! Ahora ella ya sabía algo más sobre niños y las dificultades estomacales del bebé podrían quedar más o menos solucionadas.

DESDE OTRO PUNTO (YA EN Amazon Kindle)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora